SACRISTÍA: LUGAR DE ORACION Y SILENCIO



La sacristía tiene una dignidad especial, por ser como la antesala del lugar más sagrado. Precisamente eso significa su nombre: sacristía = cercano a lo sagrado. Es el lugar destinado para guardar los objetos y vestiduras sagradas, y donde ordinariamente se revisten los Ministros. Es el lugar donde por excelencia desarrolla su misión el sacristán.
Según la tradición romana, hay dos sacris­tías: la sacristía mayor y la sacristía de trabajo. La sacristía mayor es como una capilla cercana al presbiterio, incluso con un altar y una imagen a reverenciar, en la cual se guarda la debida reverencia y silencio. La sacristía de trabajo es la sala donde se realizan las demás funciones de preparación a las celebraciones.
a) Sacristía mayor:
La sacristía mayor requiere atención de capilla. Debe tener un crucifijo o una imagen que inspire devoción, en lugar central o visible. Una pila de agua bendita para signarse al entrar y salir recordando el propio bautismo. La piscina o pequeño lavabo con desagüe a tierra para el agua de las purificaciones de vasos sagrados y purificadores. Una campanita para indicar el momento de salir, o para pedir silencio antes o después de las concelebraciones.
Se necesita una mesa para revestirse (se acomodan las vestiduras según se indica en el Apéndice 1); algún taburete para preparar el cáliz, con un pequeño armario para corporales, purificadores, palias, y purificadores sucios. Debe estar al alcance la Agenda Litúrgica o el calendario con indicaciones sobre las fiestas propias, la libreta de intenciones, tarjetitas para la intención de cada Misa, sobres para el estipendio; así como haber cuadros indicando el nombre del Santo Titular y del Obispo diocesano, las oraciones de preparación y acción de gracias.
Todo ésto puede realizarse en una gran cómoda central. Se requiere además un closet, y un armario de seguridad, para guardar las cosas. Los objetos que se usan diario o frecuentemente se guardan aparte de los que rara vez sirven.
En los cajones de la gran cómoda se guardan los ornamentos, es decir, los lienzos o vestiduras preciosas en hilo metálico o rico bordado. Es mejor tener extendidas estas vestiduras que dobladas. Las capas y casullas pesadas no conviene colgarlas porque rompen o vencen pronto el gancho. Se guardan de preferencia extendidas, no dobladas, con una tela adamascada ligera entre ellas. Así, en la cómoda están las casullas y dalmáticas barrocas, los toldos del varipalio, los mejores humerales, los frontales, manteles, conopeos y dalmáticas. Es decir, las cosas que deben conservarse mejor o que se usen más raramente.
En el closet se cuelgan las casullas y albas de uso ordinario, de preferencia agrupadas las albas por tallas y las casullas por color, poniendo las indicaciones en las perchas. También están, de preferencia separados, las sotanas, cotas, estolones, y las vestiduras de los acólitos y ministros.
En armario seguro se guardan, como caja fuerte, los cálices, copones, patenas, llave del sagrario, crismeras, relicarios, y todo lo que requiera mayor seguridad. Puede haber otro espacio para purificadores y corporales limpios y sucios, manutergios limpios y sucios, cerillos, mechas, vinajeras, las hostias y el vino de consagrar para uso inmediato. Y una estantería para la Biblia, el Evangeliario, los Leccionarios y Misales, los Rituales y demás materiales necesarios.
Conviene que haya lugar para lavarse las manos, con agua caliente y fría; 2 toallas limpias colgadas (para sacerdotes y para otras personas), jabón y espejo para revisar el porte antes de salir. Y un reloj.
La sacristía debe estar aseada y ordenada, y conservar clima de silencio. De suerte que los sacerdotes en ella puedan celebrar privadamente la Liturgia de las Horas, hacer su meditación, preparar la homilía, etc. Es un abuso jugar, charlotear o fumar en ella. No es salón de tertulias, gabinete de lectura del periódico, ni lugar de juego para los acólitos.
Y ahí debe lucir un gran orden y aseo. No hace falta lujo, pero tampoco guandajez. Cuando las sacerdotes hallan cada cosa en su sitio, se encuentran estimulados a realizar bien su ministerio. El desaseo y desorden deterioran las cosas y el ánimo. Libre de todo trasto viejo, candelero o silla rota, floreros o imágenes mutiladas, etc.
Es importante darle ventilación, abriendo frecuentemente las ventanas, pero evitando corrientes bruscas. Así se conservan mejor las cosas. En los cajones, pone rosas secas, pastilla de alcanfor, o algún desodorante y protector de polillas.
b) Sacristía de trabajo:
La sacristía de trabajo sirve como pequeña bodega y área de preparación de cosas. Puede servir de habitación para que los acólitos, ministros y coro se revistan, teniendo incluso guardería de zapatos (para evitar tenis o huaraches y tener aseado el calzado).
Requiere una mesa para colocar las cosas que se preparan. Además, está el brasero para encender las brasas, el soporte del incensario y la naveta, la cruz alta con su base, los ciriales con su base y ,según la costumbre romana, 6 hachones. Tiene el burro de planchar y la plancha. Conviene un refrigerador, y lavabo grande con agua fría y caliente.
Ahí se guarda la pulidora, aspiradora, material de limpieza. Se tiene repuesto para velas, carbón. Se guarda la base del Cirio Pascual, las palmas benditas, las imágenes del Nacimiento y de algunas fiestas, los motivos más delicados de la procesión del Corpus. Las banderas y estandartes, las astas del varipalio, tienen un lugar adecuado. Podrían estar algunas cortinas, candeleros, alfombras, floreros, velas, escaleras, gradines. Con el acomodo y el mobiliario que mejor favorezca el trabajo y el orden.
El sacristán barre, trapea y sacude diariamente la sacristía. Después del uso de las cosas las acomoda en el lugar correspondiente. Lo que no se ocupa de cortinas, candeleros, floreros, telas, cuadros, alfombras, llevarlo a la bodega.
Cuando hay vestiduras litúrgicas nuevas avisa al Sacerdote para que en la siguiente Misa los bendiga. Requieren bendición también los ornamentos que sufrieron tales cambios o lesiones que dejaron de ser aptos o dejaron de ser los mismos, o si fueron empleados para usos indecorosos, o expuestos a venta pública. Los que son inútiles del todo, quemarlos y tirar las cenizas en la piscina o enterrarlas para no ser pisadas, no usarlos para adornar habitación ni para usos profanos.

Recuperar la Sacristía como un lugar de oración y de preparación


Archivo:Sacristía de San Pedro Lima.jpg

El título de este artículo puede sonar extraño precisamente porque el  actual estado de muchas sacristías ha adquirido una atmósfera de sala de trabajo, o de sala de visitas. No es una imagen poco común el ver a los ministros o a los laicos entrando y saliendo para ver al sacerdote, o a los sacerdotes hablando entre ellos, y cosas por el estilo. Se oyen comúnmente discusiones acerca de eventos deportivos, del trabajo, del clima, o de actividades de la parroquia. Sin duda la mayoría de nosotros ha participado también en esto mismo en los últimos años, al menos en parte – sin duda puedo incluirme a mí mismo en la lista. En una cultura desprovista del silencio e inclinada más a la actividad externa que a la preparación y participación interior esto no es una sorpresa, es un síntoma.

En la práctica, lo que ha sucedido a menudo es que nuestras sacristías han llegado a ser vistas como algo meramente útil, y separado de la liturgia misma. Son simplemente las salas para que los ministros y el clero se revistan – “backstage” si lo prefieren – a menudo vaciadas del ceremonial y desprovistas de las oraciones para revestirse. Socializar puede ser agradable, por supuesto, pero la sacristía idealmente debería ser, antes de la Misa, un lugar de preparación, y no de simple preparación material sino de preparación espiritual. Después de la Misa, es un lugar de piadosa acción de gracias por los Sagrados Misterios ofrecidos.

Si uno entra en sacristías antiguas, particularmente en lugares como Italia, es probable que uno vea, ubicado prominentemente en algún lugar, un aviso que cuenta una historia diferente de lo que la sacristía puede e idealmente debe ser:

Tratándose de un lugar de preparación espiritual para el acto más fuerte y central de nuestra fe, debía observarse una atmósfera de silenciosa calma, o incluso silencio, en la sacristía. En esta atmósfera, el sacerdote reza mientras se reviste, y los ministros asisten en la preparación para el Santo Sacrificio.

Se podría pensar que esto ha sido eliminado de la liturgia romana moderna, pero de hecho, el parágrafo 45 de la Instrucción General del Misal Romano (2002) señala lo siguiente:

“Ya desde antes de la celebración misma, es laudable que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristía, en el ‘secretarium’ y en los lugares más cercanos para que todos se dispongan devota y debidamente para la acción sagrada”.

Esta recomendación debiera ser tomada seriamente por cada uno de nosotros, porque hemos de notar que la atmósfera y el acercamiento que tenemos en la sacristía puede influenciar en el carácter de la celebración de la Misa misma, tanto para los sacerdotes como para los ministros.

De todo esto, algunas sugerencias, particularmente para los sacerdotes, quienes están en mejor posición para poner esto en práctica:

Sugerencia Uno: Recuperar el silencio en la sacristía y catequizar

Me gustaría animar a nuestros sacerdotes a recuperar este aspecto preparatorio en sus parroquias y capillas, catequizando al respecto, no sólo a los ministros, sino incluso a todos los miembros de la parroquia. Esto puede ocasionar la oportunidad de catequizar acerca de nuestra preparación para la Misa misma, porque si la sacristía ha de ser tratada en esta forma, ¿cómo deberíamos acercarnos a la Iglesia y al mismísimo augusto Sacrificio?

Sugerencia Dos: Recuperar las oraciones para revestirse

Recuperar el uso de las oraciones al revestirse con los distintos ornamentos, incluyendo el tocar el amito con la parte de atrás de la cabeza, el beso de la Cruz de la estola, etc. Se puede considerar el imprimir y plastificar copias de estas oraciones en latín y en vernáculo, para hacerlas más accesibles tanto para ustedes como para los otros clérigos. También el fijar y enmarcar una copia de las mismas en la sacristía (cerca del lugar donde se revisten), en un modo más permanente.

Sugerencia Tres: El Crucifijo

La mayoría de las sacristías tienen aún un Crucifijo en la pared o en otro lado de las mismas, pero si éste ha sido quitado o está en un lugar menos destacado, puede considerarse el devolverle una mayor prominencia. Tómenlo como punto de atención, tanto para ustedes como para los ministros, en la forma en que tradicionalmente era considerado tanto antes como después de la Misa.

Sugerencia Cuatro: Colocar un cartel de “Silencio” en la sacristía

Poner el propio cartel de “Silentium/Silencio” en la sacristía (en latín, en vernáculo, o en ambos). Puede tratarse de una simple impresión enmarcada, o de algo más adornado. Esto servirá como un “santo aviso” para los sacerdotes, los ministros, y los laicos en general. No sólo recordará, sino que también servirá como oportunidad para la catequesis.

Sugerencia Cinco: La Bendición

Si no la están haciendo ya, junto con la inclinación a la Cruz al final de la Misa, recuperen la ceremonia de bendición de los ministros que sigue a la Misa. Esto enfatiza que la sacristía no es un lugar carente de oración y ceremonia.

¿Por qué no comenzar con estas cosas en la próxima Santa Misa?

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