Benedicto XVI mudó algunas tareas competencias del Culto Divino a la Rota Romana porque quiere que el dicasterio solo se dedique a la promoción de un nuevo movimiento litúrgico
Por: ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO
Su publicación, del 27 de septiembre, pasó casi
inadvertida. Benedicto XVI dio a conocer una carta apostólica en forma de motu
proprio titulada “Quaerit Semper”, en la que transfirió a la Rota Romana la
competencia con respecto a dos materias que hasta ahora trataba la Congregación
para el culto divino y la disciplina de los sacramentos. La primera de ellas
tiene que ver con la nulidad de la ordenación sacerdotal que, como sucede con el
matrimonio, puede anularse por vicios de materia y de forma, de consenso o de
intención, tanto del obispo que ordena como del clérigo que es
ordenado.
La segunda materia, en cambio, es la dispensa en
los casos de los matrimonios contraídos pero no consumados. El matrimonio es, de
hecho, indisoluble, pero la dispensa se da solo en el caso en el que no se haya
consumado (mediante una relación íntima entre los esposos). Los cónyuges, de
esta manera (ambos o uno solo de ellos) pueden obtener que la Santa Sede otorgue
una dispensa que deshace el vínculo. El estudio y el análisis de estas prácticas
ocupaba mucho del tiempo de la Congregación para el culto divino, que dirige el
cardenal español Antonio Cañizares Llovera.
Pero, para comprender las razones por las que
Benedicto XVI tomó esta decisión, hay que considerar un pasaje del motu proprio
que dice: «En las circunstancias actuales, ha parecido conveniente que la
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos se dedique
principalmente a dar nuevo impulso a la promoción de la Sagrada Liturgia en la
Iglesia, según la renovación querida por el Concilio Vaticano II a partir de la
Constitución Sacrosanctum Concilium».
El dicasterio del culto debe dedicarse «a dar un
nuevo impulso» a la promoción de la liturgia, según la centralidad en la que
tanto insiste el Papa Ratzinger, pero también (y sobre todo) con el ejemplo. No
debe escapársenos la referencia a la constitución conciliar, la primera aprobada
por el Vaticano II, que Benedicto XVI quiere volver a hacer presente. No es
ningún misterio que durante los años del post-concilio, en nombre del Concilio,
se hayan hecho reformas que no siguen las líneas establecidas por el Concilio y
alejándose de la tradición. La idea de Ratzinger, que ha expresado en más de una
ocasión, es la de hacer que nazca desde abajo un nuevo movimiento litúrgico para
que crezca la consciencia de la importancia de la liturgia bien celebrada y para
que se reduzcan al mínimo los abusos.
«Lo que considero absolutamente necesario y urgente –había dicho el
cardenal Cañizares– es dar vida
a un movimiento litúrgico nuevo, claro y vigoroso en toda la Iglesia. Porque,
como explica Benedicto XVI en el primer volumen de su Opera
Omnia, en la relación con la liturgia se decide el destino de la fe y de la
Iglesia. Cristo está presente en la Iglesia mediante los sacramentos.
Dios es el sujeto de la liturgia, no nosotros. La liturgia no
es una acción del hombre, sino una acción de Dios».
«La renovación conciliar –continúa el Prefecto
del culto divino– ha sido entendida como una ruptura y no como un desarrollo
orgánico de la tradición. Debemos renovar el espíritu de la liturgia y por ello
son significativos los gestos que introdujo el Papa en las liturgias: la
orientación de la acción litúrgica, la cruz al centro del altar, la lengua
litúrgica, la comunión de rodillas, el canto gregoriano, el espacio para el
silencio, la belleza del arte sacro y el haberle dado libre ciudadanía a la
Misa Antigua. También es necesario y urgente promover la adoración eucarística:
ante la presencia real del Señor no se puede más que adorarlo».
«Debemos considerar la renovación litúrgica –concluía el cardenal
español– según la hermenéutica de la continuidad en la reforma indicada por
Benedicto XVI para leer el Concilio. Y para hacerlo hay que superar la tendencia
a “congelar” el estado actual de la reforma post-conciliar, que no le hace
justicia al desarrollo orgánico de la liturgia de la Iglesia.
Estamos intentando
llevar a cabo un gran empeño en la formación de los sacerdotes, seminaristas
consagrados y fieles laicos, para favorecer la comprensión del verdadero
significado de las celebraciones de la Iglesia. Esto implica una adecuada y muy
amplia instrucción, la vigilancia y la fidelidad en los ritos y una auténtica
educación para vivirlos plenamente. Este esfuerzo estará acompañado por la
revisión y la actualización de
los textos que introducen a las diferentes celebraciones. También estamos
conscientes de que impulsar este movimiento no será posible sin una renovación
de la pastoral de la iniciación cristiana».
¡Muy oportuno! Me gusta
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