CEREMONIAL OBISPOS: LA MISA ESTACIONAL



CEREMONIAL DE LOS OBISPOS
La Misa estacional del obispo diocesano

PARTE II.

LA MISA

CAPÍTULO I.

LA MISA ESTACIONAL DEL OBISPO DIOCESANO

NOCIONES GENERALES

119. La principal manifestación de la Iglesia local tiene lugar cuando el Obispo, gran sacerdote de su grey, celebra la Eucaristía sobre todo en la iglesia catedral, rodeado por su presbiterio y los ministros, con plena y activa participación de todo el pueblo santo de Dios.

Esta Misa, llamada estacional, manifiesta tanto la unidad de la Iglesia local, como la diversidad de ministerios alrededor del Obispo y de la Sagrada Eucaristía [1].

Por lo tanto, convóquese a ella la mayor cantidad de fieles; los presbíteros concelebren con el Obispo; los diáconos ejerzan su ministerio, los acólitos y lectores desempeñen su oficio propio [2].

120. Esta forma de celebrar la Misa se ha de conservar sobre todo en las mayores solemnidades del año litúrgico, cuando el Obispo consagra el sagrado crisma, y en la Misa vespertina en la Cena del Señor [3], en las celebraciones del Santo Fundador de la Iglesia local o del Patrono de la diócesis; en el “día natalicio” del Obispo, en las grandes reuniones del pueblo cristiano y también en la visita pastoral.

121. La Misa estacional se celebrará con canto, según las normas que se encuentran en la Instrucción general del Misal Romano [4].

122. Conviene que haya por lo menos tres diáconos, que sean verdaderamente tales, uno que sirva al Evangelio y al altar, y otros dos que asistan al Obispo. Si son varios distribúyanse entre sí los diversos ministerios, y por lo menos uno de ellos preocúpese de la participación activa de los fieles.

Si no pueden ser verdaderos diáconos entonces es conveniente que su ministerio lo cumplan los presbíteros, los cuales vestidos con sus vestiduras sacerdotales, concelebren con el Obispo, aunque deban celebrar otra Misa por el bien pastoral de los fieles.

123. Si hay Capítulo en la iglesia catedral, conviene que todos los canónigos concelebren con el Obispo la Misa estacional [5], sin que por ello queden excluídos otros presbíteros.

Los Obispos que acaso se encuentren presentes, y los canónigos que no concelebren, estén con sus vestiduras corales.

124. Cuando por alguna circunstancia especial no se pueda unir la Hora correspondiente de la Liturgia de las Horas a la Misa estacional del Obispo, y al Capítulo le incumbe la obligación coral, éste deberá rezarla en el momento oportuno [6].

125. Cosas que hay que preparar:

a) En el presbiterio y en su lugar correspondiente:

- el Misal;

- el Leccionario;

- Plegarias Eucarísticas para los concelebrantes;

- texto para la oración universal, tanto para el Obispo como para el diácono;

- libro de cantos;

- cáliz de suficiente capacidad, cubierto con un velo;

- (palia);

- corporal;

- purificadores;

- palangana, jarra con agua y toalla;

- recipiente con agua para ser bendecida cuando se usa en el acto penitencial;

- patena para la comunión de los fieles.

b) En un lugar adecuado:

- pan, vino y agua (y otras ofrendas).

c) En el secretarium:

- el Evangeliario;

- incensario y la naveta con incienso;

- cruz para ser llevada en la procesión;

- siete (o por lo menos dos) candeleros con cirios encendidos;

y además:

- para el Obispo: palangana, jarra con agua y toalla; amito, alba, cíngulo, cruz pectoral, estola, dalmática, casulla (palio, para el metropolitano), solideo, mitra, anillo, báculo;

- para los concelebrantes: amitos, albas, cíngulos, estolas, casullas;

- para los diáconos: amitos, albas, cíngulos, estolas, dalmáticas;

- para los demás ministros: amitos, albas, cíngulos; o sobrepellices para revestirlas sobre la sotana; u otras vestiduras legítimamente aprobadas. Las vestiduras litúrgicas deben ser del color de la Misa que se celebra, o de color festivo [7].

LLEGADA Y PREPARACIÓN DEL OBISPO

126. Después de que haya sido recibido el Obispo, según se indicó antes (n. 79), éste, ayudado por los diáconos asistentes y otros ministros, los cuales ya tienen puestas las vestiduras litúrgicas antes de que él llegue, deja en el secretarium la capa o la muceta, y según el caso, también el roquete, se lava las manos y se reviste con amito, alba, cruz pectoral, estola, dalmática y casulla.

Después uno de los dos diáconos coloca la mitra al Obispo. Pero si es Arzobispo, antes de recibir la mitra, el primer diácono le coloca el palio.

Entre tanto los presbíteros concelebrantes y los otros diáconos, que no sirven al Obispo, se ponen sus vestiduras.

127. Cuando ya todos están preparados, se acerca el acólito turiferario, uno de los diáconos le presenta la naveta al Obispo, el cual pone incienso en el incensario y lo bendice con el signo de la cruz. Luego recibe el báculo, que le presenta el ministro. Uno de los diáconos toma el Evangeliario, que lleva cerrado y con reverencia en la procesión de entrada.

RITOS INICIALES

128. Mientras se canta el canto de entrada, se hace la procesión desde el secretarium hacia el presbiterio. Se ordena de esta manera:

- el turiferario con el incensario humeante;

- un acólito que lleva la cruz, con la imagen del crucifijo puesta en la parte anterior; va entre siete, o por lo menos dos acólitos que llevan candeleros con velas encendidas;

- el clero de dos en dos;

- el diácono que lleva el Evangeliario;

- los otros diáconos, si los hay, de dos en dos;

- los presbíteros concelebrantes, de dos en dos;

- el Obispo, que va solo, lleva la mitra y el báculo pastoral en la mano izquierda, mientras bendice con la derecha:

- un poco detrás del Obispo, dos diáconos asistentes;

- por último los ministros del libro, de la mitra y del báculo.

Si la procesión pasa delante de la capilla del Santísimo Sacramento, no se detiene ni se hace genuflexión [8].

129. Es recomendable que la cruz llevada procesionalmente se coloque cerca del altar, de tal manera que se constituya en la cruz del mismo altar. De lo contrario, se guarda.

Los candeleros se colocan cerca del altar, o sobre la credencia, o cerca del presbiterio.

El Evangeliario se coloca sobre el altar.

130. Todos al entrar al presbiterio, de dos en dos, hacen profunda reverencia al altar.

Los diáconos y los presbíteros concelebrantes suben al altar, lo besan y luego se dirigen a sus sitios.

131. Cuando el Obispo llega al altar, entrega al ministro el báculo pastoral, y dejada la mitra, junto con los diáconos y los otros ministros que lo acompañan, hace profunda reverencia al altar. En seguida sube al altar y, a una con los diáconos, lo besa.

Después, si es necesario, el acólito pone de nuevo incienso en el incensario y el Obispo, acompañado por los dos diáconos, inciensa el altar y la cruz (9).

Una vez incensado el altar, el Obispo acompañado por los ministros, se dirige a la cátedra por la vía más corta.

Dos diáconos se colocan de pie, uno a cada lado, cerca de la cátedra para estar preparados a servir al Obispo. Si éstos faltan, los suplen dos presbíteros concelebrantes.

132. Después el Obispo, los concelebrantes y los fieles, de pie, se signan con la señal de la cruz, mientras aquél, de cara al pueblo, dice: En el nombre del Padre.

Luego el Obispo, extendiendo las manos, saluda a la asamblea, diciendo: La paz sea con vosotros, u otra de las fórmulas que se encuentran en el Misal. Después el mismo Obispo, el diácono o uno de los concelebrantes puede hacer a los fieles una breve introducción sobre la Misa del día [10].

En seguida el Obispo invita al acto penitencial, que concluye diciendo: Dios Todopoderoso tenga misericordia. Si es necesario el ministro sostiene el libro ante el Obispo.

Cuando se emplea la tercera fórmula del acto penitencial, el Obispo, el diácono, u otro ministro idóneo dice las invocaciones.

133. El domingo, en vez del acto penitencial acostumbrado, se recomienda hacer la bendición y la aspersión del agua [11].

Después del saludo, el Obispo, de pie cerca a la cátedra, de cara al pueblo y teniendo delante de sí un recipiente con agua para ser bendecida, que le llevó el ministro, invita al pueblo a orar, y después de un breve tiempo de silencio, dice la oración de bendición.

Donde la tradición del pueblo aconseje que se conserve el uso de mezclar sal al agua, el Obispo bendice también la sal, y después la vierte en el agua.

El Obispo recibe del diácono el aspersorio, se rocía a sí mismo y a los concelebrantes, a los ministros, al clero y al pueblo y, según las circunstancias, recorre la iglesia acompañado por los diáconos. Entre tanto se canta el canto que acompaña a la aspersión.

El Obispo vuelve a la cátedra, y terminado el canto, de pie y con las manos extendidas dice la oración conclusiva.

Terminado lo anterior, cuando está prescrito, se canta o reza el himno Gloria a Dios en el cielo.

134. Después del acto penitencial se dice el Señor, ten piedad, a no ser que se hubiera hecho la aspersión con agua, o se hubiera empleado la tercera fórmula del acto penitencial, o las rúbricas determinen otra cosa.

135. El himno Gloria a Dios en el cielo se dice según las rúbricas. Lo puede iniciar o el Obispo, o uno de los concelebrantes, o los cantores. Mientras se dice el himno, todos están de pie.

136. Luego el Obispo, invita al pueblo a orar, y teniendo las manos juntas, canta o dice: Oremos; y luego de unos instantes de silencio, con las manos extendidas, dice la oración colecta. Para ello tiene ante sí el libro que le presenta el ministro. El Obispo junta las manos cuando concluye la oración, y dice Por nuestro Señor Jesucristo..., u otras palabras. Al final el pueblo aclama: Amén.

En seguida el Obispo se sienta y, como de costumbre, de uno de los diáconos recibe la mitra. Y todos se sientan. Los diáconos y los demás ministros se sientan según la disposición del presbiterio, pero de tal manera que se note la diferencia de grado con los presbíteros.

LITURGIA DE LA PALABRA

137. Después de terminada la oración colecta, el lector va al ambón y lee la primera lectura, la cual todos escuchan sentados. Al final canta o dice Palabra de Dios y todos responden con la aclamación.

138. Después el lector se retira. Todos en silencio meditan brevemente la lectura escuchada.

Luego, el salmista o cantor, o el mismo lector, canta o lee el salmo, según uno de los modos previstos [12].

139. Otro lector desde el ambón hace la segunda lectura, como se dijo antes, estando todos sentados y escuchando.

140. Sigue el Aleluya u otro canto, según las exigencias del tiempo litúrgico. Al iniciarse el Aleluya todos se ponen de pie, menos el Obispo.

Se acerca el turiferario y uno de los diáconos le presenta la naveta. El Obispo pone incienso y lo bendice sin decir nada.

El diácono que va a proclamar el Evangelio, se inclina profundamente ante el Obispo, pide la bendición en voz baja, diciendo: Padre, dame tu bendición. El Obispo lo bendice, diciendo: El Señor esté en tu corazón. El diácono se signa con el signo de la cruz y responde: Amén.

Entonces el Obispo, dejada la mitra, se levanta.

El diácono se acerca al altar y allí van también el turiferario con el incensario humeante, y los acólitos con los cirios encendidos. El diácono hace inclinación al altar y toma reverentemente el Evangeliario, y omitida la reverencia al altar, llevando solemnemente el libro, se dirige al ambón, precedido por el turiferario y los acólitos con cirios.

141. En el ambón, el diácono, teniendo las manos juntas, saluda al pueblo. Al decir las palabras Lectura del santo Evangelio, signa el libro y luego se signa a sí mismo, en la frente, la boca y el pecho, lo cual hacen todos los demás. Entonces el Obispo recibe el báculo. El diácono inciensa el libro y proclama el Evangelio, estando todos de pie y vueltos hacia el diácono, como de costumbre. Terminado el Evangelio, el diácono lleva el libro al Obispo para que lo bese. Este dice en secreto: Por la lectura de este Evangelio; o también el mismo diácono besa el Evangeliario, diciendo en secreto la misma fórmula.

Por último, el diácono y los ministros regresan a sus sitios.

El Evangeliario se lleva a la credencia u otro lugar apropiado.

142. Luego, estando todos sentados, el Obispo, con mitra y báculo, si lo considera oportuno, y sentado en la cátedra, hace la homilía, a no ser que haya otro lugar más adecuado para ser visto y oído cómodamente por todos. Terminada la homilía, se puede tener algún momento de silencio.

143. Después de la homilía, a no ser que en este momento se celebre algún rito sacramental o consecratorio o de bendición, según las normas del Pontifical o del Ritual Romano, el Obispo deja la mitra y el báculo, se levanta y, todos de pie, se canta o se reza el Credo, según las rúbricas.

A las palabras y por obra del Espíritu Santo se encarnó ... todos se inclinan, pero en las solemnidades de la Anunciación y de Navidad, todos se arrodillan [13].

144. Terminado el Credo, el Obispo de pie en la cátedra, con las manos juntas, invita con la monición a los fieles a participar en la oración universal.

Después uno de los diáconos o el cantor o lector u otro, desde el ambón o desde otro lugar apropiado, dice las intenciones, y el pueblo participa según le corresponde. Por último el Obispo, con las manos extendidas, concluye las preces con la oración.

LITURGIA EUCARÍSTICA

145. Terminada la oración universal, el Obispo se sienta y recibe la mitra. Los concelebrantes y el pueblo igualmente se sientan. Entonces se comienza el canto para la presentación de los dones, que se prolonga por lo menos hasta que éstos sean colocados sobre el altar.

Los diáconos y acólitos colocan en el altar el corporal, el purificador, el cáliz y el Misal.

Luego se traen las ofrendas. Es conveniente que los fieles manifiesten su participación trayendo pan y vino para la celebración de la Eucaristía, y también otros dones con los que se ayude a las necesidades de la Iglesia y de los pobres.

Los diáconos o el mismo Obispo reciben las ofrendas de los fieles en un lugar adecuado. Los diáconos llevan el pan y el vino al altar, lo demás a un lugar apropiado, preparado con anterioridad.

146. El Obispo va al altar, deja la mitra, recibe del diácono la patena con pan, y con ambas manos la eleva un poco sobre el altar, diciendo en secreto la fórmula correspondiente. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal.

147. Entre tanto, el diácono vierte vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto el agua unida al vino [14]. Después el Obispo presenta el cáliz, que tiene con ambas manos un poco elevado sobre el altar, dice en secreto la fórmula establecida, y luego, deja el cáliz sobre el corporal, y el diácono, si se requiere, lo cubre con la palia.

148. Después el Obispo, inclinado en medio del altar, dice en secreto: acepta, Señor, nuestro corazón contrito.

149. En seguida el turiferario se acerca al Obispo, el diácono le presenta la naveta, y el Obispo pone incienso y lo bendice. Después el Obispo mismo recibe del diácono el incensario, y acompañado por éste, inciensa las ofrendas [15], el altar y la cruz, como lo hizo al principio de la Misa. Terminada esta incensación, todos se ponen de pie, el diácono desde un lado del altar inciensa al Obispo, el cual está de pie y sin mitra; luego a los concelebrantes y después al pueblo.

Téngase cuidado de que la monición Orad, hermanos, y la oración sobre las ofrendas no se digan antes de que haya terminado la incensación.

150. Una vez incensado el Obispo, que se encuentra a un lado del altar y sin mitra, se le acercan los ministros con la jarra del agua, la palangana y la toalla. El Obispo se lava y se seca las manos. Si es necesario uno de los diáconos toma el anillo del Obispo. Mientras éste se lava las manos dice en secreto: Lávame, Señor, mis culpas. Una vez que ha secado las manos y colocado el anillo, el Obispo regresa al centro del altar.

151. El Obispo, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos invita al pueblo a orar, diciendo: Orad, hermanos.

152. Una vez dada la respuesta El Señor reciba de tus manos, el Obispo, con las manos extendidas, canta o dice la oración sobre las ofrendas. Al final el pueblo aclama: Amén.

153. Después el diácono toma el solideo del Obispo y lo entrega al ministro. Los concelebrantes se acercan al altar y están de pie cerca de él, de tal manera que no impidan el desarrollo de los ritos y que la acción sagrada pueda ser mirada atentamente por los fieles.

Los diáconos están detrás de los concelebrantes, para que cuando sea necesario, uno de ellos sirva en lo referente al cáliz o al misal. Ninguno permanezca entre el Obispo y los concelebrantes, o entre éstos y el altar.

154. Entonces el Obispo empieza la Plegaria Eucarística con el prefacio. Extendiendo las manos canta o dice: El Señor esté con vosotros, y cuando dice: Levantemos el corazón, eleva las manos, y con ellas extendidas, añade: Demos gracias al Señor nuestro Dios. Después de que el pueblo respondió: Es justo y necesario, el Obispo prosigue con el prefacio. Una vez terminado éste, junta las manos y canta juntamente con los concelebrantes, los ministros y el pueblo: Santo.

155. El Obispo prosigue la Plegaria Eucarística según lo que se dice en los nn. 171-191 de la Instrucción general del Misal Romano y en las rúbricas que se encuentran en cada una de las Plegarias.

Las partes que dicen todos los concelebrantes a la vez, con las manos extendidas, deben pronunciarlas en voz baja, de modo que la voz del Obispo se escuche claramente. En las Plegarias Eucarísticas I, II y III el Obispo, después de las palabras: con tu siervo el Papa N., añade: conmigo indigno siervo tuyo. En la Plegaria Eucarística IV, después de las palabras: de tu servidor el Papa N., añade: de mí indigno siervo tuyo.

Si el cáliz y el copón están cubiertos, el diácono los descubre antes de la epíclesis.

Uno de los diáconos coloca el incienso en el incensario y en cada una de las elevaciones inciensa la hostia y el cáliz.

Los diáconos permanecen de rodillas desde la epíclesis hasta la elevación del cáliz.

Después de la consagración el diácono, si se juzga conveniente, vuelve a cubrir el cáliz y el copón.

Dicho por el Obispo: Este es el Sacramento de nuestra fe, el pueblo responde con la aclamación.

156. Las intercesiones particulares, sobre todo en la celebración de algún rito sacramental, bien consecratorio o de bendición, háganse según la estructura de cada una de las Plegarias Eucarísticas, empleando los textos que se encuentran en el Misal o en otros libros litúrgicos [16].

157. En la Misa crismal, antes de que el Obispo diga en la Plegaria Eucarística I: Por quien sigues creando todos los bienes, o antes de la doxología Por Cristo, en las otras Plegarias Eucarísticas, se hace la bendición del óleo de los enfermos, como se dice en el Pontifical Romano, a no ser que por razones pastorales, se haya hecho después de la Liturgia de la Palabra.

158. Para la doxología final de la Plegaria Eucarística, el diácono, de pie al lado del Obispo, tiene elevado el cáliz, mientras el Obispo eleva la patena con la hostia, hasta que el pueblo haya respondido Amén. La doxología final de la Plegaria Eucarística la dice o sólo el Obispo, o a una con todos los concelebrantes.

159. Terminada la doxología de la Plegaria Eucarística, el Obispo, con las manos juntas, hace la monición previa al Padrenuestro, que todos lo cantan o lo rezan. Tanto el Obispo como los concelebrantes están con las manos extendidas.

160. El Obispo, con las manos extendidas, dice él solo: Líbranos de todos los males. Los presbíteros concelebrantes, juntamente con el pueblo, dicen la aclamación final: Tuyo es el reino.

161. A continuación el Obispo dice la oración: Señor Jesucristo, que dijiste. Terminada ésta, el Obispo, dirigiéndose a la asamblea, anuncia la paz diciendo: La paz del Señor esté siempre con vosotros. El pueblo responde: Y con tu espíritu. Si se cree oportuno, uno de los diáconos, dirigiéndose a la asamblea, hace la invitación para la paz con estas palabras: Daos fraternalmente la paz.

El Obispo da la paz al menos a los dos concelebrantes más cercanos a él, después al primero de los diáconos. Y todos según la costumbre de cada lugar, se manifiestan mutuamente la paz y la caridad [17].

162. El Obispo inicia la fracción del pan y la prosiguen algunos de los presbíteros concelebrantes, y entre tanto se repite Cordero de Dios, cuantas veces sea necesario para acompañar la fracción del pan. El Obispo deja caer una partícula en el cáliz, diciendo en secreto: El Cuerpo y la Sangre.

163. Dicha en secreto la oración antes de la Comunión, el Obispo hace genuflexión y toma la patena. Los concelebrantes uno a uno se acercan al Obispo, hacen genuflexión, y de él reciben reverentemente el Cuerpo de Cristo, y teniéndolo con la mano derecha, y colocando la izquierda debajo, se retiran a sus lugares. Sin embargo, los concelebrantes pueden permanecer en sus lugares y recibir allí mismo el Cuerpo de Cristo.

Luego el Obispo toma la hostia, la sostiene un poco elevada sobre la patena, y, dirigiéndose a la asamblea, dice: Este es el Cordero de Dios, y prosigue con los concelebrantes y el pueblo diciendo: Señor, no soy digno.

Mientras el Obispo comulga el Cuerpo de Cristo, se inicia el canto de Comunión.

164. El Obispo, una vez que bebió la Sangre de Cristo, entrega el cáliz a uno de los diáconos y distribuye la Comunión a los diáconos y también a los fieles.

Los concelebrantes se acercan al altar y beben la Sangre, que los diáconos les presentan. Estos limpian el cáliz con el purificador, después de la Comunión de cada uno de los concelebrantes [18].

165. Acabada la Comunión, uno de los diáconos bebe la Sangre que hubiere, lleva el cáliz a la credencia y allí, en seguida, o después de la Misa, lo purifica y arregla. El otro diácono, o uno de los concelebrantes, si hubieren quedado hostias consagradas, las lleva al tabernáculo, y en la credencia purifica la patena o el copón sobre el cáliz, antes de que éste sea purificado.

166. Cuando el Obispo, después de la Comunión regresa a la cátedra, vuelve a tomar el solideo, y, si es necesario, se lava las manos. Todos sentados, pueden guardar unos momentos de sagrado silencio, o cantar un cántico de alabanza o un salmo.

167. Después el Obispo de pie en la cátedra, y sosteniéndole el libro el ministro, o habiendo regresado al altar con los diáconos, canta o dice:Oremos y, con las manos extendidas, dice la oración después de la Comunión, a la cual puede preceder un breve tiempo de silencio, a no ser que ya lo haya habido después de la Comunión. Terminada la oración el pueblo aclama: Amen.

RITOS DE CONCLUSIÓN

168. Terminada la oración después de la Comunión, se dan, si lo hay, breves avisos al pueblo.

169. Finalmente el Obispo recibe la mitra, y extendiendo las manos, saluda al pueblo, diciendo: El Señor esté con vosotros, al cual responde el pueblo: Y con tu espíritu. Uno de los diáconos puede invitar a todos diciendo: Inclinaos para recibir la bendición, o algo similar. Y el Obispo da la bendición solemne, usando la fórmula más conveniente de entre las que se encuentran en el Misal, en el Pontifical o en el Ritual Romano. Mientras dice las primeras invocaciones, o la oración, tiene extendidas las manos sobre el pueblo. A las invocaciones todos responden: Amén. Luego recibe el báculo (19), y dice: La bendición de Dios todopoderoso, y haciendo tres veces el signo de la cruz sobre el pueblo, agrega: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El Obispo puede impartir también la bendición con las fórmulas que se proponen más adelante en los nn. 1120-1121.

Pero cuando imparte la bendición apostólica, según las normas del derecho, ésta se da en vez de la bendición acostumbrada. La anuncia el diácono y se da según sus propias fórmulas [20].

170. Dada la bendición uno de los diáconos despide al pueblo, diciendo:Podéis ir en paz; y todos responden: Demos gracias a Dios.

Después el Obispo besa el altar, como de costumbre, y le hace la debida reverencia. También los concelebrantes y todos los que están en el presbiterio, saludan el altar, como al principio, y regresan procesionalmente al secretarium, en el mismo orden en que vinieron.

Cuando llegan al secretarium todos, a una con el Obispo, hacen reverencia a la cruz. Luego los concelebrantes saludan al Obispo, y con diligencia dejan las vestiduras en sus sitios. También los ministros, conjuntamente, saludan al Obispo y dejan todo lo que utilizaron en la celebración que acaba de terminar. Luego se quitan las vestiduras litúrgicas.

Pongan todos esmero en guardar silencio, respetando así tanto la común disposición de ánimo como la santidad de la casa de Dios.

CAPÍTULO II.

OTRAS MISAS CELEBRADAS POR EL OBISPO

171. Aun cuando el Obispo celebre la Misa con menor concurrencia de pueblo y de clero, ordénese todo de tal manera que aparezca como el gran sacerdote de su grey, pastor de toda su Iglesia. Así, pues, cuando visite parroquias o comunidades de su diócesis, es conveniente que los presbíteros de la parroquia o de la comunidad concelebren con él.

172. Ayudará un diácono revestido con las vestiduras de su orden. Si no lo hay, un presbítero leerá el Evangelio y servirá al altar; y si éste no concelebra, vista alba y estola.

173. Obsérvese todo lo que en la Instrucción general del Misal Romano se describe acerca de la Misa con pueblo [21].

Además, cuando el Obispo se reviste las vestiduras, recibe también la cruz pectoral, y como de costumbre, el solideo.

Usa la mitra y el báculo, si las circunstancias así lo aconsejan.

Al inicio de la Misa saluda al pueblo, diciendo: La paz sea con vosotros, o La gracia de nuestro Señor.

El que va a leer el Evangelio, sea el diácono o el presbítero, aun si éste concelebra, pide y recibe la bendición del Obispo. Leído el Evangelio, se lleva el libro al Obispo para que lo bese, o también pueden besarlo el diácono o el presbítero.

Antes del prefacio, el diácono entrega al ministro el solideo del Obispo.

En las Plegarias Eucarísticas I, II y III, el Obispo después de las palabras: el Papa N. añade: conmigo indigno siervo tuyo. En la Plegaria Eucarística IV, después de las palabras: el Papa N., añade: de mí indigno siervo tuyo.

Al final de la Misa, el Obispo bendice, como se dice en los nn. 1120-1121.

174. El Obispo, que no es Ordinario del lugar, con el consentimiento del Obispo diocesano, puede usar en la celebración la cátedra y el báculo (cf. n. 47 y n. 59).

CAPÍTULO III.

MISA PRESIDIDA POR EL OBISPO SIN QUE CELEBRE LA EUCARISTÍA

175. Como según la doctrina y la tradición de la Iglesia es propio del Obispo presidir la Eucaristía en sus comunidades, es sumamente conveniente que cuando el Obispo está presente en la Misa, él celebre la Eucaristía.

Pero si por justa causa está presente en la Misa sin celebrarla, es mejor, a no ser que otro Obispo vaya a celebrar, que él presida celebrando por lo menos la Liturgia de la Palabra y bendiciendo al final al pueblo [22]. Esto vale sobre todo para aquellas celebraciones eucarísticas en las cuales se realiza algún rito sacramental, o consecratorio o de bendición.

En estos casos obsérvese lo que se dice más adelante.

176. El Obispo, recibido según el modo descrito en el n. 79, en el secretarium, o en otro sitio conveniente, reviste sobre el alba: la cruz pectoral, la estola y el pluvial del color conveniente, y como de costumbre, recibe la mitra y el báculo. Lo asisten dos diáconos, o por lo menos uno, revestidos con las vestiduras propias de su orden. Si no hay diáconos, lo asisten dos presbíteros revestidos con pluvial.

177. En la procesión hacia el altar, el Obispo avanza detrás del celebrante o de los concelebrantes, acompañado por sus diáconos y ministros.

178. Cuando llegan al altar, el celebrante o los concelebrantes hacen profunda reverencia. Pero si el Santísimo Sacramento se conserva en el presbiterio, hacen genuflexión. Luego suben al altar, lo besan y se dirigen al asiento que se les asignó.

El Obispo entrega al ministro el báculo pastoral, y dejada la mitra, hace, junto con los diáconos y los ministros, profunda reverencia al altar, a no ser que, como en el caso anterior, se deba hacer genuflexión. Luego sube al altar y lo besa.

Si se usa incienso, el Obispo inciensa, según el modo acostumbrado, el altar y la cruz, acompañado por dos diáconos.

Luego por el camino más corto va a la cátedra con sus diáconos, los cuales se colocan a cada lado cerca de ella, para estar dispuestos a asistir al Obispo.

179. Desde el comienzo de la Misa hasta que se termina la Liturgia de la Palabra, obsérvense las normas dadas acerca de la Misa estacional del Obispo (cf. nn. 128-144). Sin embargo, si se ha de celebrar algún rito sacramental, o consecratorio o de bendición, ténganse presente las normas referentes al Credo y a la oración universal.

180. Terminada la oración universal, o celebrado el rito sacramental, o consecratorio, o de bendición, el Obispo se sienta y recibe la mitra.

Entonces un diácono y los ministros preparan el altar como de costumbre. Si los fieles traen las ofrendas, las recibe el celebrante o el Obispo.

Después el celebrante, hecha profunda reverencia al Obispo, va al altar a iniciar la Liturgia de la Eucaristía, según el Rito de la Misa.

181. Si hay incensación, el Obispo es incensado después del celebrante. Dejada la mitra, se pone de pie para recibir la incensación.

De lo contrario lo hace después del Orad, hermanos, permanece de pie en la cátedra hasta la epíclesis en la Plegaria Eucarística.

182. Desde la epíclesis hasta terminar la elevación del cáliz, el Obispo, vuelto hacia el altar, se pone de rodillas en el reclinatorio preparado para este fin, o ante la cátedra o en otro sitio conveniente. Luego nuevamente se pone de pie en la cátedra.

183. Después de la invitación del diácono: Daos fraternalmente la paz, el Obispo da la paz a sus diáconos.

Si el Obispo comulga, en el altar toma el Cuerpo y la Sangre del Señor, después del celebrante.

184. Mientras se distribuye la sagrada Comunión, el Obispo puede sentarse hasta el principio de la oración después de la Comunión, la cual dice él mismo estando de pie en el altar o en la sede.

Terminada la oración, el Obispo bendice al pueblo, como se dice en los nn. 1120-1121. Uno de los diáconos asistentes despide al pueblo (cf. n. 170).

185. Por último, el Obispo y el celebrante, como de costumbre veneran el altar con el beso. Hecha la debida reverencia todos se retiran en el mismo orden en que vinieron.

186. Si el Obispo no preside la Misa según el modo antes descrito, participe en ella vestido con muceta y roquete, pero no en la cátedra, sino en el lugar más apto, que se le haya preparado.

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[1] Cf. Conc. Vat. Il, Const. de Sagrada Liturgia. Sacrosanctum Concilium, n. 41.

[2] Cf. ibidem, nn. 26-28.

[3] Cf. Misal Romano, Instrucción general, nn. 157-158 a.

[4] Cf. ibidem, nn 12, 18, 19, 77, 313. Si es del caso, atiéndase también a la Ordenación del Canto de la Misa. Cf. Misal Romano, Disposición del Canto de la Misa, Nociones preliminares. Cf. también S. Congr. de Ritos, lnstr. Musicam sacram, 5 de marzo de 1967, nn. 7, 16, 29-31: A.A.S. 59 (1967), pp. 302, 305, 308-309.

[5] Cf. Misal Romano, Instrucción general, n. 157.

[6] Cf. Liturgia de las Horas, Instrucción general, nn. 31 a y 93.

[7] Cf. Misal Romano, Instrucción general, n. 310.

[8] Cf. supra n. 71.

[9] En lo referente al modo de incensar el altar, como también las reliquias y las imágenes que quizás estén expuestas a la veneración de los fieles, cf. Supra nn. 93,95.

[10] Cf. Misal Romano, Instrucción general, n. 29.

[11] Cf. ibidem, Apéndice, Rito para bendecir el agua y asperjar con ella.

[12] Cf. Misal Romano, Ordenación de las Lecturas de la Misa, Nociones preliminares, n. 20.

[13] Cf. Misal Romano, Instrucción general n. 98.

[14] El diácono puede hacer la preparación del cáliz, y la infusión del vino y del agua en la credencia. Cf. Misal Romano, Instrucción general, n. 133.

[15] Sobre el modo de incensar la oblata, cf. supra nn. 91-93.

[16] Las intercesiones peculiares en el Misal Romano son:

1. En la Plegaria Eucarística I:

a) En el Memento de los vivos: por los padrinos, en la Misa de los escrutinios (MR, Misas Rituales I) y en la celebración del bautismo (MR, Misas Rituales I).

b) En el "Acepta, Señor, ...", (Hanc igitur): por los bautizandos (MR, Misas Rituales I); por los neófitos (MR, Misas Rituales I); por los confirmados (MR, Misas Rituales I); por los ordenados, diáconos, presbíteros, obispos (MR, Misas Rituales ll); por los esposos (MR, Misas Rituales IV) por las vírgenes consagradas (MR, Misas Rituales VI); por los religiosos profesos (MR, Misas Rituales VIl); en la Dedicación de una iglesia (MR, Misas Rituales VIII).

2. En las otras Plegarias Eucarísticas: por los difuntos en las Plegarias II y III (OM); por los neófitos (MR, Misas Rituales I); por las vírgenes (MR, Misas Rituales Vl); por los religiosos profesos (MR, Misas Rituales VII); en la Dedicación de una iglesia (MR, Misas Rituales VIII).

[17] En cuanto el modo de dar el ósculo de paz, cf. Supra nn. 99-103.

[18] Cf. Misal Romano, Instrucción general, nn. 201-206, donde también se describen otros modos de distribuir la Comunión bajo ambas especies.

[19] Cf. S. Congr. de Ritos, Instr. sobre la simplificación de los ritos e insignias pontificales, Pontificales ritus, 21 de junio de 1968, n. 36: A.A.S. 60 (1968), p. 411.

[20] En lo que respecta al rito y a las fórmulas de la bendición apostólica, cf. infra nn. 1122-1126.

[21] Cf. Misal Romano, lnstrucción general, n. 77-152.

[22] Cf. S. Cong. de Ritos, Instr. sobre la simplificación de los ritos e insignias pontificales, Pontificales ritos, 21 de junio de 1968, n. 24; A.A.S. 60 (1968), p. 410.



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