VIERNES DE PARASCEVE

VIERNES DE PARASCEVE


Luna de Parasceve

La liturgia de la pasión que hoy celebramos el Viernes Santos se denominaba antaño "Viernes en Parasceve". 

Paresceve era el nombre que los judios le daban al viernes, por ello así se denominó al Viernes Santo, fecha anterior al sábado, día que no podía realizar ninguna labor por ser plena Pascua Judía. 

La luna de Parasceve, es la primera luna llena de la recién estrenada primavera, la que marca la Pascua Judía. Esa luna alumbró el huerto de los Olivos mientras Jesús rezaba, una luna testigo de su prendimiento y del beso de la traición de Judas.

Fue en el 325 D.C. en el Concilio de Nicea cuando se estableció que la fiesta de Pascua de Resurrección se celebrara en todo el mundo cristiano el primer domingo después de la primera luna llena de primavera, la luna de Parasceve.

Esta luna anuncia la Pascua y nos sitúa en el día 14 de Nisán hebreo -el 7 de abril del año 30 de nuestra era-, la fecha más importante de la historia por consumarse el sacrificio de Cristo en la cruz.

Parasceve


(griego, paraskene). Entre los judíos helenísticos es el nombre para el viernes.

Parece haber remplazado el antiguo término griego: prosabbaton, que se utiliza en la traducción de Judit 8,6, y en el título ---que no se encuentra en hebreo--- del Salmo 92(91). 

Se convirtió, entre los judíos helenísticos, en el nombre para el viernes, y fue adoptado por los escritores eclesiásticos griegos después de la redacción de "La enseñanza de los Doce Apóstoles".

 Al parecer, los judíos primero la aplicaron a la tarde del viernes, luego a la totalidad del día, y su etimología apunta a los "preparativos" a ser hechos para el sábado, como se indica en la Biblia del Rey Jaime I, donde se traduce la palabra griega como “día de preparación”. 

Para que las regulaciones de la Ley se observaran minuciosamente, se hizo imprescindible preparar en el parasceve tres comidas de los más selectos alimentos y dejarlos listos antes del atardecer (pues el sábado comenzaba en la noche del viernes). 

Estaba prohibido en la tarde del sexto día llevar a cabo "cualquier tipo de negocio que pudiese extenderse hasta el sábado; Augusto relevó a los judíos de ciertos deberes legales desde la hora novena (Josefo, "Antiq Jud.", XVI, VI, 2).

Parece que parasceve se aplicó también a la víspera de ciertos días festivos de carácter sabático. El principal de ellos fue el primer día de los ázimos, 15 de Nisán. 

Aprendemos de la Mishná (Pesach., IV, 1, 5) que la parasceve de la Pascua, cualquier día de la semana que cayese, se mantuvo incluso más religiosamente que el viernes ordinario, pues en Judea el trabajo cesaba a mediodía, y en Galilea era todo el día libre. En las escuelas la única pregunta discutida respecto a esta parasceve particular era cuándo comenzaría el descanso: Shammai dijo que desde el principio del día (noche del 13 de Nisán), Hillel dijo que sólo después de la salida del sol (por la mañana del 14 de Nisán).

El uso de la palabra parasceve en los Evangelios plantea la pregunta sobre la fecha exacta de la crucifixión de Nuestro Señor. Todos los evangelistas afirman que Jesús murió en el día de la parasceve (Mt. 27,62; Mc. 15,42; Lc. 23,54; Juan 19,14.31), y no puede haber duda a partir de Lc. 23,54-56 y Jn. 19,31 que era viernes. 

¿Pero en qué día del mes de Nisán cayó ese viernes particular? San Juan claramente señala al 14 de Nisán, mientras que los sinópticos, al implicar que la Última Cena fue la cena pascual, da la impresión de que Jesús fue crucificado el 15 de Nisán. Pero esto es difícilmente reconciliable con los siguientes hechos: cuando Judas salió de la mesa, los discípulos se imaginaron que iba a comprar las cosas que se necesitaban para la fiesta (Juan 13,29), una compra que era imposible si la fiesta hubiese comenzado; después de la Cena, Nuestro Señor y sus discípulos salieron de la ciudad, como también hicieron los hombres designados para arrestarlo ---esto, en 15 de Nisán, habría sido contrario a Éxodo 12,22; 

A la mañana siguiente los judíos todavía no habían comido la Pascua: además, durante ese día, el Consejo se reunió; Simón al parecer venía de trabajar (Lc. 23,26); Jesús y los dos ladrones fueron ejecutados y fueron bajados de las cruces; José de Arimatea compró una sábana (Mc. 15,46), y Nicodemo trajo "una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras" (Jn. 19,39) para el entierro; por último, las mujeres prepararon las especias para el embalsamamiento del cuerpo del Salvador (Lc. 23,55) ---todas estas cosas habrían sido una profanación del 15 de Nisán. 

La mayoría de los comentaristas, ya sea crean que la Última Cena fue la cena pascual o una anticipación de la misma, sostienen que Cristo, como afirma San Juan, fue crucificado en la parasceve de la Pascua, el viernes, 14 de Nisán.



LIRURGIA DEL VIERNES DE PARASCEVE



El viernes de parasceve sufrió reformas con Pío XII, empezando por su nombre que cambió por viernes santo y así se conserva hasta hoy. Así se celebraba antes esta liturgia:

Empecemos por el altar. 

El altar aparece desnudo, más o menos como en la foto, adornado por una cruz velada - preferentemente con un paño negro aunque también puede ser violeta – y seis candelabros, tres a la siniestra y tres a la diestra de la cruz.


Tras la hora de Nona, el sacerdote y los ministros, revestidos con ornamentos negros, se acercan al altar, sin ciriales ni incienso, postrándose para orar durante unos instantes; los acólitos, de mientras, extienden sobre el altar un solo mantel de color blanco, mantel que no cubre el frontal de la Mesa de altar.




Primera parte de la Liturgia del Viernes in Parasceve 

En la Misa de los Catecúmenos. 

El celebrante y los ministros, tras besar el altar, pasan al lado de la Epístola. Entonces un lector canta, en el mismo sitio en que se lee la Epístola, la primera lección, sacada del profeta Oseas (Os 6, 1-6), a la que no se responde con el Deo grátias.


A continuación sigue la lectura de un Tracto (Hab 3), concluido el cual, el sacerdote dice: Orémus, el diácono Flectamus génua y el subdiácono Leváte.



A continuación el celebrante canta la oración colecta Deus, a quo et Judas (Oh Dios, de quien Judas recibió el debido castigo por su pecado y el buen ladrón el premio de su confesión…) y, en ese momento, el subdiacono se despoja de su casulla plegada y canta una segunda lección en tono de Epístola (Ex 12, 1-11). Una vez terminada la segunda lección se pasa al segundo Tracto, correspondiente al Salmo 139 (Ps 139, 2-10.14). Es muy interesante este Tracto porque el que habla es Cristo, acongojado, con la previsión de sus tormentos. Concluido el Tracto, los diáconos cantan la Pasión, mientras que el celebrante en voz baja, la lee en el lado de la Epístola. Tres diáconos cantan el Evangelio, como ocurría el Domingo (Pasión según San Mateo), Martes (Pasión según San Marcos) y Miércoles (Pasión según San Lucas).



Al finalizar la lectura de la Pasión, el Diácono se despoja de su casulla y la dobla sobre sus hombros o se pone el estolón. Entre las ceremonias entre las que se desarrolla el canto del Evangelio es que no hay bendición, aparte de las ya contadas más arriba.



Tras el Evangelio empieza la segunda parte de la Liturgia: las Oraciones.


El sacerdote de pie en el lado de la Epístola, extendidos y levantados los brazos, prosigue en actitud orante las plegarias por todo el mundo, ya que es un día santísimo de general perdón. Esta segunda parte de la Liturgia es un recuerdo de las preces que se rezaban en la Iglesia primitiva. Estas oraciones letánicas muestran que los efectos de la muerte del Señor alcanzan a todas las necesidades de la Iglesia y del género humano, incluida la previsión de la conversión del pueblo judío. El celebrante nos invita a orar (Oremus), mientras que el diácono nos invitará a arrodillarnos (Flectamus genua) y, finalmente, el subdiácono nos dirá cuando levantarnos (Leváte) 






Sólo en la oración por los judíos, en recuerdo del ludibrio al que fue sometido el Señor por ellos y los soldados romanos, sus genuflexiones y escarnios, no se contesta a la oración del sacerdote diciendo Amén ni se dice a continuación Oremus ni Flectamus genua (no hay genuflexión). 



Concluido este rito, los ministros vuelven a sus sedilias, donde el celebrante y el subdiácono se quitan sus casullas. Mientras tanto, una alfombra morada se coloca en las escaleras del altar y un almohadón con un filo dorado y cubierto con un velo se dispone para recibir la Cruz. El celebrante y el subdiácono permanecen delante del lado de la Epístola, mirando al pueblo, mientras que el diácono toma la Cruz del altar y la lleva hasta el celebrante. El sacerdote descubre la parte de la arriba de la Cruz y canta Ecce lignum Crucis, a los que responde el coro Venite Adoremus, mientra que todos, menos el preste, están arrodillados en actitud de adoración. Después, adelanta un poco y descubre el brazo derecho de la Cruz, la levanta más y en tono más alto vuelve a entonar el Ecce lignum Crucis. Tras repetir todo lo anterior, se descubre finalmente la Cruz y se vuelve a entonar el Ecce, mucho más alto.






A continuación, el celebrante coloca la Cruz en el sitio que hemos descrito un poco más arriba, delante del Altar, arrodillándose; luego se descalza, y va a adorar la cruz, haciendo tres genuflexiones antes de besarla. Después se calza y toma su casulla. Después se acercan los ministros, el clero y los seglares, haciendo también tres genuflexiones. Mientras dura la adoración, se cantan los improperios. El celebrante, sentado, lo lee con sus ministros.






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