PLAN DE VIDA


DIARIO 


SIEMPRE 
Acordaos
Acciones de Gracias
Actos Desagravios
Alegría 
Bendición Alimentos
Bendición Viaje
Comunión Espiritual
Corrección fraterna
Crucifijo
Encargos apostólicos

Escapulario
Estudio 
Filiación Divina

Imagen de la Virgen
Indulgencias
Jaculatorias
Mortificaciones
Orden
Presencia de Dios
Trabajo
Saludos a la Virgen

Saludos al Ángel

SEMANAL 
Salmo II: Martes
Adoro Te Devote: Jueves
Salve: Sábados
Bendición Santísimo: sábados
Mortificación semanal: Sábados
Círculo
Confesión Sacramental
Charla Fraterna 
Día de Guardia
Día de Turno
Disciplinas
Paseo Semanal
Sleeping


MENSUAL 
Quicumque: 3er domingo
Retiro Mensual 
Vela Santísimo
Excursión Mensual


ANUAL 
Curso Retiro 
Curso Anual
Cartas al Padre
Examen médico
Octavario: Enero
Domingos de San José: Feb y Marz.
Lista de San José: 19 Marzo
Renovación Oblación: 19 Marzo
Romería: Mayo
Decenario Espíritu Santo
Trisagio Angélico

Octava de Corpus
Santidad Sacerdotes: 28 Marz-25 Jun-4 Ago.
Consideración Pobreza: 4 Oct.
Responso Difuntos: 2 Nov.
Misas en Sufragio: Nov.
Novena Inmaculada: Dic.
Triduo Navidad


CONSAGRACIONES

- Al Espíritu Santo: Pentecostés
- A la Virgen: 15 Agosto.
- Al Corazón de Jesús: Fiesta Cristo Rey
- Consagración a la Sagrada Familia: Diciembre.




MINUTO HEROICO

El minuto heroico. —Es la hora, en punto, de levantarte. Sin vacilación: un pensamiento sobrenatural y... ¡arriba! 

—El minuto heroico: ahí tienes una mortificación que fortalece tu voluntad y no debilita tu naturaleza”. (Camino 206).

Puntualidad

Es una exigencia del orden personal, necesario para dar a Dios toda la gloria posible; y de la caridad con los demás; y también, muchas veces, de la justicia. 

La puntualidad se vive desde el primer momento del día: con el “minuto heroico”. Junto con el minuto heroico viene ese primer pensamiento que debe ser sobrenatural y el ofrecimiento de obras.


OFRECIMIENTO DE OBRAS

Comenzamos la jornada con el ofrecimiento de obras: después de levantarnos puntualmente, viviendo el minuto heroico, hacemos una ofrenda de amor y de servicio besando el suelo mientras decimos: –Serviam!–, de todo cuanto somos y podemos.

Es recomenzar una vez más, con ilusión nueva, la lucha por la santidad. 

Besar el suelo, o hacer una inclinación profunda, puestos de rodillas, y decir serviam!: manifestación de humildad y de deseo de servicio.

Momento para recordar los propósitos del examen de la noche anterior.

Conveniencia de renovar el ofrecimiento frecuentemente a lo largo del día.

Renovad cada mañana, con un serviam! decidido —¡te serviré, Señor!—, el propósito de no ceder, de no caer en la pereza o en la desidia, de afrontar los quehaceres con más esperanza, con más optimismo, bien persuadidos de que si en alguna escaramuza salimos vencidos podremos superar ese bache con un acto de amor sincero. (Amigos de Dios 217).

Ese grito —«serviam!»— es voluntad de «servir» fidelísimamente, aun a costa de la hacienda, de la honra y de la vida, a la Iglesia de Dios. (Camino 519).

Nuestro Padre empezaba el día con una jaculatoria. Y para manifestar su disposición de servicio, tan pronto se levantaba se arrodillaba en el suelo, y lo besaba diciendo: Serviam!

A continuación se hacía el signo de la cruz en la frente, en los labios y en el pecho, mientras recitaba una corta oración: «Todos mis pensamientos, todas mis palabras, y las obras todas de este día, te las ofrezco, Señor, y mi vida entera por amor»

Modo de hacerlo


Serviam!   (Besando el suelo)


Algunas oraciones sugeridas:

 A Dios nuestro Señor

Te doy gracias, Dios mío, por haberme creado, redimido, hecho cristiano y conservado la vida. 
Te ofrezco mis pensamientos, palabras y obras de este día. No permitas que Te ofenda y dame fortaleza para huir de las ocasiones de pecar. Haz que crezca mi amor hacia Ti y hacia los demás.

A la Santísima Virgen

¡Oh Señora mía! ¡Oh, Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a Vos; y en prueba de mi filial afecto os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. 

Ya que soy todo vuestro, Madre de bondad, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.

Al Ángel de la Guarda

Ángel de Dios, bajo cuya custodia me puso el Señor con amorosa piedad, a mí que soy vuestro encomendado, alumbradme hoy, guardadme, regidme y gobernadme. Amén.



ORACIÓN MENTAL

Al comenzar:

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Señor mío y Dios mío: creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda: interceded por mí.

Al terminar:

Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación. Te pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía Inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda: interceded por mí.

Todo lo que se hace por amor al Señor es oración; pero más propiamente se suele llamar oración a la conversación íntima con Dios: "es el diálogo eterno, el que han tenido todas las personas que se amaron en la tierra" (De nuestro Padre) (Camino 90-91).

Media hora por la mañana y media hora por la tarde para los Numerarios y Agregados. Sin anonimato, con sencillez. Intensidad: llenar los minutos; es corto el tiempo para amar.

Es tema de oración todo lo que constituye nuestra vida (Camino 91).

3- La oración es la caldera que da calor -amor de Dios- a todo el edificio, a todos los instantes y ocupaciones de la jornada. "Y en mi meditación, se enciende el fuego" (Camino 92).

A ser posible, se procura hacer la oración ante el sagrario, aunque también se puede hacer en cualquier sitio.

Escuchar a Dios. Propósitos eficaces.
Posibles dificultades: distracciones, aridez, sueño.






SANTA MISA

Statuta 81 §1. El centro y raíz de la vida espiritual de los fieles de la Prelatura es el Sacrosanto Sacrificio de la Misa, en el que se renueva de manera incruenta la Pasión y Muerte de Jesucristo, y se conmemora su infinito amor salvífico hacia todos los hombres.

§2. Por lo tanto todos los sacerdotes celebrarán diariamente el Santo Sacrificio de la Misa, a la que todos los laicos asistirán devotísimamente, participando sacramentalmente del Banquete del Cuerpo de Cristo o al menos espiritualmente. 

Además visitarán a Cristo en el Santísimo Sacramento en otro momento del día. 

1. En la Santa Misa se renueva sacramentalmente el Sacrificio del Calvario, y se realiza la obra de nuestra Redención. Nos incorporamos y participamos en el perenne Sacrificio de Cristo: el Señor hace suyo nuestro pequeño sacrificio y nosotros hacemos nuestro su sacrificio infinito. Es "el centro y raíz de la vida espiritual del cristiano" (Cristo que pasa, 87).

La Santa Misa centra toda nuestra vida y le confiere valor inmenso.

De la Santa Misa obtenemos toda la energía espiritual necesaria para alcanzar las altas metas de nuestro camino.

2. Consejo que nos ha dado nuestro Padre: dividir la jornada en dos partes: por la mañana, dar gracias al Señor por haberle recibido; por la tarde, prepararse para la Santa Misa del día siguiente.

Intensificar la preparación en el tiempo de la noche. No acostumbrarse; es útil seguir las oraciones con el misal. Dialogar la Misa con pausa y atención; cuidar la postura y otros detalles de delicadeza y urbanidad de la piedad.

Debemos unirnos en nuestras eucaristías a las intenciones de la Misa del Padre.

(Spiritui et Consuetudinibus).




COMUNIÓN

El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él. Así como yo vivo por mi Padre, así también el que me come vivirá por mí" (Jn. 6, 56-57).

Es el sentimiento de la madre por su hijo: te comería a besos, le dice. Te comería: te transformaría en mi propio ser. Jesucristo hace lo que a nosotros nos es imposible: sobrenaturaliza nuestras vidas, nuestras acciones, nuestros sacrificios. Quedamos endiosados" (De nuestro Padre).

Preparación de la Comunión: remota y próxima. Prolongar después la acción de gracias por haberlo recibido.

Vivir intensamente los minutos en que permanecen en nosotros las especies sacramentales: actos de fe, de esperanza, de amor. Adoración, peticiones. Desagravio, acciones de gracias.

Renovación de la Oblación

El 19 de marzo, en la solemnidad de San José, todos los fieles renuevan su incorporación a la Obra, se renueva la entrega. 

Además por devoción -para servir con voluntariedad actual, y ganar indulgencias- se recomienda que como devoción personal, se acostumbren a renovar frecuentemente su entrega. Buen momento para ello es la santa Comunión.




TRIUM PUERÓRUM 
Dan. 3, 57-88


 ..




Antífona. Todos: Trium puerórum* cantémus hymnum, 
quem cantábant sancti in camíno ignis,
be­ne­di­céntes Dóminum (T. P. Allelúia).

1. Benedícite, ómnia ópera Dómini, Dómino, laudáte et su­per­exal­táte eum in sǽcula.
2. Benedícite, cæli, Dómino, benedícite, ángeli Dómini, Dómino.
3. Benedícite, aquæ omnes, quæ super cælos sunt, Dómino, benedícat omnis virtus, Dómino.
4. Benedícite, sol et luna, Dómino, benedícite, stellæ cæli, Dómino.
5. Benedícite, omnis imber et ros, Dómino, benedícite, omnes venti, Dómino.
6. Benedícite, ignis et æstus, Dómino, benedícite, frigus et æstus, Dómino.
7. Benedícite, rores et prúina, Dómino, benedícite, gelu et frigus, Dómino.
8. Benedícite, glácies et nives, Dómino, benedícite, noctes et dies, Dómino.
9. Benedícite, lux et ténebræ, Dómino, benedícite, fúlgura et nubes, Dómino.
10. Benedícat terra Dóminum, laudet et su­per­exáltet eum in sǽcula.
11. Benedícite montes et colles, Dómino, benedícite, univérsa germinántia in terra, Dómino.
12. Benedícite, mária et flúmina, Dómino, benedícite, fontes, Dómino.
13. Benedícite, cete et ómnia, quæ movéntur in aquis, Dómino, benedícite, omnes vólucres cæli, Dómino.
14. Benedícite, omnes béstiæ et pécora, Dómino, benedícite, fílii hóminum, Dómino.
15. Bénedic, Ísraël, Dómino, laudáte et su­per­exal­táte eum in sǽcula.
16. Benedícite, sacerdótes Dómini, Dómino, benedícite, servi Dómini, Dómino.
17. Benedícite, spíritus et ánimæ iustórum, Dómino, benedícite, sancti et húmiles corde, Dómino.
18. Benedícite, Ananía, Azaría, Mísaël, Dómino, laudáte et su­per­exal­táte eum in sǽcula.
19. Benedicámus Patrem et Fílium cum Sancto Spíritu; laudémus et su­per­exal­témus eum in sǽcula.
20. Benedíctus es in firmaménto cæli et laudábilis et gloriósus in sǽcula.

Psalmus 150

1. Laudáte Dóminum in sanctuário eius, laudáte eum in firmaménto virtútis eius.
2. Laudáte eum in magnálibus eius, laudáte eum secúndum multitúdinem mag­ni­túdinis eius.
3. Laudáte eum in sono tubæ, laudáte eum in psaltério et cíthara.
4. Laudáte eum in týmpano et choro, laudáte eum in chordis et órgano.
5. Laudáte eum in cýmbalis benesonántibus, laudáte eum in cýmbalis iu­bi­la­tiónis: omne quod spirat, laudet Dóminum.

Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto.
Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, et in sǽcula sæculórum. Amen.

Antífona. Todos:  Trium puerórum* cantémus hymnum, 
quem cantábant sancti in camíno ignis, 
be­ne­di­céntes Dóminum (T. P. Allelúia).

De pie

℣. Kýrie, eléison. 
Todos: Christe, eléison. Kýrie, eléison.

℣. Pater noster (en silencio)

[Pater noster, qui es in cælis: sanc­ti­ficétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in cælo, et in terra.
Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris;]

℣. Et ne nos indúcas in tentatiónem. 
℟. Sed líbera nos a malo. 

℣. Confiteántur tibi, Dómine, ómnia ópera tua. 
℟. Et Sancti tui benedícant tibi. 

℣. Exsultábunt Sancti in glória. 
℟. Lætabúntur in cubílibus suis. 

℣. Non nobis, Dómine, non nobis. 
℟. Sed nómini tuo da glóriam. 

℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. 
℟. Et clamor meus ad te véniat. 

El sacerdote añadirá:

℣. Dóminus vobíscum. 
℟. Et cum spíritu tuo.

Orémus

Deus, qui tribus púeris mitigásti flammas ígnium, concéde propítius; ut nos fámulos tuos non exúrat flamma vitiórum.
Actiónes nostras, quǽsumus, Dómine, aspirándo prǽveni et adiuvándo proséquere: ut cuncta nostra orátio et operátio a te semper incípiat, et per te cœpta finiátur.
Da nobis, quǽsumus, Dómine, vitiórum nostrórum flammas extínguere; qui beato Lauréntio tribuísti tor­men­tórum suórum incéndia superáre. Per Christum Dóminum nostrum.

R/. Amen.


ESPAÑOL

CÁNTICO 
DE LOS TRES JÓVENES

Traducción 1

Ant. Todos: Cantemos el himno de los tres jóvenes, * el que los santos cantaban en el horno encendido alabando al Señor . (T.P. Aleluya)

Creaturas todas del Señor, 
*bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, 
*bendecid al Señor;

cielos, 
*bendecid al Señor.

Aguas del espacio, 
*bendecid al Señor;

ejércitos del Señor,
*bendecid al Señor.

Sol y luna,
*bendecid al Señor;

astros del cielo,
*bendecid al Señor.

Lluvia y rocío,
*bendecid al Señor;

vientos todos,
*bendecid al Señor.

Fuego y calor,
*bendecid al Señor;

fríos y heladas,
*bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas
*bendecid al Señor;

témpanos y hielos,
*bendecid al Señor.

Escarchas y nieve,
*bendecid al Señor;

noche y día,
*bendecid al Señor.

Luz y tinieblas,
*bendecid al Señor;

rayos y nubes,
*bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
*ensálcelos con himnos por los siglos.

Montes y cumbres,
*bendecid al Señor;

cuanto germina en la tierra,
*bendiga al Señor.

Manantiales,
*bendecid al Señor;

mares y ríos,
*bendecid al Señor.

Cetáceos y peces,
*bendecid al Señor;

aves del cielo,
*bendecid al Señor.

Fieras y ganados,
*bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres,
*bendecid al Señor;

bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor,
*bendecid al Señor;

siervos del Señor,
*bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos,
*bendecid al Señor;

santos y humildes de corazón,
*bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael,
*bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
*alabado y glorioso y ensalzadlo, por los siglos.

Salmo 150

Alabad al Señor en su templo,
*alabadlo en su augusto firmamento.

Alabadlo por sus obras magníficas,
*alabadlo por su inmensa grandeza.

Alabadlo tocando trompetas,
*alabadlo con arpas y cítaras,

Alabadlo con tambores y danzas,
*alabadlo con trompas y flautas,

alabadlo con platillos sonoros,
*alabadlo con platillos vibrantes.

Todo ser que alienta,
*alabe al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
*Como era en el principio, 
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. 
Amén

Antífona. Todos: Cantemos el himno de los tres jóvenes*, el que los santos cantaban en el horno encendido alabando al Señor. (T.P. Aleluya)

De pie

℣. Señor, ten piedad.

Todos: Cristo, ten piedad. Señor, ten piedad.

℣. Padre nuestro (en silencio)

℣. No nos dejes caer en la tentación
℟. Y líbranos del mal

℣. Que te alaben, Señor, todas tus obras.
℟. Y que tus santos te bendigan.

℣.  Se regocijarán los santos en la gloria.
℟. Y se alegrarán en sus moradas.

℣. No a nosotros, Señor, no a nosotros.
℟. Sino a tu nombre da la gloria.

℣.  Señor, escucha mi oración.
℟.  Y que llegue a ti mi clamor.

Los sacerdotes añaden:

℣. El Señor esté con vosotros.
℟. Y con tu espíritu.

Oremos

Oh Dios, que mitigaste las llamas del fuego para los tres jóvenes, concédenos benignamente a tus siervos que no nos abrase la llama de los vicios.

Te rogamos, Señor, que prevengas nuestras acciones con tu inspiración y que las acompañes con tu ayuda, para que así toda nuestra oración y obra comience siempre en Ti, y por Ti se concluya.

Danos, te lo pedimos, Señor, poder apagar las llamas de nuestros vicios, Tú que le concediste a San Lorenzo vencer el fuego que le atormentaba. Por Cristo nuestro Señor. 
℟. Amén.


HIMNO DE LOS TRES JÓVENES 

Traducción 2

Antífona. Todos:  Cantemos el himno de los tres jóvenes*, el que los santos cantaban en el horno encendido alabando al Señor. (T. P. Aleluya.)

1. Bendecid al Señor, todas las obras del Señor: alabadle y ensalzadle por siempre.

2. Bendecid, cielos, al Señor, bendecid al Señor, Ángeles del Señor.

3. Bendecid al Señor todas las aguas que hay sobre los cielos: bendiga todo poder al Señor.

4. Bendecid al Señor, sol y luna: estrellas del cielo, bendecid al Señor.

5. Bendecid al Señor, toda la lluvia y el rocío: todos los vientos, bendecid al Señor.

6. Bendecid al Señor, el fuego y el calor: frío y calor, bendecid al Señor.

7. Bendecid al Señor, rocíos y escarchas: hielo y frío, bendecid al Señor.

8. Bendecid al Señor, hielos y nieves: noches y días, bendecid al Señor.

9. Bendecid al Señor, luz y tinieblas: rayos y nubes, bendecid al Señor.

10. Bendiga la tierra al Señor: alábele y ensálcele por siempre.

11. Bendecid al Señor, montes y collados: todas las cosas que germinan en la tierra,
bendecid al Señor.

12. Bendecid al Señor, mares y ríos: fuentes, bendecid al Señor.

13. Bendecid al Señor, ballenas y todo lo que vive en el mar: todas las aves del cielo, bendecid al Señor.

14. Bendecid al Señor, todos los animales y ganados: bendecid, hijos de los hombres, al Señor.

15. Bendice, Israel al Señor: alabadle y ensalzadle por siempre.

16. Bendecid al Señor, sacerdotes del Señor: bendecid al Señor, siervos del Señor.

17. Bendecid al Señor, espíritus y almas de los justos: santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

18. Bendecid al Señor, Ananías, Azarías y Misael: alabadle y ensalzadle por siempre.

19. Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo: alabémosle y ensalcémosle por siempre.

20. Bendito eres en el firmamento del cielo: y loable y glorioso por siempre.


Salmo 150

1. Alabad al Señor en su santuario: alabadle en su augusto firmamento.

2. Alabadle por sus grandiosas obras: alabadle por su inmensa majestad.

3. Alabadle con sones de trompetas: alabadle con salterio y cítara.

4. Alabadle tañendo címbalos y cantando a coro: alabadle con instrumentos de cuerda y voces de órgano.

5. Alabadle con címbalos resonantes: alabadle con címbalos de alegría: todo espíritu alabe al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. 
Amén.

Antífona. Todos:  Cantemos el himno de los tres jóvenes, *el que los santos cantaban en el horno encendido alabando al Señor. (T. P. Aleluya.)

De pie

℟. Señor, ten piedad. 

Todos: Cristo, ten piedad.  Señor, ten piedad.

℣. Padre nuestro (en silencio)

℣. Y no nos dejes caer en la tentación.
℟. Mas líbranos del mal.

℣. Que te alaben, Señor, todas tus obras.
℟. Y que tus santos te bendigan.

℣. Se regocijarán los santos en la gloria.
R. Y se alegrarán en sus moradas.

℣. No a nosotros, Señor, no a nosotros.
℟. Sino a tu nombre da la gloria.

℣. Señor, escucha mi oración.
R. Y que llegue a Ti mi clamor.

Los sacerdotes añaden:

℟.  El Señor esté con vosotros.
℟. Y con tu espíritu.

Oremos

Oh Dios, que mitigaste las llamas del fuego para los tres jóvenes, concédenos benignamente a tus siervos que no nos abrase la llama de los vicios.

Te rogamos, Señor, que prevengas nuestras acciones con tu inspiración y que las acompañes con tu ayuda, para que así toda nuestra oración y obra comience siempre en Ti, y por Ti se concluya.

Danos, te lo pedimos, Señor, poder apagar las llamas de nuestros vicios, Tú que le concediste a San Lorenzo vencer el fuego que le atormentaba. Por Cristo nuestro Señor.
℟.  Amén.


Trium Puerorum

En nuestros oratorios, después de la Santa Misa, todos darán gracias durante diez minutos, de modo privado; terminado este tiempo, cantarán o recitarán el Trium puerorum, con el Salmo 150 y las oraciones litúrgicas correspondientes.

No es necesario que el sacerdote dirija el rezo, aunque esté presente; puede hacerlo uno cualquiera, por ejemplo, el que ha ayudado a Misa o el que se encargue de dirigir ese día las oraciones que suelen rezarse en familia. 

Cuando se recitan colectivamente, antes o después de la oración de la mañana, el Salmo II, el Símbolo Atanasiano o el Adoro Te devote, puede ser conveniente omitir ese día el rezo del Trium puerorum, para no hacer demasiado largo el conjunto de esos actos de piedad.

Latín

Las preces litúrgicas que se rezan algunos días como el Trium puerorum, Salmo II, o el Símbolo Atanasiano, etc. —pueden recitarse preferiblemente en forma dialogada— o cantarse en latín, aunque asistan personas que no pertenezcan a la Obra. Sin embargo, cuando asisten personas que no son de casa, no hay inconveniente en decir el Trium puerorum en el idioma del país. 

Oración a San Miguel

De otra parte, dejando a todos la máxima libertad para seguir o no esta sugerencia, nuestro Fundador aconsejaba que, después de la Santa Misa, tanto los laicos como los sacerdotes rezasen en latín o en lengua vernácula, privadamente, la oración a Sancte Michaël Archangele.

Cantos

Donde hay un número suficiente de fieles de la Prelatura, siempre se ha vivido la tradición de entonar después del Santo Sacrificio algún canto en latín, que puede corresponder a la Misa que se ha celebrado o al tiempo litúrgico: 
Crux fidelis, 
Ubi Caritas, 
Pax in coelo, 
Ave Maris Stella, 
Magnificat, 
Te Ioseph, 
Oremus pro Patre, 
Rorate coeli, 
Media vita, etc.




ANGELUS


Al mediodía fijamos la mirada en Nuestra Santísima Madre. Le recordamos los momentos entrañables de la embajada del Ángel; el fíat! humildísimo, rendido, generoso, apasionado, con el que nos hizo "hermanos de Dios y herederos de su gloria": la Encarnación del Verbo.

Esta breve Norma nos ayuda a aumentar la devoción a Nuestra Señora. La puntualidad en esta cita es un estupendo detalle de amor.

Conveniencia de llevar a la oración el contenido de esta Norma.

Regina Caeli

Desde el domingo de Pascua hasta la fiesta de Pentecostés, en lugar del Angelus, se reza el Regina Caeli. Nos llenamos de gozo con Nuestra Señora por la alegría inmensa de la Resurrección.

Resurrexit sicut dixit. El Señor es fiel cumplidor de todas sus promesas. Si nos abrazamos a la cruz de cada día, alcanzaremos la felicidad sin sombras de la vida eterna. La Virgen nos espera en el Cielo y, mientras caminamos, nos sostiene, nos anima, nos impulsa con suavidad y fortaleza.

Esta Norma debe ayudarnos a tener presencia de Dios en el trabajo.

Cuando se tiene una clase o charla, etc., a mediodía, no hay que interrumpirla para rezar el Angelus o el Regina Coeli: el rezo se hace inmediatamente antes o después de ese acto, dirigido por el dignior.

Latín 

Como una muestra más de catolicidad y de amor a la Iglesia Romana, las Preces de la Obra, las oraciones del Círculo Breve —o del Círculo de Estudios, en su caso— y las jaculatorias acostumbradas, las rezan en latín y con pronunciación romana, no sólo los Numerarios, sino también los Agregados y los Supernumerarios. Antes, se explica bien a quienes lo necesiten el significado de cada frase.

Cuando estén presentes sólo personas de la Obra, también se dicen siempre en latín la estación que se reza en la visita, en la exposición del Santísimo Sacramento, y antes del rezo del Santo Rosario, la invocación Per signum Crucis, el Angelus y el Regina Coeli, el Trium puerorum y las oraciones de bendición de la mesa. 

La señal de la cruz, antes de la oración preparatoria de la meditación, se acompaña de la oración: Per signum Crucis de inimicis nostris libera nos, Deus noster. In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen. En los demás casos, esas oraciones se dicen en el idioma del país.


ANGELUS


℣. Ángelus Dómini nuntiávit Maríæ.
℟. Et concépit de Spíritu Sancto.

℣. Ave María, gratia plena, Dominus tecum, benedicta tu in muliéribus,
et benedictus fructus ventris tui Iesus.
et benedictus fructus ventris tui Iesus.
℟. Santa Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc et in ora mortis nostrae. Amen.

℣. Ecce ancílla Dómini.
℟. Fiat mihi secúndum verbum tuum.

℣. Ave María, gratia plena, Dominus tecum, benedicta tu in muliéribus,
et benedictus fructus ventris tui Iesus.
et benedictus fructus ventris tui Iesus.
℟. Santa Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc et in ora mortis nostrae. Amen.

℣. Et Verbum caro factum est.
℟. Et habitávit in nobis.

℣. Ave María, gratia plena, Dominus tecum, benedicta tu in muliéribus,
et benedictus fructus ventris tui Iesus.
et benedictus fructus ventris tui Iesus.
℟. Santa Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc et in ora mortis nostrae. Amen.

℣. Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.
℟. Ut digni efficiámur pro­mi­ssiónibus Christi.

Orémus

Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine, méntibus nostris infúnde: ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui In­car­na­tiónem cognóvimus; per Passiónem eius et Crucem, ad re­su­rrec­tiónis glóriam perducámur. Per Christum Dóminum nostrum. 
℟. Amen.


ESPAÑOL

℣. El Ángel del Señor anunció a María,
℟. Y concibió por obra del Espíritu Santo.

Avemaría.

℣. He aquí la esclava del Señor.
℟. Hágase en mí según tu palabra.

Avemaría.

℣. Y el Verbo se hizo carne.
℟. Y habitó entre nosotros.

Avemaría.

℣. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
℟. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración

Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas para que los que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y Cruz seamos llevados a la gloria de su Resurrección. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
℟. Amén.

REGINA COELI 
(Tiempo Pascual

℣. Regina cæli lætáre, allelúia.
℟. Quia quem meruísti portáre, allelúia.

℣. Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
℟. Ora pro nobis Deum, allelúia.

℣. Gaude et lætáre, Virgo Maria, allelúia.
℟. Quia surréxit Dóminus vere, allelúia.

Orémus

Deus, qui per re­su­rrec­tiónem Fílii tui Dómini nostri Iesu Christi mundum lætificáre dignátus es, præsta, quǽsumus, ut per eius Genetrícem Vírginem Maríam perpétuæ capiámus gáudia vitæ. Per Christum Dóminum nostrum. 
℟. Amen.


ESPAÑOL

℣. Alégrate, Reina del cielo; aleluya.
℟. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.

℣. Ha resucitado, según predijo; aleluya.
℟. Ruega por nosotros a Dios; aleluya.

℣. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.
℟. Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.

Oración

Oh Dios que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el gozo de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
℟. Amén.


VISITA AL SANTÍSIMO


ESTACIÓN MENOR 

℣. Adorémus in ætérnum Sanctíssimum Sacraméntum.
℟. Adorémus in ætérnum Sanctíssimum Sacraméntum.

Pater Noster

℣. Pater noster, qui es in caelis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra.
℟.  Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo. Amen.

Ave María

℣. Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum; benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus.
℟. Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc et in hora mortis nostrae. Amen.

Gloria Menor

℣. Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto.
℟. Sicut erat in principio, et nunc et semper et in saecula saeculorum. Amen.

II
℣. Adorémus in ætérnum Sanctíssimum Sacraméntum.
℟.  Adorémus in ætérnum Sanctíssimum Sacraméntum.

Pater Noster

℣. Pater noster, qui es in caelis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra.
℟. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo. Amen.

Ave María

℣. Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum; benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus.
℟. Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc et in hora mortis nostrae. Amen.

Gloria Menor

℣. Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto.
℟. Sicut erat in principio, et nunc et semper et in saecula saeculorum. Amen.

III
℣. Adorémus in ætérnum Sanctíssimum Sacraméntum.
℟. Adorémus in ætérnum Sanctíssimum Sacraméntum.

Pater Noster

℣. Pater noster, qui es in caelis: sanctificetur nomen tuum; adveniat regnum tuum; fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra.
℟. Panem nostrum cotidianum da nobis hodie; et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris; et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo. Amen.

Ave María

℣. Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum; benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus.
℟. Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc et in hora mortis nostrae. Amen.

Gloria Menor

℣.  Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto.
℟.  Sicut erat in principio, et nunc et semper et in saecula saeculorum. Amen.

Luego

℣. Adorémus in ætérnum Sanctíssimum Sacraméntum.
℟. Adorémus in ætérnum Sanctíssimum Sacraméntum.


COMUNIÓN ESPIRITUAL

℣. Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos.


VISITA AL SANTÍSIMO

Todos hacemos, cada día, al menos una visita al Santísimo Sacramento, rezando ante el Sagrario una estación menor y la fórmula de la comunión espiritual. Le agradecemos así su presencia en los Tabernáculos y su entrega en la Comunión.

Cada día —si es posible, a mediodía, después de la comida— se vive la Norma de la visita al Santísimo. Se rezan, en forma dialogada, tres Pater noster, Ave Maria y Gloria, y se concluya recitando la Comunión espiritual, con la fórmula acostumbrada, en el idioma del país.

Antes de cada Pater noster y de la comunión espiritual, quien dirige el rezo —como acto de fe y desagravio— dice: Adoremus in aeternum Sanctissimum Sacramentum; y todos responden repitiendo la misma aclamación.

OTRAS COSTUMBRES CON JESÚS SACRAMENTADO

Saludo al Señor en el sagrario

Tenemos por costumbre saludar al Señor en el sagrario siempre que se entra o sale de la casa, e ir allí muchas veces, por lo menos con el corazón.

Hay que tratar al Señor en la Eucaristía y en la oración, en el Pan y en la Palabra, con amor y confianza. Nuestro Padre llamaba Betania a nuestros Sagrarios (Camino 554 y 537).

El Sagrario es el centro de nuestros Centros. “El Sagrario ha de ser un imán. Hemos de sentir la necesidad de acudir allí, muchas veces al día, aunque sea un instante: ¡te quiero mucho, Señor, ayúdame!” (De nuestro Padre).

“Cuando el centro de los pensamientos y esperanzas de una casa es el Sagrario, ¡qué abundantes los frutos de santidad y apostolado!” (De nuestro Padre).

Saludos a los Custodios del sagrario

Nuestro padre después de saludar al Señor en el Sagrario, agradecía siempre a los Ángeles, allí presentes, la adoración que continuamente prestan a Dios.

“Cuando voy a un oratorio donde está el tabernáculo, digo a Jesús que le amo, e invoco a la Trinidad. Después doy gracias a los Ángeles que custodian el Sagrario, adorando a Cristo en la Eucaristía”.

En otra ocasión manifestó:

Muchas veces, cuando voy al oratorio por la noche —decía—, al entrar —lo hago siempre— comienzo por dar gracias a los Ángeles por estar allí, en perpetua vela, alabando a Jesús Sacramentado: haciéndole la corte.

Hijos míos, tenéis un Padre que cree, que no es un beato. Creo lo jus­to, pero con toda mi alma. Después, cuando recito otras oraciones vocales, pienso que tengo al Ángel Custodio a mi izquierda, y a la derecha a mi Arcángel ministerial. Son industrias humanas, que manifiestan una pie­dad buena; una piedad de niños, si queréis, pero recia y bien anclada en la fe.

Lámparas del Sagrario

Con el fin de implorar luces divinas y gracia abundante para los que tienen encargos de gobierno o los que están recibiendo la formación inicial, y para que todos los fieles de la Prelatura mantengan siempre muy viva la piedad eucarística, y también como manifestación de espíritu de reparación, en los oratorios del Padre, del Consejo General, de la Asesoría Central, de las Comisiones y Asesorías Regionales, así como de las Delegaciones y de los Centros de Estudios, permanecerán encendidas continuamente, ante el sagrario, dos lámparas, de materia aprobada por las leyes litúrgicas.

San José custodio del sagrario

Las llaves de todos los sagrarios de los Centros de la Prelatura, han de tener una cadena, de la que cuelga una medalla de San José, con la inscripción: Ite ad Ioseph. (Id a José).

San José, custodio de Jesús, lo custodia también en la Eucaristía. Es también llamada a que acudamos a él en todas nuestras necesidades. La llave del sagrario se guarda en una caja digna, forrada por dentro con terciopelo, moiré, etc., que el Director conserva bajo llave (también el duplicado).

Inmediatamente antes de comenzar un acto litúrgico en el que se ha de abrir el sagrario, se coloca la caja sobre el altar, junto al tabernáculo; y en cuanto se termina, se devuelve a su sitio. Generalmente, el Director se ocupa de llevar y recoger la llave.




EXAMEN PARTICULAR

Es un examen breve, pero frecuente, sobre un punto concreto, que mantiene vivo el espíritu de lucha a lo largo de toda la jornada. Impide que nos abandonemos –la tibieza- y asegura la eficacia de nuestro esfuerzo por ser santos.

El examen general parece defensa. -El particular, ataque. -El primero es la armadura. El segundo, espada toledana" (Camino 238). 

Con el examen particular has de ir derechamente a adquirir una virtud determinada o a arrancar el defecto que te domina.

Es un punto concreto de lucha que nos indican en la Charla periódica con el director. Conviene tener la iniciativa de sugerirlo: "Pide luces. -Insiste: hasta dar con la raíz para aplicarle esa arma de combate que es el examen particular"

Tiene la ventaja de presentar batalla al enemigo donde nos interesa, para que el enemigo no la presente donde no nos convenga.

Momentos que hemos de dedicar a considerar especialmente este examen: a primera hora de la mañana, por ejemplo, al levantarnos; al mediodía; y por la noche, de ordinario, dentro del examen general.

En los centros al mediodía, después de las Preces o de la visita al Santísimo, se aprovecha para echar una ojeada a la jornada —como un principio del examen general y del particular—, con el objeto de darse cuenta cómo han ido las horas transcurridas.  La jaculatoria Sancta Maria, Spes nostra, Sedes Sapientiae (Ancila Domini), se reza al final de este examen, después de dejar pasar no más de un minuto.

Igualmente conviene considerar, habitualmente, en el breve examen del mediodía, si se han contemplado ya por lo menos los misterios de una de las partes del Santo Rosario.

Si al llegar la noche al hacer el examen general, se percata que se ha olvidado la meditación de esos misterios, se formula el propósito de cumplirlo el día siguiente, pero ese día ya no se hace.




ORACIÓN Y MORTIFICACIÓN 
POR EL PADRE


1. El Padre es la persona puesta por Dios a la cabeza de la Obra para gobernarla en su nombre y en el de nuestro Fundador:

"Un profundo convencimiento me llena de paz, al ver mi poquedad y al contemplar mi responsabilidad: el Padre sigue conduciendo la Obra desde el Cielo. Yo aquí no deseo ser más que el instrumento leal de su corazón vigilante" (Del Padre, In memoriam, p. 43).

2. Le llamamos sencillamente Padre porque la Obra es una familia, y porque el Padre se desvive constantemente por formar a sus hijos en el espíritu del Opus Dei. Sólo piensa en ser muy fiel a Dios, siguiendo los pasos de nuestro Padre y en ayudarnos a ser santos. Nos quiere -como nuestro Padre- con corazón de Padre y de madre.

3. La filiación al Padre es característica esencial del espíritu de la Obra:

“Cuando yo muera, hijos míos, al Padre, sea quien sea, amadlo mucho, mucho (....). Besad donde pise, no dejéis esa pequeña mortificación diaria y de rezar con amor la oración por el que hace cabeza. ¡Amadlo mucho, hijos míos, que es muy duro llevar ¡esto encima!” (De nuestro Padre).

4. Oración y mortificación por el Padre y por sus intenciones:

Se rezará cada día alguna oración y ofrecerán a Dios alguna mortificación por el Padre. 

Si en el examen de la noche advirtieran que las han omitido, rezarán por el Prelado antes de acostarse una breve oración vocal.

“Me ha tocado suceder a un santo, y ser el comienzo de la etapa de la continuidad y de la fidelidad al espíritu del Fundador (...) Sé, con la más confiada seguridad, que la asistencia divina no me faltará nunca, pero yo debo corresponder, y por eso os pido la fortaleza de vuestras oraciones. Encomendadme al Señor, para que, con su gracia, sea bueno y fiel" (Del Padre, In Memoriam, p. 42). 

5. Afán por conocer lo que el Padre dice, de obedecer a sus indicaciones y de unirnos a sus intenciones. El espíritu de filiación al Padre está en la base de la unidad de la Obra (Camino, 955).


SANTO ROSARIO

La Obra es esencialmente mariana, y la vida entera de sus miembros está llena de detalles de amor filial a Nuestra Madre del Cielo; por eso, no podía faltar en nuestro plan de vida una práctica de piedad tan arraigada en el pueblo cristiano como es el Santo Rosario. Era tal la importancia que nuestro Padre concedía a esta Norma que señaló que si alguna vez, al llegar al examen de la noche, un fiel de la Prelatura advierte que no ha dicho la parte del Rosario del día, haga lo necesario para rezarla entonces: porque, a no ser por enfermedad o por alguna otra razón de importancia, esa parte no debe dejarse nunca.

Nuestro Fundador quería que se rezase el Rosario del modo que sea habitual en cada país. Pero, a la vez, concretó que esta Norma consiste en la recitación y contemplación de los cinco misterios correspondientes al día, que se rezan en familia o privadamente, y en la brevísima meditación de los otros diez misterios que no se rezan vocalmente: esto no es obstáculo, naturalmente, para que cada uno —por devoción privada— rece cuando lo desee las tres partes del Rosario; o para que en algún caso, como parte de la dirección espiritual personal, se sugiera a alguien decir las tres partes del Rosario.

Modo:

Para fomentar en todos la piedad eucarística, el Santo Rosario se inicia con una estación menor —en latín— y la comunión espiritual, que suelen omitirse cuando se recita inmediatamente antes o después de la exposición y bendición con el Santísimo. 

Para facilitar la contemplación de cada misterio, después de enunciarlo, se hace una breve pausa —de tres o cuatro segundos—, antes de comenzar el Padrenuestro y las Avemarías correspondientes.

Al concluir el Santo Rosario y luego de las letanías se reza por las necesidades de la Iglesia y del Estado (Padrenuestro, Avemaría y Gloria); por la persona e intenciones del Sr. Obispo de la diócesis (Padrenuestro, Avemaría y Gloria); y por las benditas ánimas del Purgatorio (Padrenuestro, Avemaría y Requiescant in pace). 

Algunos, con toda libertad y privadamente, añaden otra oración por las intenciones de nuestro Padre. 

Apostolado del Santo Rosario

Los miembros del Opus Dei se esfuerzan en difundir entre las personas que tratan la devoción del Santo Rosario, que tantas bendiciones atrae del Cielo, y sigue siendo arma poderosa para combatir a los enemigos de la Iglesia Santa: ut inimicos Sanctae Ecclesiae humiliare digneris: Te rogamos, audi nos!. 

Un medio práctico y eficaz para impulsar este apostolado es dar a conocer, cada vez más, el libro de nuestro Padre sobre el Santo Rosario, que tanto bien hace a quienes lo leen y lo meditan.

El Salmo II y el Rosario

Cada martes, después de invocar al Ángel Custodio para que les acompañe en la oración, los fieles del Opus Dei besan el Rosario —como manifestación de amor a la Santísima Virgen—, y recitan en latín el Salmo II, que comienza Quare fremuerunt...: sobre este texto se detendrán en la meditación de la tarde.


Forma de rezarlo: En Latín y Español





CONTEMPLACIÓN 
DEL SANTO ROSARIO

Consiste en la contemplación de los diez misterios que no se rezan vocalmente durante el día. Naturalmente, como devoción personal, no hay inconveniente en rezar las tres partes del Rosario cuando se desee.

Se trata de decir diez jaculatorias, una por cada misterio: preferiblemente, cinco por la mañana y cinco por la tarde. 

Basta una brevísima consideración del misterio, que dé lugar a unas palabras con el corazón, internamente: puede ser un texto de la Sagrada Escritura, una jaculatoria ya conocida, o cualquier otra idea o afecto que venga a la mente y al corazón en aquel momento. No importa que sea siempre lo mismo: lo importante es que se haga diariamente un poco de oración, llena de piedad, sobre los misterios del Santo Rosario. 

Se puede cumplir en medio de la calle, en el trabajo, o en cualquier otra circunstancia. 

Conviene considerar, habitualmente, en el breve examen de mediodía, si se han contemplado ya por lo menos los misterios de una de las partes del Rosario; y si en alguna jornada, al llegar la noche y hacer el examen, se ve que se ha olvidado la meditación de esos misterios, se formula el propósito de cumplirlo el día siguiente, pero ese día ya no se hace.

Santo Rosario


Este acto de piedad ayuda a obtener mucho fruto de la parte del Rosario que se recita todos los días. 


Además, los miembros del Opus Dei se esfuerzan en difundir entre las personas que tratan esta devoción del Rosario, que tantas bendiciones atrae del Cielo, y sigue siendo arma poderosa para combatir a los enemigos de la Iglesia Santa: ut inimicos Sanctae Ecclesiae humiliare digneris: Te rogamos, audi nos! 

Un medio práctico y eficaz para impulsar este apostolado es dar a conocer, cada vez más, el libro de nuestro Padre escribió sobre el Santo Rosario, y que tanto bien hace a quienes lo leen y lo meditan.



MISTERIOS GOZOSOS
Lunes y sábados

1°. La Encarnación.
2°. La Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel.
3°. El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén.
4°. La Purificación de Nuestra Señora.
5°. El Niño perdido y hallado en el Templo.

MISTERIOS DOLOROSOS
Martes y viernes

1°. La oración en el huerto.
2°. La flagelación del Señor.
3°. La coronación de espinas.
4°. La Cruz a cuestas.
5°. Jesús muere en la Cruz.

MISTERIOS GLORIOSOS
Miércoles y domingos

1°. La Resurrección del Señor.
2°. La Ascensión del Señor.
3°. La venida del Espíritu Santo.
4°. La Asunción de Nuestra Señora.
5°. La Coronación de María Santísima.

MISTERIOS LUMINOSOS
Jueves

1º. El Bautismo del Señor.
2º. Las bodas de Caná.
3º. El anuncio del Reino de Dios.
4º. La Transfiguración del Señor.
5º. La institución de la Eucaristía.



PRECES

Deus cui proprium est...: confiados en la misericordia de Dios, pedimos que el Espíritu Santo encienda con su fuego de amor nuestras almas, a fin de que le podamos servir con cuerpo casto y corazón limpio; que el Señor sea el principio y el fin de todas nuestras acciones, de modo que nuestra intención se encamine derechamente a la gloria de Dios.

Pedimos el gaudium cum pace: la alegría, consecuencia de la entrega plena al querer de Dios; y la paz, consecuencia de la lucha interior por ser cada día más fieles.


Como es mucho lo que debemos purificar y reparar, pedimos un tiempo de verdadera penitencia, con el propósito de aprovecharlo entero.


La gracia y el consuelo del Espíritu Santo alientan la perseverancia en el camino emprendido, que es y será siempre un don inmerecido garante de la perseverancia final. La fe, la esperanza y el amor se reúnen en esta petición cotidiana.


La invocación a los tres Arcángeles y a los tres Apóstoles es el fruto de una moción interior de nuestro Fundador, en los primeros días de octubre de 1932.

Otras indicaciones

Cuando se rezan las Preces en el oratorio y está presente un sacerdote —o si hay varios, el dignior—, al llegar el momento de la bendición, se acerca al altar, hace genuflexión en la tarima —o en el presbiterio— y se vuelve hacia los asistentes, sin dar la espalda al Sagrario. 

Une las manos ante pectus y extiende los brazos hacia adelante, diciendo: 

Dóminus sit in córdibus vestris, et in lábiis vestris

vuelve a unir las manos, y hace con la derecha extendida la señal de la Cruz, teniendo la izquierda también extendida infra pectus, mientras dice: 

In nómine Patris, et Fílii + et Spíritus Sancti

El sacerdote une las manos ante pectus, y todos contestan: Amen

Después se arrodilla —en la tarima o dentro del presbiterio—, y añade: Pax

A continuación, puede volver a su sitio en el oratorio, o quedarse arrodillado donde está, hasta que se recite la jaculatoria final.

Cuando un sacerdote reza solo las Preces, omite el Dóminus vobiscum que precede a la oración.




PRECES 


     [ De Rodillas ]

Sérviam!

℣. Ad Trinitatem Beatíssimam.
℟. Grátias tibi, Deus, grátias tibi: vera et una Trínitas, una et summa Déitas, sancta et una Unitas.

℣. Ad Iesum Christum Regem.
℟. Dóminus Iudex noster; Dóminus Légifer noster; Dóminus Rex noster. Ipse salvabit nos.


℣. Christe, Fili Dei vivi, miserere nobis.
℟. Christe, Fili Dei vivi, miserere nobis.

℣. Exsurge, Christe, ádiuva nos.
℟. Et líbera nos propter nomen tuum.

℣. Dóminus illuminátio mea et salus mea: quem timebo?
℟.  Si consistant adversum me castra, non timebit cor meum; si exsurgat adversum me proélium, in hoc ego sperabo.

℣. Ad Beatam Vírginem Mariam Mediatricem.
℟.  Recordare, Virgo Mater Dei, dum stéteris in conspectu Dómini, ut loquaris pro nobis bona.

℣. Ad Sanctum Ioseph Sponsum Beatae Mariae Vírginis.
℟. Fecit te Deus quasi Patrem Regis, et dóminum universae domus eius: ora pro nobis.

℣. Ad Angelos Custodes.
℟.  Sancti Angeli Custodes nostri, deféndite nos in proélio ut non pereamus in tremendo iudício.

℣. Ad Sanctum Iosephmariam Conditorem nostrum.
℟. Intercede pro fíliis tuis ut, fideles spirítui Operis Dei, laborem sanctificemus et ánimas Christo lucrifácere quaeramus.

℣. Oremus pro Beatíssimo Papa nostro N.
℟. Dóminus conservet eum, et vivíficet eum, et beatum fáciat eum in terra, et non tradat eum in ánimam inimicorum eius.

℣. Oremus et pro Antístite huius dioecesis.
℟.  Stet et pascat in fortitúdine tua, Dómine, in sublimitate nóminis tui.

℣. Oremus pro unitate apostolatus.
℟. Ut omnes unum sint, sicut tu Pater in me et ego in te: ut sint unum, sicut et nos unum sumus.

℣. Omne regnum divisum contra se, desolábitur.
℟.  Et omnis cívitas vel domus divisa contra se non stabit.

℣. Oremus pro benefactóribus nostris.
℟.  Retribúere dignare, Dómine, ómnibus nobis bona faciéntibus propter nomen tuum, vitam aeternam. Amen.

℣. Oremus pro Patre.
℟.  Misericórdia Dómini ab aeterno et usque in aeternum super eum: custodit enim Dóminus omnes diligentes se.

℣. Oremus et pro frátribus nostris Operis Dei, vivis atque defunctis.
℟. Salvos fac servos tuos, Deus meus, sperantes in te.

℣. Mitte eis, Dómine, auxílium de sancto.
℟. Et de Sion tuere eos.

℣. Réquiem aeternam dona eis, Dómine.
℟. Et lux perpétua lúceat eis.

℣. Requiescant in pace.
℟. Amen.

℣. Dómine, exaudi orationem meam.
℟. Et clamor meus ad te véniat.


[Si está presente el sacerdote: ]

℣. Dóminus vobiscum.
℟. Et cum spíritu tuo.

Oremus.

Deus, cui próprium est misereri semper et párcere: súscipe deprecationem nostram. Ure igne Sancti Spíritus renes nostros et cor nostrum, Dómine: ut tibi casto córpore serviamus, et mundo corde placeamus.

Actiones nostras, quaésumus Dómine, aspirando praéveni et adiuvando proséquere: ut cuncta nostra orátio et operátio a te semper incípiat, et per te coepta finiatur. Per Christum Dóminum nostrum.
℟. Amen.

Todos: Gáudium cum pace, emendationem vitae, spátium verae poeniténtiae, grátiam et consolationem Sancti Spíritus atque in Opere Dei perseverántiam, tríbuat nobis Omnípotens et Miséricors Dóminus.

℣. Sancte Míchaël.
℟. Ora pro nobis.

℣. Sancte Gábriel.
℟. Ora pro nobis.

℣. Sancte Ráphaël.
℟. Ora pro nobis.


℣. Sancte Petre.
℟. Ora pro nobis.

℣. Sancte Paule.
℟. Ora pro nobis.

℣. Sancte Ioannes.
℟. Ora pro nobis.

[ Si está presente el sacerdote, el dignor dirá: ]

Iube, Domne, benedícere.

[ Sacerdote bendice: ]

Dóminus sit in córdibus vestris, et in lábiis vestris, in nómine Patris + et Fílii et Spíritus Sancti.
℟. Amen.

℣. Pax.
℟. In aeternum.



TRADUCCIÓN
NO OFICIAL

Te serviré!

℣. A la Santísima Trinidad.
℟. Gracias, a Ti, Dios mío; gracias a ti; verdadera y única Trinidad; una y suma Deidad; santa y única Unidad.

℣. A Jesucristo Rey.
℟. El Señor es nuestro Juez, El Señor es nuestro Legislador; El Señor es nuestro Rey; El Señor es nuestro Salvador.

℣. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten misericordia de nosotros.
℟. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten misericordia de nosotros.

℣. Cristo, ayúdanos.
℟. Y libéranos por tu nombre.

℣. El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién temeré?
℟. Si vienen ejércitos contra mí, no temerá mi corazón; si surge una adversidad contra mí, en Ti esperaré.

℣. A la Santísima Virgen María, Mediadora.
℟. Recuerda, Virgen y Madre de Dios, cuando te encuentres ante la mirada del Señor hablarle de nuestras necesidades. Habla bien de nosotros.

℣. A San José, Esposo de la Bienaventurada Virgen María.
℟. Te hizo Dios cual padre del Rey y Señor de toda su casa universal, ruega por nosotros.

℣. A los Ángeles Custodios.
℟. Santos Ángeles Custodios nuestros, defendednos en el combate para que no perezcamos en el juicio final.

℣. A San Josemaría, nuestro fundador.
℟. Intercede por sus hijos para que, fieles al espíritu del Opus Dei, santifiquemos el trabajo, y busquemos ganar almas para Cristo.

℣. Oremos por el Beatísimo Papa nuestro N.
℟. El Señor lo conserve, y lo vivifique, lo haga bienaventurado en la tierra y no permita que caiga en manos de sus enemigos.

℣. Oremos por el Obispo de esta Diócesis.
℟. Para que apaciente tu rebaño con tu ayuda poderosa, Señor, y conforme a la sublimidad de tu nombre.

℣. Oremos por la unidad del apostolado.
℟. Para que todos seamos uno, como tú, Padre, estás en mí, y yo en ti, que todos sean uno, así como nosotros somos uno.

℣. Todo reino dividido contra sí mismo será destruido.
℟. Y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá.

℣. Oremos por nuestros benefactores.
℟. Dígnate, Señor, conceder la vida eterna a todos los que nos hacen el bien. Amén.

℣. Oremos por el Padre.
℟. La bondad misericordiosa del Señor venga siempre sobre él. Custodia también, Señor, a todos los que le aman.

℣. Oremos también por nuestros hermanos del Opus Dei, vivos y difuntos.
℟. Salva, Dios mío a tus siervos, que esperan en Ti.

℣. Envíales, Señor, tu ayuda desde el Cielo.
℟. Y protégelos desde Sión, tu monte santo.

℣. Dales, Señor, el descanso eterno.
℟. Y brille sobre ellos la luz perpetua.

℣. Descansen en paz.
℟. Amén.

℣. Señor, escucha mi oración.
℟. Y llegue a Ti mi clamor.

℣. Oremos

Oh Dios, de quien es propio tener siempre misericordia y perdón. Enciende el fuego de tu Espíritu Santo en nuestras entrañas y en nuestro corazón, para que en castro cuerpo te sirvamos, y en el corazón del mundo te complazcamos.

Te suplicamos, Señor, ilumines nuestras acciones con tú inspiración y continua ayuda, para que nuestra oración y obras comiencen siempre en ti y emprendida para ti, en ti termine. Por Cristo, nuestro Señor.
℟. Amén.

Todos: Alegría y Paz, enmienda de la vida, espacio a la gracia de la verdadera penitencia, consuelo del Espíritu Santo y perseverancia en el Opus Dei nos concedas omnipotente y misericordioso Señor.

℣. San Miguel.
℟. Ruega por nosotros.

℣. San Gabriel.
℟. Ruega por nosotros.

℣. San Rafael.
℟. Ruega por nosotros.

℣. San Pedro.
℟. Ruega por nosotros.

℣. San Pablo.
℟. Ruega por nosotros.

℣. San Juan.
℟. Ruega por nosotros.

℣. Paz.
℟. Por toda la eternidad.




COMENTARIO DEL EVANGELIO

En todas las sedes de los Centros, hágase el comentario del Evangelio cada día, para leerlo en la forma acostumbrada.

Ha de ser breve, sencillo, práctico, que pueda servir a todos para vivir mejor el tiempo de la noche y hay que presentarlo con tiempo al Director.

Por lo general esta costumbre la realiza el encargado del día, quien además debe ayudar en la misa con ropa apropiada, dirigir el Santo Rosario y las otras oraciones acostumbradas que suelen rezarse en familia.

Sólo en las sedes de los Centros se tiene la lectura del comentario del Evangelio, y suele hacerse al final del día, ordinariamente antes del examen de la noche. Sin embargo, no hay inconveniente en ponerlo de modo habitual a otra hora, si parece oportuno por razones de apostolado, de trabajo, etc.: lo importante es que ningún día se deje esta Costumbre. 

Puede leerse todo el texto del Evangelio de la Misa del día, o solamente la frase a la que se refiere el comentario. Se aconseja, sin embargo, leer únicamente la frase comentada; de este modo, puede redactarse en una octavilla todo lo necesario —la frase del Evangelio, el comentario, la celebración litúrgica y la Misa del día siguiente—, que se presenta con la antelación necesaria al Director, para que dé su aprobación. 

El día del Círculo Breve, que incluye el comentario del Evangelio, no es necesario repetirlo al final de la jornada.


EXAMEN GENERAL


Examen -Labor diaria. -Contabilidad que no descuida nunca quien lleva un negocio. ¿Y hay negocio que valga más que el negocio de la vida eterna?" (Camino 235). 

"Al examen hemos de ir a individuar las causas "de nuestras acciones y de nuestras omisiones, a descubrir con valentía los motivos y las ocasiones que nos apartan, poco o mucho, de la intimidad con Jesucristo" (Del Padre). 

No se trata tanto de una contabilidad minuciosa, como de llegar a las causas, a la raíz de nuestros descaminos. "No es una simple introspección, ni curiosidad psicológica, ni un enfermizo afán de tranquilidad delante del Juez divino, sino un medio indispensable para avanzar en el camino de unión con -Dios" (Del Padre).

Forna de hacerlo

“A la hora del examen ve prevenido contra el demonio mudo” (Camino 236). 

Encomendarse a la Santísima Virgen, a San José, a nuestro Ángel Custodio, a nuestro Padre, teniendo valentía en el conocimiento propio: la verdad nos hará libres;

Concretar en la charla fraterna el modo de hacerlo. Materia del examen;

Pedir perdón por nuestras faltas -con dolor de Amor-; y -ordinariamente- formular un propósito concreto para mejorar al día siguiente. Sin dejarse llevar nunca por un posible desánimo; siempre con la certeza de que nunca nos faltarán los medios para alcanzar la santidad.

Por último agradecer al Señor lo bueno que hemos hecho. 

Jaculatoria final

Cuando por la noche se hace el examen general en familia —suelen bastar unos tres minutos—, la jaculatoria Sancta Maria, Spes nostra, Sedes Sapientiae (Ancilla Domini) se rezará al terminar el examen, para dar fin a esta reunión en familia. 

En el caso de que se lea el comentario del Evangelio a última hora, se procede del mismo modo. 

Al mediodía, después de las Preces o de la visita al Santísimo, cuando se echa una ojeada a la jornada —como un principio del examen general y del particular—, para darse cuenta de cómo han ido las horas transcurridas, la jaculatoria se reza al final de este examen, después de dejar pasar no más de un minuto.

Ejemplo

Cada día al terminar la jornada nuestro plan de vida nos pide hacer un alto en el camino para examinarnos.

La finalidad del examen de conciencia es conocernos mejor a nosotros mismos, para que podamos ser más dóciles a las continuas gracias que derrama en nosotros el Espíritu Santo.

Temas especiales a considerar 

1. El Plan de Vida
2. Mis relaciones familiares
3. Mi trabajo
4. Mis relaciones sociales
5. Y el apostolado.

En ellos determinar cual ha sido nuestro defecto dominante, por ejemplo:

El ansia del aplauso o el deseo de alabanzas;

el temor de una censura;

el desabrimiento, nacido de una contrariedad, de una conversación o de un proceder que me ha mortificado, o bien el resentimiento procedente de una reprensión agria y dura;

la amargura producida por la suspicacia o el malestar mantenido por una antipatía,

la cobardía inspirada por la sensualidad;

el desaliento causado por una dificultad o un fracaso;

la rutina, fruto de la falta de abnegación;

La disipación, fruto de la curiosidad y de la alegría vana, etcétera;

Examinaremos igualmente el empeño empleado contra la tendencia a la comodidad, a crearnos necesidades; o el esfuerzo ponemos por ejemplo, para llevar una vida sobria y templada –también en las relaciones sociales– en la comida y bebida, y en el uso de los bienes de la tierra.

Puntos para la confesión

En este examen tomaremos nota de los aspectos que merecen ser llevados a la próxima Confesión y charla. 

Acto de contrición

Terminaremos nuestro examen con un acto de contrición, porque si no hay dolor, es inútil el mismo.

Propósitos

Haremos de ordinario el propósito de mejorar algún aspecto de nuestra vida, el cual podemos renovar a la mañana siguiente ya sea al iniciarse el nuevo día, en el ofrecimiento de obras, en la oración personal, o en la Santa Misa.

Acción de gracias

Al acabar el examen, daremos gracias al Señor por todas las cosas buenas con las que hemos cerrado la jornada.


AVEMARÍAS

Avemarías de la pureza

Cada día, antes de acostarse se rezan 3 avemarías, que se llaman “de la pureza” porque se piden con ellas por la pureza nuestra y la de todos nuestros hermanos. 

Se rezan de rodillas siempre que sea posible, y con los brazos en cruz.

La Santa Pureza

Se ha de cuidar esmeradamente tres puntos fundamentales, que proporcionan la felicidad en la tierra y el premio en el Cielo: 

La fidelidad firme, virginal, alegre e indiscutida a la fe, a la pureza y al propio camino o vocación .

Los miembros de la Obra, en sus relaciones sociales y profesionales con personas del otro sexo, viven las normas de prudencia que dictan el sentido sobrenatural y el sentido común cristiano. 

Pureza

Dios nos quiere hombres o mujeres íntegros, que utilizan su inteligencia y su voluntad, sus potencias y sentidos, para aquello que han sido creados: la gloria de Dios, que reverbera en un cuerpo y un alma limpios, puros. La pureza es esencial para ser lo que debemos: hombres o mujeres que luchan por alcanzar la santidad, con sensibilidad para todo lo noble, lo humano y lo divino. "El hombre animal no percibe lo que es del Espíritu de Dios" (1 Cor 2,14); “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8).

La santa pureza es afirmación gozosa, virtud que permite amar con todo el corazón a Dios y a las criaturas. "Vivimos delicadamente la castidad -cada uno en su estado: solteros, casados, viudos, sacerdotes-, que hace a los hombres recios y señores de sí mismos, les da optimismo, alegría y fortaleza; les acerca a Jesucristo, Nuestro Señor, y a Nuestra Madre Santa María; y es condición indispensable para nuestro servicio a la Iglesia y a las almas" (De nuestro Padre).

Es fundamental ser muy sinceros, y especialmente antes. Si alguna vez se cae, hay que levantarse enseguida; con la gracia de Dios, que no faltará si se ponen los medios; hay que llegar cuanto antes a la contrición, a la sinceridad humilde, a la reparación, de modo que la derrota ocasional se transforme en una gran victoria de Jesucristo.

Enseña el Magisterio que "el orden moral de la sexualidad comporta para la vida humana valores tan elevados, que toda violación directa de este orden es objetivamente grave" (SCDF, Declaración 16-1-1976, n. 10). También para los casados, fuera del ámbito propio y legítimo del matrimonio, la obligación de guardar la continencia -de cuerpo y espíritu- es tan total y excluyente como para una persona soltera.

Medios para vivir la virtud de la Pureza:

Presencia de Dios: que nos ve, que nos mira siempre con infinito amor. No perder nunca de vista esa mirada, y seremos fieles. La impureza sería expulsar a Dios de nuestro cuerpo, su templo, y de nuestra alma.

La Eucaristía: es el alimento de los fuertes, y de los débiles que quieren ser fuertes. ¡Señor, si quieres, puedes limpiarme!

Devoción al Virgen: tota pulchra. Ella nos contagia su maravillosa, magnífica pureza cuando la miramos, cuando la tratamos, cuando cumplimos amorosamente las Normas marianas, cuando no nos separamos de su lado. Mater Pulchrae Dilectionis, filios tuos adiuva! La lámpara que luce siempre junto a su imagen en Villa Tevere, muestra de la confianza de nuestro Padre en la Santísima Virgen.

Humildad: porque “lujuria oculta, soberbia manifiesta”. “La santa pureza la da Dios cuando se pide con humildad” (Camino, n. 118). Humildad para reconocer que "lo que mancha a un chiquillo mancha también a un viejo" (De nuestro Padre). Sin obsesiones, estar siempre en guardia, con la paz de los hijos de Dios. Huir de las ocasiones.

Sinceridad plena: antes, mejor que después. Cuidado con el demonio mudo. Consultar cualquier duda, cualquier posible ignorancia.

Templanza, mortificación, penitencia: Absolutamente necesarias para ser fieles, reparar y purificarse. El pudor y la modestia: Camino, n. 128. Guarda del corazón y de los sentidos.

Trabajo: “¡El ocio mismo ya debe ser un pecado!” (Camino 357). El trabajo serio evita muchas tentaciones.

Para los Supernumerarios: la pureza lleva consigo -entre otras cosas- que el amor conyugal esté abierto generosamente a la transmisión de la vida, sin poner obstáculos a los planes de Dios.


AGUA BENDITA


Se debe tener en el cuarto agua bendita con la que se rociará la cama con una gotas antes de acostarnos y con los dedos mojados se signará también con la señal de la Cruz. 

Es un sacramental. Nos obtiene gracia, según nuestras disposiciones y preserva de tentaciones (Camino 572).


INTENCIÓN MENSUAL

El apostolado principal de la Obra es el apostolado personal que sus miembros realizan en su actuación individual, a través del ejercicio de su actividad profesional y social. No es un apostolado anárquico, sino dirigido. 

Recibimos de nuestros Directores indicaciones concretas, de carácter exclusivamente espiritual. De este modo –in verbo autem tuo laxabo rete (Lc. 5, 5)– se multiplica la eficacia (Camino 629).

La intención mensual hace parte del apostolado personal dirigido, se trata de una labor apostólica determinada por los directores, que señala en cada momento a los miembros de la Obra aquellos apostolados que, por su especial importancia para la labor de toda la Obra y de cada Región, con el propósito de que sean objeto de la oración, del estudio y del trabajo apostólico de todos. 

Se trata de rezar, y también –porque en nuestra ascética, oración y acción son inseparables– de desarrollar una extensa y profunda acción apostólica. 

Es una misión única común a todos, por ello es necesario hacerla nuestra!.

Tipos

Intención Mensual General: Se trata de aquellas intenciones del Padre, por un periodo determinado.

Intención Mensual Regional: Se trata de aquellas intenciones del Vicario Regional, por un periodo determinado. Puede tener santos como patrocinadores.


DIARIO Y ESCRITOS DE INTERÉS HISTÓRICO

En los Centros de Numerarios se lleva un diario. Además, los Consejos locales de los Centros de Agregados, de Supernumerarios y de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz pueden anotar en un cuaderno, con el mismo tono familiar, los hechos más importantes de la vida de cada Centro.

También se escribe un diario durante los Cursos anuales y las Convivencias de Agregados y de Supernumerarios (incluidas las de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz). Si se tienen en un Centro donde ya lo hay, se utiliza el mismo cuaderno; si no, se abre otro, con un número apropiado de páginas. En cambio, no figuran en un mismo cuaderno actividades celebradas en varios lugares.

El diario se redacta en un estilo sencillo, familiar, sin pretensiones literarias, pero sin abusar de vulgarismos o de frases hechas, ininteligibles a la vuelta de poco tiempo. La extensión es variable: unos días bastan tres o cuatro líneas; otros, en cambio, se escriben algunas páginas.

Los temas surgen espontáneamente de la preocupación apostólica, de la visión sobrenatural, de la ilusión y del cariño humano que caracterizan el ambiente del Centro: pequeños detalles de la vida en familia; anécdotas del apostolado; hechos edificantes narrados con naturalidad, etc. Aunque el espíritu de alegría y de optimismo lleva a no transformar el diario en un paño de lágrimas, se anotan también, si ocurren, algunos hechos o circunstancias que, de no relatarse, darían una visión deformada, irreal de la marcha de ese Centro: dificultades ambientales, falta de medios, contradicciones, etc. 

También se mencionan hechos importantes del mundo o del país, porque somos ciudadanos iguales a los demás y nos movemos inmersos en la corriente circulatoria de la sociedad. 

En cualquier caso, se evita por completo cualquier afirmación peyorativa sobre personas e instituciones, porque no responde al espíritu de caridad que ha de practicarse con todos.

El Director revisa con frecuencia el diario, tanto para subsanar posibles olvidos, como para hacer las correcciones oportunas. Esto es especialmente necesario cuando el encargado de escribirlo lleva poco tiempo en la Obra. Una vez terminado un cuaderno, se manda en mano a la Comisión Regional en la primera oportunidad. 

El cuaderno, por razones de archivo, tiene número de páginas suficiente para que dure, si es posible, aproximadamente un año. Las medidas máximas son 18 x 25 cm.; y es preferible el formato vertical al apaisado.

Se utilizan cuadernos de calidad: las hojas y tapas ofrecen la debida consistencia, de modo que no se transparente la escritura. Se eligen modelos normales, pero sin espiral metálica, que podría deteriorar o estropear el papel con facilidad. Se escribe a tinta, para que la escritura no se borre con el paso del tiempo. En todas las páginas se deja un margen amplio, para añadir posibles aclaraciones. No se usan abreviaturas.

En la primera página, se anotan los siguientes datos: 

Nombre del Centro; lugar en que está situado, según la forma habitual en cada país (decir, indicando la ciudad, la provincia, el departamento, el estado, etc.); fechas —día, mes y año— de comienzo y terminación del cuaderno; tipo de actividad. 

Cuando se trata de Cursos anuales o de Convivencias, se especifica si son para Numerarios, Agregados o Supernumerarios de la Prelatura; o para Agregados o Supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.

Antes de enviar cada cuaderno a la Comisión Regional, se comprueba que figuran los nombres y apellidos de las personas de la Obra que residen o están adscritas al Centro; sin perjuicio de hacer constar, en los días que corresponda, el nombre de los que se incorporan o se marchan del Centro.

Además de los acontecimientos incluidos en el diario, otras muchas anécdotas de la labor reflejan el trabajo apostólico, con frecuencia heroico, en todo el mundo. Como se viene haciendo desde el principio, en ocasiones ‑al tratarse de un asunto de particular interés, por las personas a las que se refiere o por las circunstancias en que se desarrolla el hecho‑, se redacta una nota clara y pormenorizada, haciendo contar los nombres, los días y los detalles más significativos. Estas relaciones, con la fecha y la firma, se mandan a la Comisión Regional; si se escriben a máquina, se firma además al margen de cada hoja. Serán muy útiles para escribir la historia de la Obra, al cabo de los años, y servirán de  ejemplo y de estímulo a los que vengan detrás. 

Aunque lo mejor es escribirlas cuando se producen los sucesos, se puede aprovechar también la estancia en los Cursos anuales, si por cualquier razón no se ha hecho antes. Por eso, se recuerda al comenzar cada Curso anual.


SILENCIO DE LA TARDE 
Y DE LA NOCHE

Para conseguir un trato más íntimo con Dios, hemos de guardar silencio durante el tiempo de la noche y durante el tiempo de trabajo de la tarde: el primero dura desde el examen de la noche hasta el final de la Misa o de la oración de la mañana; el segundo, tres horas, después del almuerzo o de la tertulia.

La Costumbre del tiempo de trabajo de la tarde, además de ser un modo de preparar la oración, permite mejorar la atención en la labor concreta que se realiza; ayuda a descubrir el valor sobrenatural que el trabajo encierra para la santificación y para el apostolado; y facilita la rectitud de intención para ofrecérselo al Senor. Puede ser oportuno dedicar ese tiempo a una ocupación determinada, que constituya como el centro del trabajo, evitando la dispersión en muchas actividades sueltas; así como aumentar durante esas horas las mortificaciones pequenas, sobre todo aquéllas que faciliten el cumplimiento intenso, fiel, acabado y amoroso del trabajo ordinario.

La forma concreta de llevar a la práctica esta Costumbre dependerá de las diversas circunstancias de cada miembro de la Obra. Puede vivirse en casa, en la oficina, en la fábrica, en la universidad, o en medio de las ocupaciones familiares. Sin embargo, en todo caso se procura vivir las primeras horas de la tarde con especial recogimiento: si no es chocante, también con el silencio exterior, tratando de evitar las conversaciones innecesarias. Y, sobre todo, se vive el silencio interior —que es oración—, por el que se busca más especialmente en esos momentos adquirir y fomentar el hábito de convertir el trabajo en instrumento de santificación, a través de las Normas de siempre: actos de amor de Dios, jaculatorias, etc.

El tiempo de trabajo de la tarde se practica en los Centros todos los días, también los domingos y días de fiesta. Ordinariamente, este rato de silencio comienza a partir de la última reunión en familia que se ha tenido después de la comida del mediodía: visita al Santísimo o tertulia.

Con el examen de conciencia, empieza el tiempo de la noche, en el que se procura conseguir un trato más asiduo con el Señor, sin interferencias que distraigan. En los Centros donde la tertulia de la noche es a última hora y, por tanto, inmediatamente después se hace el examen, el tiempo de la noche comienza ya a partir del momento en que se levanta la tertulia.

También en este caso, los Agregados y los Supernumerarios concretan en la charla fraterna el modo de vivir esta Costumbre, según sus circunstancias personales, y —en el caso de los Supernumerarios— de acuerdo con sus deberes de estado.


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO

1. Es una Norma diaria, de un cuarto de hora de duración: “No dejes tu lección espiritual. -La lectura ha hecho muchos santos” (Camino 116). Es “el depósito de combustible” (Camino 116). 

Una parte de estos quince minutos, se dedica a la lectura meditada del Nuevo Testamento, con una versión explícitamente aprobada; el resto, a la lectura del libro espiritual que nos hayan indicado.

2. Para amar cada vez más a Jesucristo e imitarle mejor, hemos de conocer su Vida. Ir con ese afán a la lectura del Santo Evangelio, tratando de ser un personaje más.

Pedir ayuda al Espíritu Santo -autor principal de la Sagrada Escritura- para comprender lo que quiere decirnos ese día con las palabras que nos toca leer.

3. Hacer la lectura del libro espiritual no sólo con afán de informarse, sino también de vivir la doctrina aprendida: que sea una lectura atenta, sin prisas; conveniencia de hacerla a hora fija, y, si es posible, en el oratorio.

El tiempo que se emplea en la lectura del Evangelio —que puede hacerse con todos los textos del Nuevo Testamento— y la lectura espiritual es, en total, un cuarto de hora. 

No hay inconveniente, sin embargo, en que alguna vez —si alguien por devoción lo desea— se dedique más tiempo. Muchas veces será suficiente leer sólo un versículo del Nuevo Testamento —que sirva de meditación durante el día y sea un medio de conservar la presencia de Dios—, y emplear después el tiempo restante —casi un cuarto de hora— en otra lectura espiritual; a veces convendrá, por el contrario, leer durante más tiempo el Evangelio que el libro de lectura. No quiere decirse con esto, sin embargo, que la lectura del Evangelio y la lectura espiritual hayan de hacerse siempre inmediatamente seguidas.


LECTURA DE ALGÚN 
LIBRO ESPIRITUAL

Es una Norma diaria, de un cuarto de hora de duración: “No dejes tu lección espiritual. –La lectura ha hecho muchos santos” Es el depósito de combustible (Camino 116). 

Una parte de este cuarto de hora se dedica a la lectura meditada del Nuevo Testamento, con una versión explícitamente aprobada; el resto, a la lectura del libro espiritual que nos hayan indicado.

Hacer la lectura del libro espiritual no sólo con afán de informarse, sino también de vivir la doctrina aprendida: que sea una lectura atenta, sin prisas; conveniencia de hacerla a hora fija, y, si es posible, en el oratorio.

Entre los diversos medios que aseguran el progreso y el fortalecimiento de esa piedad doctrinal, ilustrada, baste aquí una breve referencia a la lectura espiritual. El tiempo que se emplea en la lectura del Evangelio —que puede hacerse con todos los textos del Nuevo Testamento— y la lectura espiritual es, en total, un cuarto de hora. 

No hay inconveniente, sin embargo, en que alguna vez —si alguien por devoción lo desea— se dedique más tiempo. Muchas veces será suficiente leer sólo un versículo del Nuevo Testamento —que sirva de meditación durante el día y sea un medio de conservar la presencia de Dios—, y emplear después el tiempo restante —casi un cuarto de hora— en otra lectura espiritual; a veces convendrá, por el contrario, leer durante más tiempo el Evangelio que el libro de lectura. No quiere decirse con esto, sin embargo, que la lectura del Evangelio y la lectura espiritual hayan de hacerse siempre inmediatamente seguidas.

Además de la Sagrada Escritura y de los documentos del Magisterio de la Iglesia, todos leen —y releen— muchas veces los escritos de nuestro Fundador, especialmente las Cartas y documentos que redactó para la formación de sus hijos, y los editoriales y artículos doctrinales de las Publicaciones internas. 

De otra parte, en cada Centro hay obras de los Santos Padres, clásicos de espiritualidad y libros más recientes de bien experimentada utilidad para las almas. Quienes han hecho los estudios correspondientes, pueden leer durante una temporada libros de Teología —alternándolos con otros de carácter más directamente espiritual—, entre los incluidos en las bibliografías de los programas de los estudios institucionales. Los Directores tienen muy presente la importancia de este medio de formación, y procuran que cada alma reciba el alimento intelectual que necesite según sus circunstancias, para acrecentar continuamente su sólida piedad doctrinal.


BENDICIÓN DE LA MESA


En el almuerzo

 ℣. Bénedic, Dómine, nos 
et hæc tua dona 
quæ de tua largitáte 
sumus sumptúri. 
Per Christum Dóminum nostrum.
℟. Amen.

Ante Prándium (antes del almuerzo)

℣.  Mensæ cæléstis partícipes 
faciat nos, 
Rex ætérnæ glóriæ.
℟. Amen.

[Si el que preside la oración es un sacerdote, el dignior antes del ante prandium o ante cenam dirá: Iube, Domne, benedícere.]

Después del almuerzo

℣. Ágimus tibi gratias, 
omnípotens Deus, 
pro univérsis benefíciis tuis, 
qui vivis et regnas 
in sǽcula sæculórum.
℟. Amen.

℣. Deus det nobis suam pacem.
℟. Et vitam ætérnam. Amen.


En la cena

℣. Bénedic, Dómine, nos 
et hæc tua dona 
quæ de tua largitáte 
sumus sumptúri. 
Per Christum Dóminum nostrum.
℟. Amen.

Ante Cenam (antes de la cena)

℣.  Ad cenam vitæ ætérnæ 
perdúcat nos, 
Rex ætérnæ glóriæ. 
℟. Amen.

[Si el que preside la oración es un sacerdote, el dignior antes del ante prandium o ante cenam dirá: Iube, Domne, benedícere.]


Después de la Cena

℣. Ágimus tibi gratias, 
omnípotens Deus, 
pro univérsis benefíciis tuis, 
qui vivis et regnas 
in sǽcula sæculórum.
℟. Amen.

℣. Deus det nobis suam pacem.
℟. Et vitam ætérnam. Amen.


ESPAÑOL

℣.  Bendícenos, Señor, y bendice estos alimentos que por tu manos generosas vamos a tomar. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos
℟. Amén.

℣.  El Rey de la gloria eterna nos haga partícipes de la mesa celestial.
℟. Amén.

Después de las comidas

℣.  Te damos gracias omnipotente Dios por todos tus beneficios, Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

℣.  El Señor nos dé su paz.
℟. Y la vida eterna. Amén.

Costumbre

Cuando estén presentes sólo personas de la Obra, se dicen siempre en latín las oraciones de la bendición de la mesa.

Igualmente se hará en latín la Estación que se reza en la visita al Santísimo, en la Exposición del Santísimo Sacramento, y antes del rezo del Santo Rosario la invocación Per signum Crucis, así como el Angelus, el Regina Coeli, y el Trium puerorum.

En los demás casos, esas oraciones se dicen en el idioma del país.

ACORDAOS

Memorare (oración saxum)

Diariamente se procura rezar varias veces cada día la oración Memorare, (al menos una al día), aplicándola por el fiel del Opus Dei o de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz que más lo necesite.

Si no se ha rezado el Acordaos al llegar al examen de la noche, ya no se reza ese día: nos queda el dolor de no haber vivido esta Costumbre, y hacemos el propósito de ponerla en práctica al día siguiente.

Memorare

Memoráre, o piíssima Virgo Maria, 
non esse audítum a sǽculo, 
quemquam ad tua curréntem præsídia, 
tua im­plo­rántem auxilia, 
tua peténtem suffrágia, 
esse derelíctum.

Ego tali animátus confidéntia, 
ad te, Virgo Vírginum, 
Mater, curro, ad te vénio, 
coram te gemens peccátor assísto.

Noli, Mater Verbi, 
verba mea despícere; 
sed áudi propítia et exáudi. 
Amen.

Acordaos

Acordaos, oh piadosísima
Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que
han acudido a vuestro amparo,
y reclamado vuestra misericordia,
hayan sido abandonados.

Animado con tal esperanza,
acudo a vos, Virgen de vírgenes;
y gimiendo bajo el peso 
de mis pecados,
me postro a vuestros pies,
y os ruego me ayudéis
y No desechéis mis súplicas. 
Amén


PRESENCIA DE DIOS

Es recordar que nuestro Padre Dios preside todos los instantes de nuestra vida, que está en todas las cosas y, especialmente, en el alma en gracia, que nos contempla siempre con una mirada de amor infinito. Así brota un diálogo incesante.

Pero es preciso luchar con "industrias humanas", con "despertadores", para alcanzar la presencia de Dios habitual. Comenzar y recomenzar.

Algunos ejemplos prácticos. Insistir una y otra vez.

Muchas veces se empleará un versículo de la lectura del Nuevo Testamento —para que sirva de meditación durante el día y sea un medio de conservar la presencia de Dios—

También para fomentar el sentido de la presencia de Dios, los fieles de la Obra se saludan o despiden con la expresión: Pax; a la que se responde: In aeternum.


FILIACIÓN DIVINA

El sentido, humilde y sincero, de la filiación divina en Cristo Jesús es el fundamento sólido sobre el que se apoyan todas las tareas en el Opus Dei, y la raíz fecunda que las vivifica.
   
Es el fundamento de toda nuestra vida de piedad y matiza todas nuestras relaciones con Dios. De ahí, la alegría, el optimismo, el omnia inbonum!, la seguridad, la fortaleza: Abba, Pater!; rezo del Padre Nuestro, etc.

Todos los cristianos, por estar bautizados, somos hijos de Dios y estamos llamados a la santidad, que es la unión con Dios en la gloria, para siempre: la plenitud de la filiación divina.

Esta unión comienza en la tierra, pues ya ahora somos realmente hijos de Dios, y debe crecer constantemente por medio de la gracia, que nos lleva a amar a Dios sobre todas las cosas y a los demás por Dios: en una palabra, a identificarnos cada vez más con Cristo.

La filiación divina nos mueve a amar -entrañablemente, con todo nuestro ser- a Dios, y -apasionadamente- al mundo, obra de Dios. De esta sola raíz y único amor, brotan tanto el alma sacerdotal como la mentalidad laical, sin contradicción, con plena armonía. Sentimos la necesidad de llevar a Dios ese mundo y esas almas    

La vida interior: Consiste en luchar por adquirir, mediante el ejercicio de las virtudes, una intimidad creciente con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que inhabita en el alma en gracia. La vida interior consiste en comenzar y recomenzar siempre (Camino 292).

Ese trato con el Señor se fundamenta en la filiación divina: hemos de luchar por tener con nuestro Padre Dios el mismo trato que tiene un hijo pequeño con su padre (Camino 267).

Unidad de vida: Fundamento de la peculiar fisonomía de nuestra familia sobrenatural. Nuestro obrar debe seguir -con sencillez y coherencia- a nuestro ser de hijos de Dios. La filiación divina lleva a tratar incesantemente a Dios, a trabajar por amor, a hacer apostolado, sin compartimentos estancos. Unidad de vida en las actividades ascéticas, apostólicas, profesionales y familiares. Apartarse de la tentación, tan frecuente de llevar como una doble vida: la vida interior, la vida de relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas.

La Alegría: “Es parte integrante de tu camino” (Camino 665). Es una consecuencia del Amor, de la filiación divina. Es Norma que hemos de cumplir; por tanto, no esperar a que venga sola; si notamos que nos falta, hemos de fomentarla, recuperarla, acrecentarla. Y esto, en la oración, en la consideración del Amor de Dios por nosotros, que somos sus hijos. Hablar enseguida que notemos que se insinúa la tristeza, acudiendo a la charla fraterna.

El trabajo: El trabajo esforzado de cristianos adultos, que procuran comportarse como niños delante de Dios, ya que "el fundamento de la vida espiritual de los miembros del Opus Dei es el sentido de su filiación divina.

La dirección espiritual: medio maravilloso para simplificar nuestra vida interior, y obrar como hijos de Dios, para mantener siempre el sentido de la filiación divina    

Salmo II: Es un salmo que tiene un contenido particularmente rico: habla de la instauración del reino de Cristo, que es nuestro mayor deseo, de nuestra filiación divina, que está en la base del espíritu de la Obra, que nos hace alter Christus, y nos lleva a reinar con El; de nuestra misión apostólica que se extiende hasta los confines de la tierra; etc.


COMUNIONES ESPIRITUALES

Es lógico que siempre tengamos el deseo ardiente de ser una sola cosa con Jesucristo, presente en la Eucaristía, y que lo actualicemos muchas veces al día. 

“No seas tan ciego o tan atolondrado que dejes de meterte dentro de cada Sagrario cuando divises los muros o torres de las casas del Señor. —El te espera”. (Camino 269)

Comunión espiritual (Oración)

Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu santísima Madre; con el espíritu y fervor de los santos.


ACCIONES DE GRACIAS

Norma de siempre; es Justo y necesario darte gracias siempre y en todo lugar.
"Dale gracias por todo, porque todo es bueno" (Camino 268). 
Gratias tibi, Deus, gratias tibi!

Oración (Opcional)
℣. Te damos gracias por todos tus beneficios, omnipotente Dios, que vives y reinas por los siglos de los siglos.  
℟. Amén. 

Latín
℣. Ágimus tibi gratias, omnípotens Deus, pro univérsis benefíciis tuis, qui vivis et regnas in sǽcula sæculórum.  
℟. Amen.


ACTOS DE DESAGRAVIO 

Es norma de siempre realizar actos de desagravio, por los pecados propios y por los ajenos.

Actos de contrición, que son la mejor devoción; deben acudir a nuestro corazón, y a veces a los labios, después de cada error práctico, del mismo modo que la sangre viene a la herida, repentina e inmediatamente.

Hacer muchas veces al día de hijo pródigo. Anécdota del gitano moribundo (Via Crucis, III, n. 3). 

Desde hace años —escribía nuestro Fundador, en febrero de 1972— vengo pidiendo a todos mis hijos un clamor constante, de súplica al Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús, a través del Corazón Dulcísimo de María, para que tenga piedad de las almas todas, y se digne acortar este tiempo de dura prueba que está atravesando la Iglesia y que pone en grave peligro la salvación eterna de tantos. 

Es necesario que sintamos todos —con un solo corazón, con una voluntad unánime— la urgente necesidad de reparar, de desagraviar, de pedir perdón humildemente al Señor: cada uno por las propias debilidades personales, y todos por tantas acciones delictuosas que se están cometiendo contra su Santo Nombre, contra los sacramentos, contra la doctrina de fe y contra la moral cristiana. 

Ruego a cada uno de mis hijos que busque unas palabras, una jaculatoria personal de desagravio y reparación, y que la repita muchas veces al día: pidiendo al Señor el fin de toda esa mala situación o, al menos, el comienzo del fin. A pesar de nuestra flaqueza personal, y del mucho mal que algunos están causando objetivamente a la Iglesia, nuestra oración contrita, constante e intensa, acabará por rendir el Corazón Misericordioso de Jesucristo, lleno de amor. 

"No seas tan ciego o tan atolondrado que dejes de rezar a María Inmaculada una jaculatoria siquiera cuando pases junto a los lugares donde sabes que se ofende a Cristo" (Camino 269).

Jaculatorias: 

Domine, tu omnia nosti, tu scis guia amo te!. 
Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo

Domine lesu, Fili Dei, miserere mei peccatoris!
Señor, ten piedad de mi que soy un pobre pecador!

Ave María Purísima!.



JACULATORIAS

Son oraciones vocales breves, aunque a veces no se pronuncien; como dardos de amor que se escapan del corazón enamorado. Son expresiones de cariño, y también medio para incrementarlo. 

Son piropos encendidos, que han de llenar nuestra jornada. 

“No se puede llegar a tener vida interior si no se pasan varios años con la preocupación de hacer muchos actos de amor de Dios, y tantas mortificaciones, y jaculatorias” (De nuestro Padre). 

Jaculatorias de casa

Al terminar los medios de formación

Con la siguiente jaculatoria se concluyen todas las Normas y costumbres que se hagan en familia -dentro o fuera del oratorio-, como las charlas, meditaciones, clases de formación, exámenes de conciencia etc. No, en cambio, las tertulias:

Sancta Maria, Spes nostra, Sedes Sapientiae: Ora pro nobis (Los Hombres)
Sancta Maria, Spes nostra, Ancilla Domini: Ora pro nobis (Las mujeres)

En el examen particular y general

Al mediodía, después de las Preces o de la visita al Santísimo, cuando se echa una ojeada a la jornada —como un principio del examen general y del particular—, para darse cuenta de cómo han ido las horas transcurridas, la jaculatoria se reza al final de este examen, después de dejar pasar no más de un minuto.

Cuando por la noche se hace el examen general en familia —suelen bastar unos tres minutos—, la jaculatoria Sancta Maria, Spes nostra, Sedes Sapientiae (Ancilla Domini) se reza al terminar el examen, para dar fin a esta reunión en familia. 

En el caso de que se lea el comentario del Evangelio a última hora, se procede del mismo modo. 

En las consagraciones

Con motivo de las Consagraciones al Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús y al Corazón Dulcísimo de María, nuestro Padre compuso estas dos jaculatorias: 

Cor Iesu Sacratissimum et Misericors, dona nobis pacem!, 

Cor Mariae Dulcissimum, iter para tutum! 

Son como una oración corporativa, clamor incesante que se alza desde todos los rincones de la tierra, unidos a las intenciones de nuestro Padre y del Padre.

A San Nicolás de Bari

En todos nuestros Centros hay una imagen de San Nicolás de Bari, con la jaculatoria: 

"Sancte Nicolae, curam domus age" 


En la Cruz de palo

Para lucrar las indulgencias que tiene concedidas la Cruz de palo negra de los Centros, se puede besar la Cruz, pero no es necesario: basta hacer una inclinación de cabeza o limitarse a una simple mirada, mientras se dice internamente una jaculatoria.

En el Santo Rosario

Para la contemplación de los misterios que no se rezan vocalmente en el día, se emplean diez jaculatorias, una por cada misterio: preferiblemente, cinco por la mañana y cinco por la tarde. 

Basta una breve consideración del misterio, que dé lugar a unas palabras con el corazón, internamente: una jaculatoria que puede ser un texto de la Sagrada Escritura, una jaculatoria ya conocida, o cualquier otra cosa que venga a la mente y al corazón en aquel momento. No importa que sea siempre lo mismo: lo importante es que hagamos diariamente un poco de oración sobre los misterios del rosario (De nuestro Padre).

La contemplación puede cumplirse en medio de la calle, en el trabajo, o en cualquier otra circunstancia. Conviene considerar, habitualmente, en el breve examen de mediodía, si se han contemplado ya por lo menos los misterios de una de las partes del Rosario; y si al llegar la noche al hacer el examen, se percata que se ha olvidado la meditación de esos misterios, se formula el propósito de cumplirlo el día siguiente, pero ese día ya no se hace.

A las imágenes de la Virgen 

Todos deben tener, en un lugar principal y visible de la propia habitación, una imagen de Nuestra Señora, a la que saludaremos, al menos con la mirada, al entrar y salir del cuarto.

Nuestro Padre vivió la costumbre de saludar la imagen de la Virgen de su habitación hasta en el último instante de una vida en la tierra. 

Mirar a María es una Costumbre que nos enamora. Es una práctica propia de personas enamoradas, que nuestro padre difundió por todas partes: saludar cariñosamente a las imágenes de Nuestra Señora que vemos cada día —en una calle o plaza, en el interior de una iglesia, en una habitación de nuestra casa...—, acompañando esa mirada con alguna jaculatoria como expresión personalísima de nuestro amor filial. 

Nuestro Padre se comportaba así y ponía especial empeño en saludar a las imágenes de Nuestra Señora de los lugares donde trabajaba o vivía. Eran manifestaciones de su cariño filial, en las que se reflejaba el fondo de su alma: miradas dolorosas, o agradecidas, o suplicantes —según las circunstancias—, pero siempre expresiones de verdadero amor.


MORTIFICACIONES

Mortificación Corporal

Statuta 83 §1. Para vencer las asechanzas de la triple concupiscencia, principalmente de la soberbia que podría estar alimentada por la ciencia, la condición social y el trabajo profesional, los fieles de la Prelatura deben practicar con fortaleza y tenacidad las exigencias de la ascética cristiana. 

Esa ascética se basa en el fiel y continuo sentimiento de humildad interior y exterior, no sólo individual sino también colectiva; en el candor de la natural sencillez; en el modo de actuar noble y familiar; en la expresión constante de serena alegría, en el trabajo, en la abnegación en la sobriedad, en los actos de sacrificio y en los ejercicios de mortificación, también corporal, establecidos para todos los días y todas las semanas, según la edad y condición de cada uno. 

Todo esto debe ser cuidado como medio no sólo de purificación personal, sino también de verdadero y sólido progreso espiritual, según el bien probado y verificado refrán: “progresarás tanto cuanto te hagas violencia a ti mismo”. También debe cuidarse como preparación necesaria para todo apostolado a cumplir en la sociedad y para su perfecto ejercicio: “completo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col. 1, 24)

§2. Esa ascética y espíritu de penitencia también llevan consigo otras exigencias en la vida de los fieles de la Prelatura, especialmente el examen de conciencia diario, la dirección espiritual y la práctica semanal de la confesión sacramental.

84 §1. Los fieles de la Prelatura amarán y guardarán con el máximo cuidado la castidad, que hace a los hombres muy gratos a Cristo y a su purísima Madre, convencidos de que una obra de apostolado debe estar apoyada en la castidad.

§2. Para defender ese tesoro, que se lleva en vasos de barro, son muy útiles la huida de las ocasiones, la modestia, la templanza, la mortificación corporal, la recepción frecuente del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, el asiduo y filial recurso a la Virgen María.

Aspecto positivo

Es la oración del cuerpo. Es la necesidad de la penitencia por la reparación de los pecados personales y los de todo el mundo, y es la necesidad de avalorar nuestras peticiones al Señor.

La mortificación corporal tiene manifestaciones distintas según se trate de Numerarios, Agregados o Supernumerarios.

Los Numerarios y Agregados usan al menos dos horas diarias el cilicio; las disciplinas una vez a la semana, por el tiempo que dure una oración vocal (por ejemplo, el Padre nuestro, el Credo, el salmo Miserere, o cualquier otra según la devoción de cada uno); y un día a la semana duermen en el suelo (o sin almohada). 

Si el día habitual coincide con uno de fiesta litúrgica o de Casa, se traslada a otro. 

Los Agregados han de concretar con sus Directores las mortificaciones corporales que deben hacer y el modo de cumplirlas en su caso particular, porque a veces no será prudente que las cumplan todas, y entonces convendrá que el Director las conmute por otras.

El plan de vida de los Supernumerarios no incluye esas mortificaciones. En su lugar, y de acuerdo con el que recibe su Charla, deben practicar también alguna mortificación corporal fija y discreta: rezar de rodillas unos misterios del Rosario; no apoyarse algún rato en el respaldo de la silla; mortificación en la comida y en la bebida, etc.

Mortificación por el Apostolado

Como preparación para toda tarea apostólica y para su perfecta ejecución, se requiere mucha oración y una mortificación generosa, porque —como escribió nuestro Padre en Camino— la acción nada vale sin la oración: la oración se avalora con el sacrificio: el espíritu de penitencia —amor a Cristo en la Cruz— es condición de eficacia apostólica. 

Con la conciencia clara de que el grano de trigo tiene que morir si quiere producir fruto, cada uno procura ofrecer por el apostolado abundantes mortificaciones en el cumplimiento del trabajo y de los demás deberes de estado, en las cosas pequeñas de cada día, en los detalles de caridad, y en la penitencia corporal realizada siempre de acuerdo con las indicaciones recibidas en la dirección espiritual personal. 



ESTUDIO

Es Norma de siempre que a todos obliga, sea cual fuere su profesión u oficio: "todos, cada uno a su modo, necesitan tener ciencia: es decir, el conocimiento de lo que constituye su profesión u oficio, para hacer dignamente la faena habitual de cada día" (De nuestro Padre). 

De manera particular obliga a los que tienen el estudio como profesión, porque es la materia inmediata que deben santificar y convertir en instrumento de apostolado. "El estudio, la formación profesional que sea, es obligación grave entre nosotros" (Camino 334). "Los estudiantes, deben sacar buenas notas; si no, ¿cómo van a atraer a sus compañeros?" (De nuestro Padre).

Necesidad de formación

Las actividades de la Obra se dirigen principalmente a dar a sus miembros la más intensa formación de vida interior, el conocimiento profundo de la fe católica y la preparación oportuna para que cada uno pueda dedicarse al apostolado propio de nuestro espíritu, con libertad y responsabilidad personales.

Por la misma naturaleza del fin de la formación, es evidente que no puede terminar nunca. Siempre habrá, que conocer más y mejor los misterios sobrenaturales que se encierran en la infinitud de Dios y asimilar con mayor fidelidad el espíritu de la Obra: hasta el último instante de nuestra vida en la tierra, habremos de luchar por ser más plenamente Opus Dei. Afán por recibir la formación.

Aspectos de la formación

Son todos los necesarios para alcanzar el fin de nuestra vocación específica:

1. Formación humana: para asemejarnos a Cristo, perfectus Homo, que omnia bene fecit. Virtudes humanas, necesarias como base de las virtudes sobrenaturales.

2. Formación espiritual: para adquirir la honda vida de piedad, tierna y recia, que requiere el espíritu de la Obra. Mejorar en el cumplimiento de cada Norma. La lucha ascética.

La piedad que se fomenta en la Obra es —siempre y en todas las circunstancias— sencilla, sobria y firme: además, doctrinal, perfectamente asimilada y renovada mediante el estudio continuo y práctico de la religión; una piedad que hace venerar con alegría espiritual la Sagrada Liturgia —saboreada con delicadeza—, sabiéndola unir armónicamente con otras manifestaciones de sólido contenido, que de la Liturgia se derivan, o la ponen en práctica o la complementan; y que se alimenta además con el ejercicio personal de la meditación y de la contemplación, con los exámenes de conciencia, con las mortificaciones y con otras prácticas semejantes. 

3. Formación doctrinal religiosa: Alimento necesario de nuestra vida de piedad; y bagaje indispensable para realizar la amplia y profunda catequesis a la que tiende toda la labor del Opus Dei: "Santidad y apostolado: ésos son los fines que nos proponemos corporativamente. Y para lograr estos fines necesitamos, por encima de todo, una formación. Para nuestra santidad, doctrina; y para el apostolado, doctrina. Y para la doctrina, tiempo, en lugar oportuno, con los medios oportunos. No esperemos unas iluminaciones extraordinarias de Dios, que no tiene por qué darnos, cuando nos da unos medios humanos concretos: el estudio, el trabajo. Hay que formarse, hay que estudiar. De esta manera, os disponéis a vuestra santidad actual y futura, y al apostolado, cara a los hombres" (De nuestro Padre).

Para amar a Dios con toda la mente, es preciso conocerle lo mejor posible, según la capacidad de cada uno. Por eso, necesitamos doctrina, estudio profundo e incesante de la Verdad revelada, de los misterios de la vida de Dios y de su obra redentora. El apostolado -enseñar a amar a Dios- es, ante todo, dar doctrina: "santifícalos en la verdad" (loh 17,17). 

Dar doctrina es una de nuestras pasiones dominantes. "La Obra entera equivale a una gran catequesis, hecha de forma viva, sencilla y directa en las entrañas de la sociedad civil" (De nuestro Padre). Se comprende que "una santidad sin doctrina no es la santidad del Opus Dei" (De nuestro Padre).

Los estudios internos de filosofía y teología, nos dan "un conocimiento exacto del dogma y de la moral, de la Sagrada Escritura y de la liturgia, de la historia y del derecho de la Iglesia; de manera que más fácilmente podáis elevar al plano sobrenatural los conocimientos humanos, y convertirlos en instrumentos de apostolado" (De nuestro Padre).

La explicación y el contenido de estas materias se adapta a las circunstancias de cada miembro de la Obra. No se trata de que todos seamos teólogos o filósofos "profesionales", sino de conocer con altura universitaria, -especialmente los Numerarios y algunos Agregados- los fundamentos de la fe y de la moral católicas, para alimento de la propia vida interior y la formación de los demás. El Señor quiere para nosotros "piedad de niños y doctrina de teólogos".

De acuerdo con las indicaciones que el Magisterio de la Iglesia ha dado en múltiples ocasiones, nuestro estudio de la teología atiende en los fundamentos a la exposición doctrinal de Santo Tomás de Aquino. De este modo, se armonizan a la perfección la obediencia y la libertad.

Todos debemos pedir asesoramiento a los Directores sobre las lecturas: 

a) Por lo que se refiere a la utilización del tiempo (ese tesoro que no es nuestro); 

b) En cuanto afectan a la fe y a las costumbres, lo relativo a su conveniencia doctrinal. Por la segunda razón, la obligación que tenemos en Casa es grave. La -Obra tiene el derecho y el deber de velar por nuestra formación espiritual, y nosotros el deber de ser dóciles. 

Nunca agradeceremos bastante el esfuerzo ingente de nuestra madre la Obra para asesorarnos según el querer de Dios. De este modo: 

a) se nos evitan lamentables pérdidas de tiempo; 

b) se impide que nos contaminemos del error y de la mentira; 

c) se nos allana el camino para avanzar en el conocimiento de la verdad, que es el objeto del entendimiento.

En tema de tanta importancia -nos jugamos el alma- hay que estar por lo seguro: se consulta siempre antes de leer un libro y en la duda sobre su rectitud doctrinal, no se lee. Ante la tentación de leer lo inconveniente, hay que descubrir la falsedad de los motivos: la curiosidad, quizá morbosa; un posible complejo de inferioridad ante infundados prestigios, construidos por una opinión pública hostil a la doctrina de Jesucristo, etc. "No porque esté sano puedo tomar un veneno; si lo tomo, me muero. No tengo por qué pasar la tuberculosis. Me basta leer un buen libro donde me expliquen las causas, los síntomas, y lo que hay que hacer para no pasarla o para curarla, cuando alguien la ha contraído" (De nuestro Padre).

Cuando parezca necesaria la lectura de un libro de este tipo -por ejemplo por motivos profesionales- se hace la oportuna consulta y, si conviene, nos darán el permiso. No se trata de "no leer": hay mucho, nuevo y antiguo, que puede leerse. Lo lamentable sería que por imprudencia alguno sufriera en su fe o en la rectitud de su conducta. Fortes in fide: si falta la fe, se desmorona todo el edificio sobrenatural.

Evitar especialmente las obras de inspiración marxista.

Los buenos catecismos de la doctrina cristiana compendian en fórmulas sencillas la fe de la Iglesia, y constituyen una regla segura para valorar certeramente las diversas doctrinas, e individuar con cierta facilidad aquellas que se apartan de la verdad católica. De ahí la importancia de su estudio.

4. Formación apostólica: para llevar a cabo con eficacia el apostolado personal de amistad y confidencia en la vida familiar, profesional y social, que es también el fin de todas nuestras obras corporativas.

5. Formación profesional: necesaria para santificar el trabajo -quicio de nuestra vocación- y alcanzar el prestigio profesional que es anzuelo de pescador de hombres. Trabajar bien, con orden, con constancia, con competencia.

Algunos medios de formación

El Curso anual 

Es uno de los medios con que cuenta la Obra para recibir esta formación para los numerarios. Es de 21 días 

Asistimos siempre con la ilusión de la primera vez. 

Los Cursos anuales tienen una doble finalidad:

Una finalidad espiritual, que es remover un poco el alma de cada uno de nosotros para tener cada día más sentido de nuestra vocación, para no adormecernos. 

Y hay una segunda razón: amar cada día más nuestra Obra, nuestro espíritu, nuestros apostolados" (De nuestro Padre). Siempre hace falta una nueva conversión, una nueva mudanza, una lealtad más plena (Es Cristo que pasa, 58).

Para estos mismos fines los Agregados (18 días) y Supernumerarios (5 días), cuentan con la Convivencia anual.

Centro de estudios

Tiempo de intensa formación, necesario para poner el fundamento sólido doctrinal y espiritual, fundamento que es indispensable para ser fieles a nuestra vocación y cumplir eficazmente la misión apostólica que el Señor nos ha confiado al llamarnos al Opus Dei.

El Colegio Romano de la Santa Cruz es un Centro donde se forman especialmente futuros sacerdotes y profesores de los Centros de Estudio. En 1960 nuestro Padre decía: "Del Colegio Romano, saldrán centenares -millares- de sacerdotes y de laicos que extenderán la labor en los sitios en que se está trabajando; la comenzarán en otras muchas naciones que nos esperan; y pondrán en marcha Centros de formación, para hombres de todos los continentes y de todas las razas, en servicio de la Iglesia" (De nuestro Padre). Es también consecuencia de la romanidad -espíritu universal y unión con el Papa- que nuestro Fundador quiso para toda la Obra.

El Colegio Romano de Santa María: Es el centro de formación de la Sección femenina, con características y finalidad análogas al Colegio Romano de la Santa Cruz, salvo -como es obvio- lo relativo a formación de sacerdotes.


TRABAJO

La Obra es un "camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano". Nuestro Fundador abrió este camino, el 2-X-1928, por inspiración divina, como ha reconocido expresamente la Iglesia (Ut sit, 28-XI-82, § 1).

Por ello "Una característica peculiar de la espiritualidad de la Obra es que cada uno ha de santificar su profesión -su trabajo ordinario-, ha de santificarse en su profesión, ha de santificar con su profesión" (De nuestro Padre). 

En consecuencia, "hemos de trabajar como el mejor. Y si puede ser, mejor que el mejor" (De nuestro Padre). 

Trabajar muchas horas, aprovechando bien el tiempo. No sabemos estar sin hacer nada. Tenemos "esa enfermedad incurable y progresiva" (De nuestro Padre). Sin profesionalitis, con rectitud de intención, con entrega plena.

"Los estudiantes, deben sacar buenas notas; si no, ¿cómo van a atraer a sus compañeros?" (De nuestro Padre). 

"¡El ocio mismo ya debe ser un pecado!" (Camino 357). 

El trabajo serio evita muchas tentaciones. 

El trabajo y las circunstancias de la vida ordinaria, medios de santificación

El hombre ha sido creado ut operaretur (Gen. 2,15)- "Tenemos una enfermedad crónica en el Opus Dei, que es el trabajo. Una enfermedad contagiosa, incurable y progresiva" (De nuestro Padre).

El trabajo es el quicio, el eje de nuestra santificación. "Vuestra vocación humana es parte, y parte importante, de vuestra vocación divina" (Es Cristo que pasa, n. 46). Vocación divina y vocación humanase entrecruzan en unidad de vida. El conjunto de aptitudes y circunstancias personales que determinan la vocación humana es asumido por la vocación divina, que la penetra e ilumina, manifestando su íntimo sentido sobrenatural. El trabajo es medio, camino y materia de la santidad que el Señor nos pide. Santificar la profesión, santificarse en la profesión, santificar con la profesión.

Para santificar la profesión, hemos de realizar el trabajo "con perfección humana y con perfección cristiana" (Conversaciones 10): es decir, con competencia profesional y por amor a la Voluntad de Dios y en servicio de los hombres.

a) Parte esencial de la santificación del trabajo ordinario es la buena realización del trabajo mismo, la perfección también humana, el buen cumplimiento de todas las obligaciones profesionales y sociales. "No podemos ofrecer al Señor algo que, dentro de las pobres limitaciones humanas, no sea perfecto, sin tacha, efectuado atentamente también en los mínimos detalles (...) el trabajo de cada uno, esa labor que ocupa nuestras jornadas y energías, ha de ser una ofrenda digna para el Creador, operatio Dei, trabajo de Dios y para Dios: en una palabra, un quehacer cumplido, impecable" (Amigos de Dios, n. 55).

No ser chapuceros. Acabar las cosas. "De modo que si un zapatero arregla bien los zapatos, puede ser del Opus Dei; si los arregla mal, no puede ser del Opus Dei. Y un profesor, si enseña bien, puede ser del Opus Dei. Y un comerciante, un industrial, un obrero del campo o de una fábrica; un guardia de la circulación o un guardia suizo, lo mismo" (De nuestro Padre).

b) "Pon un motivo sobrenatural a tu ordinaria labor profesional, y habrás santificado el trabajo" (Camino 359)- Hacerlo todo para la gloria de Dios (1 Cor. 10,31). "El trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor" (Es Cristo que pasa, n. 48). Trabajar y vivir con afán de servicio: "Servir a Dios, y por amor a Dios, servir con amor a todas las criaturas de la tierra, sin distinción de lenguas, de razas, de naciones o de creencias; sin hacer ninguna de esas diferencias que los hombres, con más o menos falsía, señalan en la vida de la sociedad" (De nuestro Padre).

c) El trabajo es ocasión de actualizar las virtudes cristianas: la fe, la esperanza, la caridad; la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza; la humildad y el desprendimiento verdadero de los bienes temporales y de las glorias humanas .

De este modo, el trabajo es oración cuajada en obras, diálogo incesante con nuestro Padre Dios, que se nutre de las más diversas incidencias de la tarea diaria.

No se santificaría el trabajo si no fuese anzuelo para pescar almas. "El trabajo profesional es también apostolado, ocasión de entrega a los demás hombres, para revelarles a Cristo y llevarles hacia Dios Padre, consecuencia de la caridad que el Espíritu Santo derrama en las almas" (Es Cristo que pasa, n. 49).

La santificación del trabajo y de las circunstancias en la vida ordinaria supone el esfuerzo por conseguir un orden que permita el máximo aprovechamiento del tiempo, para dar a Dios toda la gloria posible. A quien le sobrara tiempo, le sobraría también tibieza. El orden permite la compatibilidad del estudio y el trabajo con el cumplimiento fiel y sosegado de la Normas; y también con los encargos internos, que deben realizarse con sentido sobrenatural y mentalidad profesional.

El cuidado de las cosas Pequeñas

En el trabajo, la perfección en los detalles dignifica cualquier tarea, la convierte en obra de arte, la hace apta para ser ofrecida a Dios. Así, todo trabajo es una maravilla, aun el más modesto: "¡Qué grande cosa es ser un pequeño tornillo!" (Camino 830). 

No hay trabajos de poca categoría, para ello hay que cuidar la intensidad, la constancia, el orden del mismo.

"Lo extraordinario nuestro es lo ordinario: lo ordinario hecho con perfección". "Hacemos maravillas, si no perdemos la grandeza sobrenatural de las cosas pequeñas" (De nuestro Padre). Además, el Señor multiplica su alcance y eficacia como hizo con los panes y los peces en dos ocasiones.

"Quien es fiel en lo pequeño, también lo es en lo grande" (Lc. 16,10). Por el contrario, "el que desprecia las cosas pequeñas, poco a poco vendrá a caer en las grandes" (Eccli 19,1). El que sea fiel en lo pequeño, y enseñe a serlo, será tenido por grande en el Reino de los Cielos (Mt. 5,19); y oirá la gozosa y definitiva llamada del Señor: "Bien, siervo bueno y fiel, porque has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu Señor" (Mt 25,21; Camino 819). Las obras pequeñas, hechas con amorosa perfección, tienen un valor de eternidad.

El valor de las cosas depende:

De que se ajusten al querer de Dios. Sólo vale lo que se halla dentro del designio de Dios sobre sus criaturas.

Del modo en que se realizan. No basta con que lo que se haga sea bueno; se requiere el esfuerzo por que esté perfectamente cumplido, acabado, pulido en todos los detalles. Jesucristo "todo lo hizo bien” (Mc 7,37). Las chapuzas no valen a los ojos de Dios.

Del Amor con que estén hechas. "Un pequeño acto, hecho por Amor, ¡cuánto vale!" (Camino 814). ¿De qué serviría presentar al Señor una obra de arte hecha sin amor? Pero el amor se manifiesta también en el cuidado de los detalles, de las pequeñas cosas. El amor divino, como el amor humano, se manifiesta en cosas pequeñas (Camino, 824)

Hechas por amor, aun las más pequeñas -acciones son de gran valor ante Dios. -"La santidad 'grande' está en cumplir los 'deberes pequeños' de cada instante" (Camino 817). No es poco, porque "la perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor, es heroísmo" (Camino 813). En ese conjunto de pequeñas cosas que constituye nuestra vida ordinaria, "Dios Nuestro Padre nos da la ocasión de ejercitarnos en todas las virtudes, de practicar la caridad, la fortaleza, la justicia, la sinceridad, la templanza, la pobreza, la humildad, la obediencia..." (De nuestro Padre).

De la puntualidad. En la vida espiritual, el cuidado de las cosas pequeñas expresa el cariño y es sal que evita la rutina. Importancia, pues, de la puntualidad en el cumplimiento del trabajo, así como de las Normas y Costumbres; de escoger el momento y el lugar más oportunos; de procurar que nunca falten las invenciones de amor, las "pequeñas niñadas", que "son pequeñas obras de maravilla delante de Dios, y, mientras no se introduzca la rutina, serán desde luego esas obras fecundas, como fecundo es siempre el Amor" (Camino, 859; 897 y 899).

La puntualidad, es una exigencia del orden personal, ese llegar y hacer las cosas "con tiempo", necesario para dar a Dios toda la gloria posible; y de la caridad con los demás; y también, muchas veces, de la justicia.

La puntualidad se ha de vivir siempre en nuestro trabajo, en las reuniones de familia; en las actividades organizadas en nuestros Centros -Círculos, Retiros, charlas, etc.-; y en las actividades personales, en la vida social, etc.

"No dejes tu trabajo para mañana" (Camino, 15). 

Del trato con nuestros hermanos y con los demás. El cuidado de las cosas pequeñas es lo que hace grata la convivencia y amable el camino de la santidad. Es la delicadeza extrema en el trato mutuo, el buen humor, la sonrisa habitual, la conversación amable, la ayuda que quizá pasa inadvertida. Y "¡Ese cerrar la puerta con amor! Porque no podemos desentendernos de los detalles de la casa, a la hora del sol, hay que entornar las ventanas; y, más tarde, hay que abrir" (De nuestro Padre). No se trata de cumplir un código interminable de indicaciones, sino de sensibilidad, de ingenio, de vibración, de esfuerzo por encontrar en todo ocasión de amor a Dios y de servicio a los demás.

De la Santa Misa: "Debéis procurar que, en medio de las ocupaciones ordinarias, vuestra vida entera se convierta en una continua alabanza a Dios: oración y reparación constantes, petición y sacrificio por todos los hombres. Y todo esto, en íntima y asidua unión con Cristo Jesús, en el Santo Sacrificio del Altar" (De nuestro Padre). La Santa Misa centra y da valor a nuestra vida, nuestra entrega, nuestro trabajo, nuestro apostolado. Nos convierte en corredentores.

La Santa Misa nos identifica con Cristo, nos asocia a su Pasión, Muerte y Resurrección. En consecuencia, la unidad de vida nos exige -con la alegría- la mortificación y penitencia, el trabajo santificado, el apostolado incesante, la oración continua. Nuestra vida sobrenatural es "vida eucarística", pues como el sarmiento si no está unido a la vid se seca y muere.

El trabajo con naturalidad

"Nuestra vida es la calle: nuestra celda es la calle: nosotros debemos sentirnos incómodos, cuando no estamos -sal y luz de Cristo- en medio de la gente" (De nuestro Padre).

Para ello "se debe ir vestido de acuerdo con el tono de tu condición, de tu ambiente, de tu familia, de tu trabajo, como tus compañeros, pero por Dios, con el afán de dar una imagen auténtica y atractiva de la verdadera vida cristiana. Con naturalidad, sin extravagancias: os aseguro que es mejor que pequéis por carta de más que por carta de menos" (Amigos de Dios, 122). "Te diría, en pocas palabras, que hemos de ir con la ropa limpia, con el cuerpo limpio y, principalmente, con el alma limpia" (ibid., n. 121).

Santificar el Trabajo, 
Santificar a los demás con el Trabajo y,
Santificarse con el Trabajo.

El carácter peculiar de la espiritualidad de la Obra se centra en que cada uno debe santificar su propia profesión u oficio, su trabajo ordinario; en santificarse precisamente en esa propia tarea profesional; y en santificar a los demás, a través de esa tarea.

El Señor quiere —y ésta ha sido una constante enseñanza de nuestro Fundador— que sus hijos del Opus Dei busquen la plenitud de la vida cristiana por la santificación de los deberes ordinarios. El trabajo profesional, por tanto, es instrumento y ocasión necesaria de santidad, condición imprescindible para la unión con Dios y para la eficacia apostólica: los fieles de la Obra no convierten la santidad y el apostolado en una profesión, sino que hacen de la profesión un medio de santidad y de apostolado.

Lo primero y lo más importante es cumplir las Normas; pero al mismo tiempo —es decir, simultánea e inseparablemente— cada uno ha de sostenerse, valerse por sí mismo en lo económico, y ayudar a sostener la casa en donde vive o el Centro al que pertenece; y el trabajo profesional es el medio adecuado para atender las necesidades materiales —cada vez mayores, como es lógico— de las labores apostólicas. Por esto, los miembros de la Obra, una vez terminados los estudios, sienten la urgente necesidad de pasar cuanto antes al pleno ejercicio de su profesión, y procuran con todas sus fuerzas hacer fructificar inmediatamente el título obtenido. 

En la Obra no puede haber nunca "señoritos". Sí, en cambio, "señores": con el señorío del trabajo constante, de la pobreza vivida dignamente, para mejor servir a las almas. Por eso, sus miembros en ningún momento necesitan ser estimulados o urgidos para trabajar. Al contrario, nuestro Padre tuvo que señalar normas con el fin de que sus hijos, sin dejar desatendida la labor, puedan tener el oportuno descanso.

Por todas estas razones, se ha de ejercer una profesión concreta, realizada con seriedad, a tiempo completo, como un padre de familia numerosa y pobre, para sostenerse, pagar los impuestos que les correspondan, ayudar económicamente a las obras apostólicas, etc.: no se puede ni siquiera dar la impresión —sabemos que en la conciencia de cada uno no es nunca así— de que, en lugar de trabajar con el empeño que pone todo el mundo para sostener a su familia, se tiene esa ocupación como un juego, o como quien hace un favor, sin sentir plenamente la responsabilidad que a cada uno le compete: en una palabra, como si no fuera operatio Dei, trabajo de Dios. 

Aunque sólo hubiese la apariencia de que se desempeña el trabajo con ligereza, y la realidad afortunadamente fuese otra, se daría una falsa idea de la Obra y se deformaría a la gente joven y aun a los mayores. Para evitar estos posibles peligros, los fieles de la Prelatura consideran frecuentemente, en la oración y en los exámenes de conciencia, si su trabajo responde plenamente a las exigencias de su vocación.

Especialmente en los comienzos de la actividad profesional, después de acabar los estudios, se debe prevenir a los interesados para que estén vigilantes y sepan evitar que los éxitos profesionales —si los hay— o los fracasos puedan hacerles olvidar, aunque sea sólo momentáneamente, cuál es el verdadero fin de nuestro trabajo: la santificación personal, el servicio a la Iglesia, a las almas y a la sociedad. 

Quienes comienzan el ejercicio de la profesión deben tener en cuenta que, por su misma juventud o inexperiencia, fácilmente llegan a valorar de manera desproporcionada esos éxitos o fracasos, y a pensar que han alcanzado ya un puesto preeminente o que no sirven, en el campo de su actividad profesional, cuando en realidad hacen falta muchos años de trabajo constante —con éxitos y con fracasos—, para lograr la suficiente experiencia y poder dar frutos maduros.

Con el fin de comprobar que el trabajo profesional está hecho con la debida rectitud de intención, los Numerarios y los Agregados han de considerar con frecuencia si están dispuestos a cambiar inmediatamente de ocupación cuando lo exija el bien de la Obra; si saben hacer compatible el trabajo profesional con los encargos apostólicos; si llevan con alegría y con humildad las dificultades y las contradicciones que se presentan. Y, de modo especial —es un verdadero índice del sentido sobrenatural con que se realiza el trabajo profesional—, han de ponderar si las relaciones de amistad o las relaciones sociales, que nacen al desempeñar la propia profesión, son ocasión continua de apostolado y dan el fruto concreto de acercar a la Obra a los amigos y compañeros.

Para fortalecer el espíritu propio del la Obra se fomenta la penitencia y la mortificación corporal, que debe buscarse, sobre todo, en las cosas pequeñas y ordinarias, sobre todo en el fiel cumplimiento del trabajo de cada día, con un trabajo responsable, puntal, constante y ordenado. 

El Trabajo es medio de Apostolado 

El trabajo también es un medio propicio para hacer apostolado; y que traer almas a la Obra es asegurar la propia vocación.

A veces, los fieles de la Obra tienen como compañeros de trabajo a personas con ideas doctrinalmente confusas o desviadas, o sin fe, o incluso anticatólicas. El espíritu de comprensión y de convivencia les lleva a entenderse bien con ellas —como con los demás hombres— y a una leal colaboración en el terreno profesional. Pero sería una falta de vibración apostólica limitarse simplemente a convivir: el afán apostólico empuja a acercarles a la Iglesia y a la Obra, sin miedo a hablarles de Dios, cuando sea oportuno, y sin dejarse llevar por el error de pensar que plantear estos temas enfriaría la amistad.


ORDEN

"¿Virtud sin orden? - ¡Rara virtud!" (Camino 79). 

"Cuando tengas orden se multiplicará tu tiempo, y, por tanto, podrás dar más gloria a Dios, trabajando más en su servicio" (Camino 80). 

Orden interior (en los pensamientos, en los afectos: Dios-los demás-yo)

Orden exterior (en el horario, en las cosas materiales, etc.)

Puntualidad

Es una exigencia del orden personal, necesario para dar a Dios toda la gloria posible; y de la caridad con los demás; y también, muchas veces, de la justicia.

La puntualidad se ha de vivir siempre en las reuniones de familia; en las actividades organizadas en nuestros Centros -Círculos, Retiros, Charlas, etc.-; y en las actividades personales, en la vida social, etc.

No llegamos o hacemos las cosas a tiempo, sino con tiempo.

"No dejes tu trabajo para mañana" (Camino 15). Hodie, nunc. 

Desde el primer momento del día: el "minuto heroico".



ORDEN

En entrevista de Salvador Bernal a Mons. Javier Echevarría, éste definió a San Josemaría como una persona: 

Ordenada, elegante, puntual.

Me consta que esos y tantos otros matices que hacían agradabilísima la convivencia, los aprendió en el hogar paterno: el orden de las habitaciones; el saber escuchar a los demás; la determinación de evitar las discusiones; la delicadeza y sinceridad en el trato; el respeto a las personas del servicio; el aprovechamiento de todo lo que se compra; el cuidado de la ropa y de los objetos de uso personal; la alegría ante las contradicciones; la vida de piedad.

Desde joven, Josemaría se ocupaba también de su porte externo, porque entendía que la virtud ha de ser simpática, atractiva: aparece aquí otra manifestación de su equilibrio, no exento lógicamente de interpretaciones diversas.

Durante toda su vida nos dio un ejemplo constante: acuñó experiencias prácticas para el orden de la vida familiar, la manutención de los muebles, los arreglos periódicos, la limpieza, la ventilación, etc. En una palabra, puso un cuidado extremo para que las personas pudiesen descansar, recuperar fuerzas, y vivir con la alegría de un hogar.

¡Cuántas veces le he visto recoger un pequeño papel del suelo; colocar bien una silla que rozaba la pared; entornar y sujetar las contraventanas, antes de abrir, para evitar golpes; no escribir directamente sobre la mesa, para no rayar la madera; arreglar los almohadones al levantarse de un sillón...!

Aprender a organizarse

Punto 76 de Camino. “Si no tienes un plan de vida, nunca tendrás orden”

Orden y pereza

Aprender a decir «no» especialmente a la comodidad.

Aprender a contar con los demás, jalando del mismo carro y para el mismo lado. (Hacer lo que debes y estar en lo que haces)

➢ Sin duda todos conocemos a gente desordenada que olvida pagar sus cuentas, o que no sabe colocar sus prioridades adecuadamente en la vida,

➢ Sin embargo, el desorden puede estar disfrazado muy sutilmente y es fácil darle tres o cuatro horas más al trabajo y no estar con la familia.

➢ El orden interior se refleja en todas nuestras cosas.

➢ Saber usar la imaginación para que sea útil y no nos haga perder tiempo.

➢ La falta de orden se presenta muchas veces con el activismo: dar la apariencia de hacer... sin hacer

Dios nos da ejemplo de Orden con la Creación.

APLICACIONES PRÁCTICAS:

➢ Cuarto en orden de tal manera que resulte fácil coger y guardar las cosas que se usan habitualmente. A todos nos agrada encontrar las cosas en su lugar, pero lo más importante es el orden interior y es el que más impacta a la vida

➢ Respetar el plan de vida: hora de levantada, de acostarse, de comer, de rezar, etc.

➢ Tiempo determinado en el plan de vida para cumplir el encargo apostólico.

➢ Cuidar la ropa y los elementos de trabajo para que no se estropeen y duren más tiempo.

➢ Determinar un tiempo antes de salir del trabajo para dejar las cosas ordenadas.

➢ Dedica tiempo a la familia, con este ejemplo, esto ordena la vida de acuerdo a las responsabilidades, dando a las personas queridas la prioridad que les corresponde.

➢ Planea tus gastos.

➢ Distribuir el tiempo para ser puntual.

➢ Cuidado personal por dentro y por fuera.

➢ Saber ser “chistoso” en el momento que corresponda.

➢ Conservar un buen aspecto personal aún los fines de semana y en temporada de vacaciones.

➢ establecer un horario fijo para el descanso y los alimentos.

➢ Dar un correcto uso a las cosas para que sean más durables.

➢ Procura la limpieza y cuidado de todo, máxime si es prestado.

➢ Procurar siempre: formalidad, eficacia, pulcritud.



ALEGRÍA

"Es parte integrante de tu camino" (Camino 665). Es una consecuencia del Amor, de la filiación divina. Es Norma que hemos de cumplir siempre; por tanto, no esperar a que venga sola; si notamos que nos falta, hemos de fomentarla, recuperarla, acrecentarla. Y esto, en la oración, en la consideración del Amor de Dios por nosotros, que somos sus hijos. Hablar enseguida que notemos que se insinúa la tristeza, acudiendo a la charla fraterna. 

La alegría que debes tener no es esa que podríamos llamar fisiológica, de animal sano, sino otra sobrenatural, que procede de abandonar todo y abandonarte en los brazos amorosos de nuestro Padre-Dios. (Camino 659)

Se ha de llevar vida de apóstoles, fundamentados en la oración y en la mortificación, mostrándose alegres y felices, de modo que su ascetismo sea verdaderamente un ascetismo sonriente: por tanto, deben fomentar de modo especial la alegría santa, que procede de la generosidad en la entrega total al servicio de la Iglesia. 

El Ramo de la Alegría y de la Paz

Todos los años, el Padre envía al Vicario de cada Región un ramo de olivo, bendecido el Domingo de Ramos, como símbolo de la paz de Cristo y de la alegría llena de paz, que desea para todos los fieles de la Prelatura.

Los ramos que envía el Padre proceden de un olivo plantado por nuestro Fundador en el jardín de Villa delle Rose (Castel Gandolfo), en el mes de febrero de 1963. Cada ramo va atado con un cordón blanco a un sello de lacre rojo, que lleva en el anverso el sello del Prelado del Opus Dei, y en el reverso, una cruz griega, la rosa, y las palabras latinas: Gaudium cum pace. 

Esta Costumbre constituye un llamamiento a la serena alegría y a la paz; paz en los corazones, paz en las conciencias, paz en la vida, que han de poseer los hijos de Dios en la Obra, y que viene asegurada por la unión de todos con el Padre: por eso, estos ramos de olivo son también un símbolo elocuente de la unidad de la Obra, que tiene como centro a nuestro Fundador y a sus sucesores.


SALUDOS A LA VIRGEN

Saludo a la imagen de la Santísima Virgen 

Todos deben tener, en un lugar principal y visible de la propia habitación, una imagen de Nuestra Señora, a la que saludaremos, al menos con la mirada, al entrar y salir del cuarto.

Nuestro Padre vivió la costumbre de saludar la imagen de la Virgen de su habitación hasta en el último instante de una vida en la tierra. 

Mirar a María es una Costumbre que nos enamora. Es una práctica propia de personas enamoradas, que nuestro padre difundió por todas partes: saludar cariñosamente a las imágenes de Nuestra Señora que vemos cada día —en una calle o plaza, en el interior de una iglesia, en una habitación de nuestra casa...—, acompañando esa mirada con alguna jaculatoria como expresión personalísima de nuestro amor filial. 

Nuestro Padre se comportaba así y ponía especial empeño en saludar a las imágenes de Nuestra Señora de los lugares donde trabajaba o vivía. Eran manifestaciones de su cariño filial, en las que se reflejaba el fondo de su alma: miradas dolorosas, o agradecidas, o suplicantes —según las circunstancias—, pero siempre expresiones de verdadero amor.

Imagen en los centros de mujeres

En las sedes de los Centros de mujeres de la Prelatura, preside el oratorio una imagen digna de la Santísima Virgen María.

Al comenzar la labor apostólica en una nueva Región, en la sede de la Asesoría Regional se coloca una imagen de la Virgen, que haya sido enviada desde ese país a Roma y bendecida por el Padre en la Sede Central.


ESCAPULARIO DEL CARMEN

"Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen" (Camino 500). 

Su origen se remonta al s. XIII. El "privilegio sabatino" consiste en la liberación del purgatorio el sábado siguiente a la muerte de quienes lleven el escapulario, procurando ser fieles a sus deberes de estado. 

Todos los fieles de la Obra han de llevar el escapulario del Carmen, debidamente impuesto.

Cualquier sacerdote puede hacer la imposición del escapulario. Se puede pedir la imposición a los sacerdotes de la Obra.

Después, no es necesario volver a imponer los nuevos escapularios que sustituyan a otros ya gastados: basta bendecirlos (Const. Ap. Indulgentiarum doctrina., n. 17).

Para lucrar las indulgencias concedidas, el escapulario debe llevarse noche y día, aunque no hay inconveniente en quitárselo por breve tiempo, cuando sea necesario. 

Sustituto del Escapulario

En vez del escapulario de tela, puede llevarse al cuello una medalla del Sagrado Corazón de Jesús y de la Santísima Virgen, que también ha de bendecirse. Como es natural, previamente se habrá hecho la ceremonia de imposición del escapulario de tela. 

Cuando fallece un miembro de la Obra que lleve puesta la medalla, al amortajarlo, se sustituye por el escapulario de tela. 



IMAGEN DE LA VIRGEN

Imagen en la cartera

Nuestro padre aconsejaba guardar en la cartera o en el bolso una imagen de la Virgen —como se llevan fotografías de las personas queridas— para tenerla siempre muy presente y dirigirle requiebros cariñosos.

Imagen en la habitación

Todos deben tener, en un lugar principal y visible de la propia habitación, una imagen de Nuestra Señora, a la que saludaremos, al menos con la mirada, al entrar y salir del cuarto.

Imagen en los centros de mujeres

En las sedes de los Centros de mujeres de la Prelatura, preside el oratorio una imagen digna de la Santísima Virgen María.

Al comenzar la labor apostólica en una nueva Región, en la sede de la Asesoría Regional se coloca una imagen de la Virgen, que haya sido enviada desde ese país a Roma y bendecida por el Padre en la Sede Central.

Imagen en la Administración

En la zona de la Administración, debe haber en lugar apto una imagen de la Santísima Virgen, con la invocación: Cor Mariae dulcissimum, iter para tutum.

Colectas para las flores y pobres de la Virgen

En las sedes de todos los Centros donde se realiza la obra de San Rafael, hágase cada sábado una colecta para adornar con flores la imagen de Nuestra Señora.

Parte de la colecta se emplea en comprar flores para la imagen de la Virgen, y parte para las visitas a los pobres. 

Naturalmente, se puede hacer esta colecta otro día de la semana, si por algún motivo especial los chicos no se reúnen para la meditación los sábados: pero la imagen de la Virgen se adorna con flores sólo los sábados, que es el día que la Iglesia dedica especialmente a honrar a María Santísima.

Hay que explicar, a los jóvenes, que se han elegido estos días en honor de la Bienaventurada Virgen María de modo que entiendan mejor el motivo de esas colectas y el fin de este apostolado.


CRUCIFIJOS

Crucifijo medios de formación

Siempre se ha vivido la costumbre en la Obra de que quien dirige una meditación, clase o charla ponga un crucifijo en la mesa, después de besarlo, y de rezar al comenzar una Avemaría, seguida de la invocación a los Patronos: a San Miguel y San Pedro; a San Gabriel y San Pablo, o a San Rafael y San Juan, si la clase o charla pertenece a la obra de San Miguel, de San Gabriel o de San Rafael respectivamente. 

Para terminar, se recita también una Avemaría seguida de las mismas invocaciones con que se ha comenzado; y el dignior cierra el acto, como de costumbre, con la jaculatoria:  Sancta Maria, Spes nostra, Sedes Sapientiae (o Ancilla Domini).

Crucifijo de bolsillo

Tu Crucifijo. —Por cristiano, debieras llevar siempre contigo tu Crucifijo. Y ponerlo sobre tu mesa de trabajo. Y besarlo antes de darte al descanso y al despertar: y cuando se rebele contra tu alma el pobre cuerpo, bésalo también. (Camino 302).

Cruz de palo

1. En el anteoratorio o en el oratorio de los Centros, hay una cruz de madera, negra, sin brillo y sin crucifijo. 

Es la cruz "de cada-día, la escondida, sin brillo y sin consuelo..., que está esperando el Crucifijo que le falta: y ese crucifijo has de ser tú" (Camino 178).

2. Esta cruz se adorna con flores el 3 de mayo y el 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Para que no olvidemos nunca su divina eficacia. Hemos de ser corredentores con Cristo.

3- Para lucrar las indulgencias que tiene concedidas, se puede besar la Cruz, pero no es necesario: basta hacer una inclinación de cabeza o limitarse a una simple mirada, mientras se dice internamente una jaculatoria.

Donde tres o más fieles del Opus Dei hacen vida en familia, se coloca una cruz de color negro y sin imagen del Crucificado, en un lugar conveniente y digno. 

Esta cruz, en los días 3 de mayo y 14 de septiembre, desde las vísperas, se adorna con una guirnalda de flores, en honor y en memoria de la Invención y de la Exaltación de la Santa Cruz.

La guirnalda de flores se quita al final de la tarde de esas fiestas.

Cuando el Centro dispone de anteoratorio, la cruz de palo se instala normalmente ahí. 

La cartela, que se coloca junto a la cruz de palo, se conserva como un recuerdo: hace años, se hizo necesario obtener de la autoridad eclesiástica un reconocimiento oficial de esa devoción, ante las actuaciones de quienes no entendían o interpretaban torcidamente nuestro amor a la Santa Cruz.

Para ganar indulgencia parcial basta decir una jaculatoria, mientras se besa o se hace una inclinación de cabeza ante la cruz o, simplemente, se le dirige una mirada. Como es lógico, cuando alguno está acatarrado, o hay otra razón de higiene, es preferible no besar la cruz. 



CORRECCIÓN FRATERNA

Querer de verdad a nuestros hermanos es ayudarles a ser santos; querer como Dios quiere: tal como cada uno es, pero luchando con sus defectos. La caridad -cariño humano y sobrenatural- nos obliga a ayudar a nuestros hermanos en su camino hacia la santidad: con la oración, con el sacrificio, con el ejemplo, y con la corrección fraterna. La corrección fraterna es, con la Charla y la confesión, un medio importantísimo de dirección espiritual personal, de santificación, que tiene raigambre evangélica (Lc 17,1; Gal 6,1-3).

La corrección fraterna es la advertencia, llena de delicadeza y de sentido sobrenatural, con la que se procura apartar a un miembro de la Obra de algún hábito ajeno a nuestro espíritu.

"No os olvidéis de que cada uno de vosotros, además de ser oveja que está en este redil, de algún modo es también Buen Pastor. Porque es deber de todos, y no sólo de los Directores o Directoras y de los sacerdotes, ejercer una dirección espiritual, prudente y a veces heroica, con los hermanos que tiene alrededor, Bonus Pastor animam suam dat pro ovibus suis (Jn 10,11), el Buen Pastor da la vida por sus ovejas. Daréis vuestra vida, como buenos pastores de vuestros hermanos, preocupándoos unos de otros con caridad, ejerciendo la corrección fraterna, cumpliendo con amor aquel mandato del Señor: compelle intrare (Lc 14,23), ayudándoles a. seguir con alegría el camino de su dedicación al servicio de Dios" (De nuestro Padre).

La consulta al Director no es en modo alguno delación -nada más lejos de nuestro espíritu-, sino norma de prudencia sobrenatural y humana, que garantiza la oportunidad y eficacia divina de la corrección fraterna.

Las materias de la corrección fraterna:

Los hábitos que, en contra del espíritu o de las Normas y Costumbres del Opus Dei, adquiera alguno de los miembros.

Los detalles referentes al comportamiento social, al modo de trabajar, a la educación, etc., que desdigan del tono sobrenatural y humano de la Obra.

Las faltas aisladas de un miembro, pero sólo en el caso de que puedan acarrear un grave perjuicio a su alma, a la Iglesia, o a la Obra.

Antes de consultar la corrección fraterna al Director, se debe pensar el asunto en la presencia de Dios y preguntarse si aquel defecto no estará más bien en nosotros que en quien nos parece haberlo visto, y en la duda sobre la objetividad de la propia apreciación, se consulta siempre. 

Se encomienda a aquel hermano nuestro y se procura hacer por él alguna pequeña mortificación. Así, con total rectitud de intención y con delicadeza extrema -pero de modo que se entienda bien- se hace la corrección fraterna, en privado. Después, se comunica que se ha hecho, al Director; y se olvida. La prontitud en la corrección fraterna es muy importante para su eficacia.

"El que hace o recibe la corrección fraterna, que es siempre eficaz si se cumple lo que está dispuesto, no debe olvidar que esa norma de nuestra vida espiritual es caridad de Cristo, cariño humano; y que, a veces, tanto para el que la hace como para el que la escucha, es heroica" (De nuestro Padre).

Hemos de recibir la corrección fraterna con profundo agradecimiento; así, además, facilitamos que nos hagan todas las necesarias. Llevarla a la oración y a la Charla, para que se traduzca en propósitos de lucha ascética.

Las falsas razones para no cumplir ese hermoso deber de caridad y de justicia: la propia inexperiencia; los propios defectos; el temor a contristar, etc.

"Cuando hacéis la corrección fraterna, además de vivir la caridad con vuestros hermanos, estáis amando a la Obra, porque la santificáis" (De nuestro Padre). "¡Bendita corrección fraterna! ¡Cuánto contribuye a hacer alegre y amable el camino de la santidad, saber que nos quieren; que rezan por nosotros; que nos dicen las cosas noblemente, a la cara, para ayudarnos; que sufren si sufrimos!" (De nuestro Padre).

El espíritu de familia

Todos nosotros somos amigos —"os he llamado amigos" (Jn. 15, 15)—; es más, somos hijos del mismo Padre y, por tanto, inseparablemente, hermanos en Cristo y de Cristo.

Todos los fieles del Opus Dei forman una familia de vínculos sobrenaturales. Por eso, cuando tres o más fieles Numerarios viven juntos, se dice que viven en familia. Los fieles que no hacen vida en familia deben estar adscritos a algún Centro, del que dependen para el ejercicio de su propio encargo apostólico.

De acuerdo con este criterio, los fieles de la Prelatura, incluso los que residen en la sede de un Centro de la Obra —son una minoría, en proporción con el total de miembros—, tienen siempre una gran libertad para el cumplimiento personal de las Normas y de las Costumbres, también porque son muy escasas las reuniones en familia en esos hogares. 

Con los consejos que reciban en la charla fraterna, acomodan el horario a sus necesidades personales, a sus obligaciones familiares y a sus circunstancias de trabajo. Entre las reuniones en familia a las que acuden las personas que viven en un mismo Centro, se encuentran la oración de la mañana, la Santa Misa y la acción de gracias, las Preces, el examen de mediodía, la visita al Santísimo, el comentario del Evangelio y el examen de la noche. 

Naturalmente, también las tertulias son reuniones en familia, que, como nos ha dicho muchas veces nuestro Padre, tienen, para nosotros, la misma importancia que la oración. Con esto, esos fieles del Opus Dei se limitan a cumplir un mínimo de horario y, además, sienten la alegría de vivir estas Normas de piedad omnes pariter in eodem loco (Act., II, 1). Pero no es necesario un motivo grave para dejar de asistir a esas reuniones en familia; basta un motivo razonable: por ejemplo, que, por cualquier circunstancia, en un día determinado alguno considere que haría mejor la oración en otro sitio. En estos casos —como se trata también del horario del Centro—, lo dicen previamente al Director, como en cualquier familia se advierte al padre o a la madre que no se podrá llegar a participar en el horario de la casa.

El Opus Dei ciertamente es familia y, a la vez, milicia. Familia unida por un cariño alegre y amable; milicia, aptísima para la lucha espiritual, gracias a su austera disciplina.

Una bendita consecuencia de este espíritu de familia, es la preocupación constante de unos por otros, convencidos de que no puede resultarnos nunca indiferente cualquier cosa, por pequeña que sea, que afecte a los demás. 

Desde el principio dispuso nuestro Fundador que todos tuviesen la confidencia, para que nadie se encuentre solo en la lucha por la santidad. Los Directores, además, cumplen el deber —un deber gustoso— de preocuparse por la salud espiritual y física de los miembros que la Obra les ha confiado.

Cuando hay caridad —que es cariño humano y sobrenatural—, es muy fácil darse cuenta y atender esas necesidades de los otros; y esta preocupación sobrenatural y humana por todos se manifiesta en detalles de delicadeza, en la corrección fraterna, en obras; bien persuadidos todos de ser eslabones de una misma cadena y de que el Señor pedirá cuenta de cómo se ha ayudado a los demás a cumplir hasta el fin con su deber de luchar por la santidad. Hasta tal punto somos responsables de la santidad de los demás, que nuestro Fundador también nos ha asegurado que si se presentase el caso de una defección de la que no se supiese explicar las causas, no disculparía de pecado —y a veces, de pecado grave— a los Directores y a los demás que hubieran convivido con aquella persona.

Estilo de vida de una familia cristiana.

El espíritu del Opus Dei ha de caracterizarse por el cultivo esmerado de la inteligencia y de la preparación cultural, y por la extremada caridad y delicadeza en el trato entre sus fieles.

La fraternidad auténtica lleva a cuidar el trato mutuo con gran delicadeza humana y sobrenatural, y a evitar hasta la menor apariencia de falta de afecto, o de singularidad, o de amistad particular, incluso en los detalles más pequeños: por ejemplo, al referirse a otra persona de la Obra, también si es por escrito, basta hacerlo por su nombre, como en cualquier familia, añadiendo el apellido solamente cuando sea necesario; nunca se dice o se escribe —ni siquiera en broma— "mi amigo", "somos muy amigos", "viejos amigos"; ni se "envían recuerdos" para uno determinado. Con mayor motivo, se cuidan esos detalles de finura en las cartas, especialmente en las dirigidas al Padre. 

Hay que tener presente que existen expresiones, comentarios, bromas, que pueden resultar muy naturales en una conversación, y que, por escrito, son chocantes; más aún, si se leen en circunstancias distintas de las del momento en que se escribieron e incluso a muchos años de distancia; o si se escriben con un conocimiento insuficiente de la lengua, o en un momento de entusiasmo, o con un equivocado sentido del humor.

Del mismo modo que una familia natural se caracteriza por la sencillez y la llaneza que une y compenetra a todos sus miembros, así también, con el espíritu del Opus Dei, esta sencillez ha de presidir siempre, y en todo, la vida en familia. Con el fin de asegurar mejor este espíritu, se prohíbe usar títulos honoríficos para designar los cargos de dirección. Por esta misma causa, internamente, al Prelado se le llama "Padre"; y los documentos se redactan en estilo familiar.

Precisamente por tratarse de algo propio del espíritu de familia, aunque muchas otras personas, con respeto y con gran cariño, se refieren al Padre utilizando también este término entrañable, los miembros del Opus Dei, al hablar o escribir a los que no lo son, usan con naturalidad otras expresiones: por ejemplo, "nuestro Prelado", "Monseñor". Y solamente emplean el término "Padre" dentro de la Obra, o cuando hablan o escriben a personas que están ya acostumbradas a utilizar esa amable expresión.

De otra parte, es lógico que quienes llevan aproximadamente el mismo tiempo en la Obra —o se tuteaban antes de pedir la Admisión— se llamen entre sí sólo por el nombre, y aun por el diminutivo familiar, si existe, sin emplear nunca el usted o el don, aunque uno sea sacerdote o Director Regional o Central. Un laico, mayor en la Obra por edad, o por la dignidad del cargo que ocupa, o por las dos cosas, no trata de usted a los sacerdotes, aun cuando hable con alguno al que no haya conocido antes del presbiterado, si el sacerdote es más joven; en cambio, resultaría poco natural que chicos jóvenes tuteasen a personas mayores, a no ser que hubiera un motivo de parentesco o de amistad familiar, u otro ajeno al hecho de pertenecer a la Obra. Por consiguiente, como en cualquier familia —siempre según las costumbres del país— se utiliza un tratamiento sencillo, pero más respetuoso, con los Directores Centrales o Regionales, las personas mayores en la Obra y los sacerdotes.

Los ancianos y los enfermos son nuestros principales tesoros.

Ya se ha señalado que la enfermedad, o la vejez, no son obstáculo para tener y cumplir el encargo apostólico; quienes se encuentren en esas circunstancias —los enfermos son el tesoro de la Obra— pueden y deben rezar y ofrecer muchas cosas por una labor apostólica concreta.

"En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os amáis entre vosotros" (Jn 13, 35). Esta caridad nos obliga a ayudar y a aconsejar a los demás fieles, siempre dentro de los límites de la corrección fraterna.

Se ha de recordar a los Supernumerarios casados que el matrimonio es un sacramento, y sacramento grande ( Ef 5, 32). Por tanto, aunque la virginidad o el celibato por el Reino de los Cielos sean considerados de mayor dignidad espiritual, los Supernumerarios no sólo deben santificar su amor humano limpio, sino que han de santificarse en ese estado, porque les incumbe el peculiar deber de luchar para alcanzar la santidad en la vida doméstica, por la vocación que, como miembros del Opus Dei, han recibido de Dios.

La vocación al Opus Dei es única y la misma para los Numerarios, Agregados y Supernumerarios; varían algunas circunstancias de la entrega que Dios pide a cada uno. Así, por ejemplo, los Supernumerarios, siempre que su situación personal se lo permite, dedican a la oración mental media hora por la mañana y media hora por la tarde, como está previsto para los Numerarios y Agregados. Pero como no siempre esto es posible, su plan ha de ser más elástico: por eso, de acuerdo con sus circunstancias propias, cada uno concreta en la charla fraterna el tiempo diario que dedica a la meditación personal —no menos de media hora, repartida en lo posible entre la mañana y la tarde—, que será el necesario para mantener siempre encendido el espíritu de contemplativos en medio del mundo.


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